Por Manuel E. Yepes*. “En la segunda década del siglo XXI los cubanos tenemos un precedente de cómo no se construye el Socialismo, de los errores a evitar y algunas pistas del camino a seguir. La más importante de todas parece ser el consenso entre los intereses estatales y sociales en general”.
La cita es de un artículo titulado “La sospecha”, reproducido por el sitio español REBELIÓN del blog La Joven Cuba donde apareció publicado con la firma de Harold Cárdenas Lema, identificado como joven estudiante universitario de la provincia cubana de Matanzas.
La he tomado prestada porque considero que expresa una realidad y, en alguna medida, los objetivos y las esperanzas que cifran los cubanos en el próximo Sexto Congreso del Partido Comunista de Cuba.
El veterano revolucionario Alfredo Guevara, fundador de la prestigiosa cinematografía cubana de la revolución, ha identificado el momento como el de la desestatización de la sociedad como gran aporte de la revolución cubana.
Otros, como el sociólogo, ensayista y subdirector de la revista Casa de las Américas Aurelio Alonso, abogan por configurar un modelo viable de desarrollo socialista en el que la contraposición del plan y el mercado no consagre el ejercicio del voluntarismo en la planificación económica, no configure una nueva burocracia, ni desestimule el trabajo.
La decisión de hacer todo lo que sea necesario para rectificar lo que anda mal en la sociedad y la voluntad de inventar soluciones para que el proceso de cambios en el statu quo marche lo mejor posible, es un rasgo inherente al temperamento revolucionario.
Por ello, las revoluciones dependen, en decisiva medida, de las soluciones que aportan la voluntad individual y colectiva de sus líderes, por mucho que éstas se fundamenten en experiencias de otras revoluciones y en las teorías más científicas.
Los pueblos en revolución siguen, más o menos críticamente, la ruta trazada por sus líderes y aportan su entusiasmo en medida proporcional a la capacidad de aquellos de hacerla creíble, viable y ajustada a los intereses y aspiraciones de éstos.
Obviamente, se trata de un proceso que, como todos los del desarrollo social, han de ajustarse a leyes que muchas veces están por descubrirse y el peligro del voluntarismo en las revoluciones es un “pecado” que solo puede descubrirse sobre la marcha.
De ahí que pudiera decirse que lo que los cubanos esperan de su Sexto Congreso es que se concrete una práctica rectificadora que siempre ha estado presente en el proceso iniciado con el triunfo de enero de 1959 y que incluso ha llevado al ingenio popular a decir que Fidel Castro no solo ha sido el líder de la revolución sino también el líder de la oposición en Cuba.
Muchas de las rectificaciones que se esperan vendrán a corregir audaces soluciones “de libre mercado” exitosamente implementadas para salvar la revolución durante el llamado período especial, en tanto que algunas de las nuevas soluciones que vendrán serán también disposiciones ajustadas a leyes mercantiles.
(En esto no hay nada nuevo, ya que es sabido que cuando una economía centralizada -como la cubana- se ve obligada a corregir algún aspecto en su sistema, lo natural es que acuda a medidas de libre mercado. De la misma manera, las economías de mercado o capitalistas, para hacer frente a sus inconveniencias, suelen acudir a decisiones centralizadoras, como recién hiciera el presidente de Estados Unidos para salvar a los bancos en medio de la crisis por que atraviesa esa nación. Ello le valió a Obama el calificativo de “socialista” que injuriosamente le endilgara el Tea Party).
Para incentivar el ingreso de divisas convertibles en aquellos tiempos de grave crisis que derivaron para Cuba, a inicios de la década de 1990, del desmoronamiento de la Unión Soviética y el campo socialista europeo, la Isla debió adoptar una serie de medidas tomados en préstamo del capitalismo. La doble moneda; las tiendas, hoteles y otros sitios y servicios solo accesibles a extranjeros o nacionales tenedores de divisas convertibles y otras providencias que propiciaron el acelerado desarrollo del turismo extranjero e incrementaron los ingresos por envíos de remesas a familiares de los emigrados cubanos,
desempeñaron un papel muy importante en la salvaguarda del proceso revolucionario. Cumplida ya su función, ahora podrían ser excluidos de la estrategia cubana de desarrollo.
En cambio, otras soluciones propias de economías mercantiles habrán de ser legitimadas por el Congreso en aras de promover en la economía una mayor eficiencia en las condiciones actuales del país. Serán, quizás, soluciones obtenibles mediante inversiones en nuevas tecnologías, pero ello no se corresponde con la capacidad financiera de Cuba y no sería viable por el bloqueo.
Serán soluciones que, sin poner en riesgo el rumbo socialista, acudan a las potencialidades que se ocultan tras el proteccionismo excesivo que ha desempeñado el Estado en la producción y los servicios, sin contar aún con la capacidad necesaria para abarcar aspectos relacionados con la iniciativa y el control de la producción en los que es claramente más eficiente la dinámica cooperativa, comunal e individual que la estatal.
* Periodista cubano, especializado en temas de política internacional.
Foto © Virgilio PONCE
Comentarios