Salvador López Arnal * / Artículo de opinión.- Entrevista a Jon Juanma (Jon E. Illescas Martínez) (I). "El Sociorreproduccionismo Prepictórico es un método de distribución de arte de carácter socialista".
Jon Juanma, licenciado en Bellas Artes, es un artista plástico creador del Sociorreproduccionismo Prepictórico. Es, además, analista político y cultural, teórico del socialismo democrático e investigador en la Universidad de Alicante.
Una parte de su obra artística puede verse en: http://jon-juanma.artelista.com/ y http://www.flickr.com/photos/[email protected]/, http://www.flickr.com/photos/[email protected]/. Para ver su blog: http://jonjuanma.blogspot.com/.
Me gustaría preguntarle en torno a un reciente artículo suyo que lleva por título: “Aire fresco para el marxismo y la teoría crítica radical en tiempos de crisis con burbujas pero sin brújulas” [1]. Déjeme antes hacerle alguna que otra pregunta. Usted es un artista creador del “Sociorreproduccionismo Prepictórico”. ¿Podría aproximarnos a este concepto, a esta tendencia? ¿Prepictórico dice usted?
El Sociorreproduccionismo Prepictórico es un método de distribución de arte de carácter socialista. Un sistema que destruye prácticamente todas las diferencias de clase y renta propias de una sociedad tan injusta como la capitalista, a la hora de que una persona cualquiera, pueda acceder a la adquisición de una pintura elaborada. No es por tanto una tendencia, como pudiera ser el Realismo o el Surrealismo, sino un método de distribución que pretende crear un espacio lo más igualitario posible en una sociedad tan desigual como la nuestra.
El Sociorreproduccionismo aplicado a la distribución y venta de pinturas (por tanto Sociorreproduccionismo Prepictórico, esto es, que va “antes” de la entrega de la pintura) a grandes rasgos consiste en lo siguiente: el artista se compromete a que los lienzos originales no estarán a la venta directamente como en cualquier exposición al uso. Nadie podrá venir y pagar por él “X” número de euros, como pasa en el mercado de arte común, donde es siempre la gente con mayor renta y en especial la burguesía, los que se llevan las obras más cotizadas.
En el Sociorreproduccionismo, la única forma de adquirir los originales es comprando una sociorreproducción a un precio popular (aproximadamente lo que cuesta un CD de música o una película de vídeo). Al comprar la sociorreproducción (una reproducción autosustentable de la obra en alta calidad), el sociorreproduccionista (comprador) se llevará un número / participación que le permitirá concurrir en un sorteo que se celebrará el último día de la exposición. Si en ese momento sale su número, tendrá derecho a llevarse la obra original de la sociorreproducción que compró. Imaginemos que hubiera comprado la sociorreproducción de mi obra “Romántica balada líquida”, pues de salir su número como agraciado, se llevaría a casa, gratuitamente, el óleo sobre lienzo original.
En realidad, no es que le salga gratis, sino que ya lo pagó junto a todos aquellos que compraron el resto de sociorreproducciones. Es como si fueran parte de una cooperativa, donde los compradores adquieren participaciones de la obra original. El esfuerzo económico queda repartido y entonces ello permite que un trabajador pueda acceder a una obra que tendría para él un precio prohibitivo en el mercado capitalista (por la cantidad de horas de trabajo), a la par que permite al artista ver retribuido su trabajo.
Llegados a este punto se puede pensar, ¿y qué ocurre con todos aquellos que compraron la obra y no se llevaron la original premiada en el sorteo?
Buena pregunta. Se la formulo.
Pues en realidad nada grave, porque ya se fueron a casa con una reproducción de la obra en alta calidad firmada por el artista y el diferencial fue a parar a una buena causa: que una persona de su clase, de su renta, pudiera acceder a una obra que por la actividad acumulada del trabajador-artista normalmente solo hubiera sido disfrutada por un burgués o un trabajador de altos ingresos. Pero además, todos los sociorreproduccionistas tienen las mismas oportunidades de acceder a la obra sin importar la cantidad de sociorreproducciones que compren, ya que solo se les dará un número para el sorteo se compren 2, 5 ó 10. De este modo tampoco habrá diferencias entre un médico cirujano y un portero de un colegio. Puesto que por cada “X” número de sociorreproduccionistas (compradores) que se especifique el día de la inauguración, se sorteará un cuadro original.
¿Hay alguna experiencia al respecto?
En la primera experiencia llevada a cabo, para poner un ejemplo donde se vea más claramente, se sorteó un original cada 50 sociorreproduccionistas. El artista-productor se compromete a sortear una obra como mínimo, al margen de las ventas. De este modo, la cotización depende del público y no de ningún magnate interesado en su revalorización, como ocurre frecuentemente en el mercado del arte.
Para mi es una forma de visualizar la lucha de clases desde el terreno artístico. Cuando realicé la primera experiencia en 2008/2009, varios empresarios mostraron su malestar al decir que ellos comprarían la obra directamente, que les interesaba por su valor artístico, pero jamás comprarían una sociorreproducción. No soportaban que, por una vez, fueran iguales a “la masa” que tanto repudian; no aguantaron ser tratados del mismo modo que sus trabajadores a la hora de acceder a un bien. Esto fue sin duda muy interesante, no sólo porque sirvió para manifestar el profundo elitismo de bastantes miembros de la burguesía y su odio de clase; sino porque personalmente me produjo una gran satisfacción verlos enfadados como niños caprichosos. Están muy acostumbrados a ganar, y ver cómo no podían hacer nada al respecto, me resultó divertido, una especie de mundo al revés.
Eso pretende el Sociorreproduccionismo, crear un espacio de justicia cultural en un sistema de injusticia legalizada, comenzar a colocar al derecho nuestro mundo al revés.
Usted combina sus intereses y prácticas artísticas con el análisis político. ¿Qué relación existe, en su opinión, entre el arte y la política? ¿Es posible y vindicable un arte despolitizado?
Pues existe una relación muy importante sin duda. Actualmente, muchos de los mejores artistas de nuestros días están al servicio de intereses políticos, sean o no conscientes. Y no me refiero a lo que entendemos por “política” bajo la hegemonía cultural liberal que tiende a separarla de “la economía”.
En los tiempos de Adam Smith y después con Marx, el nombre de la disciplina que conocemos como “Economía” era “Economía Política” y así lo es realmente. Por ejemplo, me preguntaba por el arte y la política, ¿acaso no es contribuir a la política de una empresa crear una acertada campaña publicitaria que le permita acceder a nuevos mercados e incrementar sus beneficios y poder en la sociedad? ¿No es política ensalzar y engrasar la maquinaria capitalista de una multinacional para aumentar sus ventas mediante el talento artístico? Pero ojo, esto pasa igual con un electricista que trabaje para Movistar o un gerente que labore para McDonnalds: son fuerza de trabajo asalariada en una empresa capitalista. Es el sistema que tenemos y sería muy poco afortunado decir que un trabajador es un “capitalista”, porque trabaje para esas empresas para comer y mantener a su familia. Así que eso lo debemos tener en cuenta al hablar de aquellos artistas que laboran para empresas capitalistas y ayudan a la reproducción del plusvalor con su trabajo. Pero dicho esto, personalmente, como me ocurre igual que a Marx, el cual veía en el arte una de las mayores y más altas expresiones del ser humano, decidí hace tiempo que prefería hacer hamburguesas o trabajar en la fábrica, a vender mi capacidad de trabajo artística a sucios intereses privados que no ayudan en nada al conjunto de la humanidad. Por eso tengo una consideración ética negativa de muchos publicistas, por supuesto, no de todos. A la vez hay que entender las contradicciones. No es lo mismo un artista que vende su fuerza de trabajo para vivir, pero a la par utiliza su tiempo libre para cambiar el sistema en una perspectiva socialista, que aquel que sólo trabaja para intereses capitalistas y encima se vanagloria de ello (espécimen desgraciadamente común en el gremio anteriormente citado).
El artista siempre ha sido un ser humano que se ha sentido tocado por la gracia de Dios o la Naturaleza. Así que muchas veces no tiene problemas para asimilarse a la élite económica y ésta para aceptarlo como parte de los “elegidos”. Es por ello que en la Historia han sido una minoría los artistas que se han puesto al lado de los explotados. En cuanto a la Historia de la Pintura, han sido todavía menos que en otras artes, como por ejemplo la Música. En esta última, en la actualidad, debido a la mayor democratización de las ventas de discos y sistemas de conciertos en el siglo XX, surgió un público popular que podía sostener a artistas anticapitalistas o críticos, a pesar de la sinergia neoliberal e imperial dominante. No fue el caso de la Pintura, pero ahora con el Sociorreproduccionismo se abre una oportunidad para ello. Aunque sin duda, para hacerla efectiva, es necesario que el método de distribución cale en los artistas con sensibilidad social, con capacidad de comprometerse, y nos organicemos.
En cuanto a si es o no posible y vindicable un arte despolitizado…
Depende de muchos factores, entre otros de la clase, el grado de alienación y del compromiso del sujeto. Le pongo varios ejemplos: imagine un afamado pianista que compone un adagio para su esposa celebrando el amor que los une y que ambos disfrutan. Sería un poco ciego decir que eso es “arte burgués” en el sentido que con esa partitura se esté perjudicando a la clase obrera. Más bien no, incluso es posible que un trabajador en tanto ser humano, pudiera luego disfrutar de esa melodía y compartirla con su esposa una vez grabada y comercializada o compartida. Ahora bien, lo que siempre hemos dicho los marxistas es que no se puede estar tocando la lira todo el tiempo mientras el mundo arde, como decía Howard Zinn “no se puede ser neutral en un tren en marcha”. Y esto lo debemos de entender de un modo abierto, y ser capaces de comprender que, si un artista no está todo el tiempo hablando de la lucha de clases y “lo malo que es el capitalismo”, no significa que sea un pequeño-burgués o contrarrevolucionario. Del mismo modo que un sindicalista honesto tampoco estará todo el tiempo en los comités de empresa y haciendo huelgas; seguro también pasará tiempo con sus hijos, con su familia, con sus amigos, etc. El sujeto necesita momentos para celebrar y disfrutar de las cosas buenas de la vida, porque de no ser así tampoco tendrá fuerzas para realizar la lucha política y acabará quemándose como individuo (como les ha pasado a no pocos activistas).
Por tanto, la politización o no del arte, procuro verla desde una perspectiva humanista. Personalmente valoro mucho más a un autor sin compromiso que no dice una sola palabra de la lucha de clases pero sabe transmitir amor con su obra, esperanza, ilusión por vivir, que a un autoproclamado “revolucionario” que sólo sabe despotricar contra el sistema sin oponer esperanza de cambio a los ojos de las clases populares. El primero puede ser progresista para la construcción; el segundo suele conseguir deizar y totalizar al enemigo descorazonando a los activistas sinceros. No en vano ya lo decía Orwell, cuando en la opresiva sociedad de “1984”, el protagonista Winston Smith se acuesta con Julia en contra de la política del Partido: no sólo era amor sino un acto político. O cuando el Che respondía aquello de que “el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor”. El amor, en definitiva, es el germen de la revolución: puede existir amor sin revolución, pero jamás revolución sin amor.
Por supuesto, prefiero a aquellos que transmiten ambas funciones discursivas, esperanza y denuncia, con talento artístico. Estos son, a mi modo de ver, los verdaderamente revolucionarios.
En una de las notas de su artículo, habla usted de las políticas públicas de defensa de la “identidad nacional”: todas aquellas, señala, “que un gobierno como el francés implementa frente a la cultura estadounidense dominante en el mercado internacional”. ¿Es usted partidario de ese tipo de políticas?
Soy partidario con puntualizaciones. Las políticas francesas son políticas de independencia cultural interclasista con predominio burgués, respecto a la hegemonía estadounidense, o sea, respecto a la cultura de otras élites, más o menos rivales, más o menos amigas. Mientras sea una política cultural que haga prevalecer los discursos de las élites, pero con otra bandera, mal vamos, sean de uno u otro Estado. En cambio, si estas políticas de protección cultural van encaminadas también a dar voz a las producciones culturales de carácter popular, crítico, etc, del propio país, entonces sí estaré a favor.
Sin embargo, desde una perspectiva netamente internacionalista que es la mía, sería mucho más proclive a que, a la par de fomentar la producción “nacional” crítica y popular, se diese cabida a las producciones independientes y críticas de otros países. Incluidos por supuesto los Estados Unidos u otros países centrales, pero sin olvidar a algunos más alejados culturalmente como India, Argelia, Rusia, China o cualquier otro país que tienen maravillosos productores independientes que no suelen tener una buena distribución, no ya solo en el extranjero, sino en sus propios Estados. Tanto en el centro del sistema como en la periferia existen excelentes obras de carácter crítico y revolucionario. En este sentido, como ejemplo de obra de arte revolucionaria, comprometida y humana, resalto la reciente película de Icíar Bollaín “También la lluvia” que es una de las excepciones que ha conseguido introducirse al círculo comercial, debido precisamente a las ayudas públicas estatales.
Comparto su valoración. Prosiga, prosiga…
Sin el apoyo de las instituciones públicas en consonancia con los pequeños productores independientes, esta película jamás se hubiera visto distribuida en los cines comerciales españoles con la fuerza que se ha hecho, también evidentemente influida por haber sido preseleccionada para los Oscars.
Este tipo de políticas públicas es contrario a las necesidades del capitalismo imperialista cultural, porque puede pasar lo que ocurrió con el extraordinario filme anteriormente citado: que se les cuele un pequeño caballito de troya, eso sí, en un mar de inmundicia cultural cinematográfica, no lo olvidemos. Se les “coló” un filme con guión de Paul Laverty basado en el libro “A People's History of the United States” del historiador marxista norteamericano Howard Zinn. Recordemos además que Laverty es el guionista tradicional de Ken Loach (uno de los directores que aportó dinero para sacar de la cárcel inglesa a Julian Assange) O sea, imagínese lo que implica todo esto para la lucha de clases en el terreno artístico, es crear espacios donde esos “rojos” se pueden colar. Si no hubiera ninguna protección pública, esto sería simplemente imposible. Si todo fuera el interés de los grandes oligopolios privados que controlan la distribución, ni Loach ni Laverty encontrarían trabajo, a no ser que pasaran a producir estúpidas comedias románticas interpretadas por Drew Barrymore y Matthew McConaughey. Pero no nos hagamos ilusiones tampoco, lo que hablamos de Francia o de España es reformismo, y eso implica su típico límite intrínseco, que viene a decirles a las obras críticas:“podéis existir de vez en cuando, pero en pequeñas dosis y por poco tiempo”.
En ocasiones se le presenta a usted, acaso usted mismo también lo haga, como teórico del socialismo democrático. ¿Cómo entiende esta noción?
El Socialismo Democrático es el sistema que, pienso, deberíamos institucionalizar después de la revolución socialista. Pero aún más: es el sistema que debe nacer desde ya como simiente en oposición al propio capitalismo antes de la toma del poder político.
Es un sistema alternativo que debe nacer desde dentro del actual sistema capitalista, enmarcado en lo que he llamado alguna vez la Cultura de Resistencia Socialista (CRS), que es algo que deberíamos desarrollar desde los sindicatos de clase “realmente existentes”, desde los partidos anticapitalistas, desde cualquier organización ciudadana socialista, etc. El Sociorreproduccionismo del que hablábamos anteriormente es una expresión material de esta idea. Y considero que es la única forma de construir un futuro socialista: hacerlo desde dentro, como un caballo de Troya. Porque nadie está fuera del sistema capitalista, ni siquiera los que parecen estarlo. Ni siquiera los guerrilleros colombianos o los naxalitas de las selvas indias están fuera de este sistema-mundo. Deben negociar con traficantes de armas o con “respetables” bancos y empresas que se las proporcionen, con servicios secretos y narcotraficantes capitalistas. Todo esto es el mundo real una vez desprendidos de la propaganda de ambas partes. Éste es el mundo que tenemos y desde donde debemos comenzar a construir. Hay negociaciones y tensiones en el proceso de emancipación, no sólo con nuestros enemigos estructurales, sino con nosotros mismos. Por tanto, la tarea es comenzar desde dentro, cambiando nuestro propio sujeto a la par que cambiamos el sistema.
Pero sobre todo, el Socialismo Democrático (SD) es un modo de autogobierno que otorga el poder a las bases mediante el desarrollo de la tecnología y el conocimiento de la misma permitiendo que la ciudadanía controle efectivamente a sus representantes, sin que estos la manipulen. Sería un proceso inverso al ocurrido con los sindicatos mayoritarios en España y en muchos países capitalistas llamados “democráticos”.
Por primera vez en la Historia, tenemos un desarrollo tecnológico tal que nos permite aprovechar la oportunidad de llevar a cabo ese control efectivo de abajo a arriba: la informática y el Internet actuales nos lo permite sobradamente, simplemente hace falta la voluntad política para implementar esa democracia radical y profundamente participativa, interactiva, esa infraestructura de poder popular. El SD es un movimiento democráticamente radical que entiende que no puede existir construcción del socialismo de arriba a abajo, como ha sido de facto la construcción clásica marxista-leninista con su centralismo democrático allí donde ha llegado a ciertas cotas de poder. Pese a sus buenas intenciones declaradas de “información que fluctúa de abajo a arriba igual que de arriba a abajo”, en la realidad hemos tenido líderes que controlaban mucha más información que las bases, detentaban un poder asimétrico intrínseco a la representación, abusaban de la disciplina de partido y se favorecían de la lentitud de los procedimientos burocráticos que impedían una respuesta ágil de las bases ante sus desmanes. Es por ello que, cuando las élites del PCUS decidieron traicionar el proyecto socialista que significó la URSS para tantos trabajadores, éstos apenas tuvieron tiempo y capacidad organizativa de respuesta, lo que favoreció la reinstauración del capitalismo legal en Rusia y todas las ex-repúblicas soviéticas.
Le interrumpo: ¿así, pues, qué balance hace del centralismo democrático?
El centralismo democrático tuvo aspectos positivos que hay que salvar y otros de los que creo deberíamos realizar un barrido histórico profundo, a no ser que queramos volver a repetir errores y tirar por la borda oportunidades históricas de construcción de espacios de resistencia socialista. Y esto no es revisionismo reformista, sino coherencia marxista a la luz de las experiencias históricas de construcción socialista.
Por otra parte, el Socialismo Democrático está radicalmente en contra del llamado “culto a la personalidad” tan típico en los procesos de construcción leninistas (pese a la oposición de Lenin), que más apropiadamente podríamos llamar post-lelinistas o estalinistas. Pero no sólo propio de ellos, sino también de otros procesos de izquierda actuales como Venezuela, donde el personalismo y culto de la cabeza visible del proceso (Chávez) obstruye la sana crítica revolucionaria y favorece a los cuadros menos imaginativos y/o más serviles, que en numerosas ocasiones utilizan la adulación y la veneración como coartada para expandir los espacios personales de poder, y en no pocos casos, de franca corrupción. Una cosa es el normal amor que el pueblo puede sentir hacia sus miembros más destacados, hacia sus “héroes”, si se me permite esta palabra sin su vertiente más metafísica ya criticada por Cortázar en “Fantomas contra los vampiros multinacionales”; pero otra es utilizar este sentimiento legítimo para, desde el Estado, ampliar ese culto sistemáticamente como sucede efectivamente en la República Bolivariana de Venezuela, con fines de rentabilidad electoral y legitimación de los candidatos o de las políticas del Presidente (así en mayúsculas, con sana ironía). El SD declara indignas tales actitudes y contrarias a la construcción del socialismo y su ética ciudadana revolucionaria.
Digamos que no comparto toda la letra de su melodía sobre la experiencia bolivariana. Sea como sea, este socialismo democrático del que habla, ¿qué experiencias políticas toma como abono para su tierra?
Déjeme comentarle algo antes sobre su discrepancia musical. Yo he defendido públicamente la experiencia venezolana, escribí a favor de la Reforma Constitucional Socialista que se perdió por poco en 2007, también lo hice a favor de la jornada de las 6 horas que se pensaba implantar y no se hizo, o en el enfrentamiento entre el Rey y Chávez, pero sobre todo, y en general, siempre he apoyado los nuevos espacios de empoderamiento popular que sí se han abierto en el país latinoamericano.
Pero esta defensa no implica firmar un cheque en blanco y creo es necesario hacer una crítica constructiva pero firme de cuestiones que allí suceden y en mi opinión, junto a la de no pocos revolucionarios venezolanos, no van por el buen camino. Creo que es constatable que el gobierno va perdiendo apoyo popular poco a poco, lenta pero inexorablemente, y para evitarlo es necesario enmendar los errores y ser valientes con los que los están cometiendo (las famosas “3R”, “Revisión, Rectificación y Reimpulso”, tan poco practicadas).
Las bases no tienen medios institucionales para revocar a los dirigentes ineptos o corruptos (especialmente dentro del PSUV), la construcción se está haciendo muy de arriba a abajo y el papel de Chávez es desproporcionado, para bien y para mal.
Considero que cada vez va siendo más necesaria una revolución dentro del proceso, dentro de las filas que apoyan al gobierno, para expresar ese descontento y que el pueblo no acabe hastiado en su casa sin ir a votar, pensando que al final todos son lo mismo y el poder acaba corrompiendo a cualquiera.
Los sectores reformistas van adquiriendo un poder creciente en el gobierno y los revolucionarios lo van perdiendo. La lucha de clases se está librando en las instituciones estatales y por ahora los revolucionarios vamos perdiendo posiciones desde hace, al menos, tres años. Creo que Chávez debería salir de ese círculo de adulación permanente en el que se halla inmerso y apoyarse más en el pueblo, escuchando las críticas, más allá de la retórica, con acciones concretas: dándole medios de control de la dirigiencia a sus bases. Y si no lo hace, sería bueno que el pueblo se lo recordara.
Si nada de esto ocurre, el proceso acabará mal y a medio plazo sería posible la vuelta de la derecha. No en vano cabe recordar que ésta se quedó a menos de 300.000 votos de los partidos gubernamentales en las pasadas elecciones a la Asamblea Nacional. Me pareció patético que ante esto, algunos diputados y diputadas “chavistas” salieran haciendo apología de la enorme diferencia que tenían con 98 escaños frente a la oposición que sólo había conseguido 67 (contando al PPT). Lo importante es el voto popular y ellos lo saben, como lo sabe cualquier demócrata que se precie. Esas leyes distorsionadoras del voto deberían acabarse en todos los países del mundo, más en los que dicen ir “rumbo al Socialismo” porque falsea la voluntad popular. Ocurre igual en España, con el caso de Izquierda Unida, que con un 3,77% del voto popular en las pasadas elecciones sólo consiguió mediante ley distorsionadora de voto un 0.57% de los escaños del Congreso de los Diputados, mientras que el PSOE con un 43,87% y el PP con un 39,94% consiguieron un 48,28% y un 44% respectivamente. Lo grave del caso es que la desproporción es menor en España que en Venezuela, y eso que nuestro país no va “rumbo al socialismo”, sino a la privatización casi total de su economía con la retórica confesa de Zapatero de “dar confianza a los mercados”. Lo que viene a significar realmente machacar a las clases populares para que los bancos de aquí, y de allende, sigan con su orgía de sacrificos humanos en las piras del Capital.
Así que lo que criticamos para unos, también lo debemos criticar para otros por mucho que sean de los “nuestros”. La democracia debe ser lo más pura posible, al igual que el socialismo, porque además no se puede construir la una sin el otro, ni viceversa.
Dicho así puedo compartir su opinión aunque, en ocasiones, la historia de los países, la correlación de fuerzas, la lucha de clases, los métodos del adversario, las propias contradicciones y fuerzas limitadas de los grupos transformadores, sus errores sin duda, las inmensas tareas a realizar, generan y explican limitaciones en los procesos de cambio que son, sin duda, decisivos procesos de cambio.
Queda pendiente la pregunta sobre las experiencias políticas que toma como base para su concepción del socialismo democrático. Continuamos en una próxima ocasión por este nudo. ¿Le parece?
De acuerdo.
Nota:
[1] http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article1025&debut_articles_rubrique=30
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Entrevista a Jon Juanma (Jon E. Illescas Martínez) (II). "Ningún país, ningún Estado, queda fuera de este sistema capitalista".
“Actualmente me interesa el trabajo de pintores como el canadiense Rob Gonsalves, los artistas chinos Han Wu, Yuqi Wang, el estadounidense William Withaker, el realista japonés Atushusi Suwa, el veronés radicado en Nueva York Nicola Verlato, o el imaginativo Vladimir Kush (de origen moscovita e hijo tanto del mejor hacer de las instituciones soviéticas de educación artística como de las influencias culturales del sistema-mundo) o la impresionante obra del valenciano Joan Castejón por citar solamente a algunos de ellos”.
Nos habíamos quedado en las experiencias políticas que usted tomaba como base para su concepción del socialismo democrático.
El Socialismo Democrático hace suya la experiencia política de La Comuna de París, alabada por Marx, Engels y el propio Lenin, y las lleva al siglo XXI de la mano de su tecnología, la cual permite efectivamente, como nunca antes, a cualquier nivel y en cualquier momento, la revocabilidad de cualquier cargo de la administración. El Socialismo Democrático aspiraría paulatinamente a que todos los cargos públicos fueran de elección popular, siéndolo desde un primer momento los directivos de más importancia (Director del Banco Central, Jefe del Ejército, Ministro de Interior, Consejo Superior de Justicia, Director de la Policía, etc). A la par, hace suyas las reivindicaciones de los clásicos padres del marxismo de que el salario más alto no sea superior al de un trabajador cualificado. Y si durante la revolución socialista se hace necesario el empleo de trabajadores de ideología burguesa, por no tener suficientes trabajadores socialistas para un determinado puesto de importancia vital para el funcionamiento de la sociedad, esto se explicará al pueblo, que mediante votación dictará cuál será ese salario máximo con el que se retribuirán los especialistas con el fin de no pagar más de lo estrictamente necesario. Esto, mientras se generan futuros especialistas de ética socialista en el propio sistema educativo.
En mi trabajo utópico-prospectivo de “El fin de las élites”, esbozo el funcionamiento de tal Socialismo Democrático al igual que en mi investigación “Nepal: Crisis permanente en la cima del mundo”, ambos publicados libremente en diversos medios de Internet, entre ellos “Rebelión”. Por ponerle un ejemplo ilustrativo, el Socialismo Democrático implicaría un futuro de propiedad colectiva de todos los medios de producción. Allí donde se eliminara la figura socioeconómica del capitalista, y todos fueran funcionarios o servidores civiles como se dice en inglés (“civil servants”), entonces ya no quedaría el antagonismo entre capital y trabajo, pero sí entre trabajador productor y trabajador usuario, cuestión muchas veces olvidada por los marxistas. En este sentido, los trabajadores usuarios de cualquier servicio publico acreditados tendrían derecho a elegir y revocar a cualquier funcionario del mismo servicio. Imagine hospitales, bibliotecas, colegios, policía, etc.
De este modo usted, como ciudadano y usuario de los servicios públicos, sería dueño de facto de los mismos y no sufrido usuario de ningún funcionario elegido a dedo por el “líder” de turno. La democracia estaría integrada paritariamente por una mezcla de trabajadores productores y trabajadores usuarios junto a un porcentaje en representación del Estado, para establecer políticas de ordenamiento micro, sobre la orquestación macro de la sociedad. El porcentaje relativo al Estado tendería a minimizarse según la ética socialista fuera calando entre la población, y por tanto, se pasaran a estadios más avanzados del Socialismo donde la coerción fuera crecientemente innecesaria para el desenvolvimiento armónico de la sociedad. Aunque sin duda un cuerpo de gestores de trabajadores públicos de nivel macro siempre existiría para armonizar las políticas que los trabajadores implementaran a niveles más micro, como la fábrica o el hospital. Sería un método de degradación paulatina del Estado al que se refería Lenin en su obra “El Estado y la Revolución”, pero que nunca llegó a formularse ordenadamente, sino que el revolucionario ruso más bien lo dejó desde un plano laxo operacional, centrándose, en cambio, en su aspecto sociológico-filosófico.
El Socialismo Democrático es una mezcla de los elementos más avanzados de la historia del movimiento obrero marxista…
¿Y cuáles son esos elementos avanzados?
Desde la socialdemocracia del siglo XIX, pasando por el leninismo, el maoísmo e incluso ciertas teorizaciones del eurocomunismo. Y señalo “teorizaciones” y no prácticas, porque el eurocomunismo, en los hechos, nunca dejó de ser una ridícula sombra vagamente izquierdista de un reformismo vendido a las directrices nacional-capitalistas y desarrollistas del grupo de poder dominante de cada Estado.
El Socialismo Democrático además une su base marxista con lo mejor de la tradición histórica socialista/comunitarista de cualquier parte del mundo, a la par que lo mejor del liberalismo político en sus expresiones más avanzadas y válidas como la presunción de inocencia, la libertad de prensa (real, no la libertad de manipulación que tenemos instalada), la libertad política y religiosa y su lucha contra cualquier despotismo, entre otras.
No tendrá entonces buena opinión de la idea del Partido como vanguardia de la revolución.
No. En este mismo sentido, destacamos que, pese a respetar opciones históricas concretas, la idea del Partido Único como vanguardia del proceso de construcción socialista nos parece absolutamente caduca. Al menos como dogma u obligación. Otra cosa es que cada quien se meta en el partido u organización que crea es la vanguardia. No estoy en contra del concepto de vanguardia, porque me parece válido. El problema es decretar “quién es la vanguardia”. Entonces creo mejor una competición entre “vanguardias” que no que unas supuestas vanguardias eliminen desde el poder, con la coerción, a las demás. La garantía de la mejor vanguardia es la sana competencia entre ellas en caso de que sus componentes consideren que no deben estar en la misma organización revolucionaria.
A veces los revolucionarios nos podemos equivocar de organización y pasar a otras. En mi opinión actualmente, por ejemplo en España, hay muchos buenos revolucionarios, miembros de vanguardia por tanto, diseminados por diferentes organizaciones. Creo en la confluencia de vanguardias “amigas”, en enfatizar lo que nos une desde el anticapitalismo y sumar más para conseguir los objetivos de construcción socialista frente a nuestros enemigos antagónicos. Parafraseando a Mao diré que pueden existir contradicciones entre la vanguardia, eso siempre existirá, lo importante es que no haya antagonismos. Hay antagonismos (estructurales, que no tiene porqué ser individuales ni personales) entre un capitalista y un trabajador, entre un partido capitalista y un partido obrero, pero es una locura pensar que hay antagonismos entre partidos revolucionarios que quieren acabar con el capitalismo y montar una sociedad socialista. No debemos temer a la diversidad siempre que el objetivo de la supresión de la contradicción entre capital y trabajo sea claro. El debate siempre existirá porque somos seres diversos y más que lo seremos fuera del capitalismo.
Creemos que es posible la pluralidad política dentro de la hegemonía socialista. Pensamos que las experiencias históricas del Partido Único, el sedentarismo en la práctica del debate y la criminalización del disenso, fomentaron las camarillas, la política tras las bambalinas, las traiciones, los asesinatos y las nuevas Inquisiciones Marxistas-Leninistas que tantos padecieron y aún algunos todavía padecen en la actualidad, por ejemplo, en Corea del Norte. En este país, con la instauración de una inédita República Monárquica de Economía Planificada de facto, en base a la ideología oficialista del juche que lleva al extremo las contradicciones del “socialismo en un sólo país” con una exaltación ultranacionalista acientífica desquiciante, se ha producido una lamentable propaganda para los comunistas honestos de cualquier parte del mundo que ven caricaturizados y rechazados sus objetivos al compararlos con el “ejemplo” norcoreano.
Nosotros, desde el Socialismo Democrático, confiamos en las herramientas marxistas de análisis lo suficiente para que, una vez garantizadas materialmente la igualdad de condiciones de debate y participación (después de la expropiación de la burguesía en la revolución), nuestras ideas triunfen y el debate sólo haga enriquecerlas. Admitimos que no existe democracia en nuestras sociedades capitalistas, sino como mucho espacios democráticos minoritarios en un mar de autoritarismo y dictadura no sólo económica. De este modo, nuestro proyecto es garantizar una democracia real donde cada individuo sea parte de la ciudadanía dueña de su destino, donde los productores construyan día a día, con las instituciones a favor funcionando como herramientas y no losas, un proyecto de emancipación humana que nos haga salir de una vez de la Prehistoria ética y social en la que estamos atrapados.
Finalizando..
El Socialismo Democrático es un movimiento pacífico activo que rechaza la violencia como medio para la consecución de sus fines. No creemos en la máxima implícita de tipo maquiavélica o sun tzuniana de que “el fin justifica los medios” porque sabemos que los medios cambian a los sujetos y a los fines de un modo dialéctico. Nadie puede pretender hacer algo que va contra sus ideales centrales y pensar que nada cambiará en su mente, en su futuro accionar y en la consecución de los objetivos socialistas marcados. Aunque dicho esto, el SD, como por otra parte cualquier persona que piense racionalmente, no descarta el derecho a la legitima defensa de los individuos y no vamos a condenar a nadie por el derecho a sobrevivir sin entender previamente los contextos donde se producen conflictos armados y/o violencia más o menos generalizada. No vamos a condenar a nadie porque en plena guerra o en situación de ataque letal coja un fusil para defenderse, pero haremos todo lo posible porque los dos bandos dejen el fusil y desde luego creemos profundamente que nuestro camino no es ese. El Socialismo se construye desde la pedagogía, la resistencia, a desobediencia civil, la acción política y sin lugar a dudas con el ejemplo de todos y cada uno de los que se digan “socialistas” o “comunistas” (ambos están dentro del SD) en su propia vida, en su día a día. Porque la violencia en la práctica, obviando todo juicio moral, es “pan para hoy y hambre para mañana” como estrategia política. Tenemos claro que no vamos a convencer a nadie que se haga socialista apuntándole con una pistola o matando a su familia, más bien al contrario, lo perderemos a él (y a sus huérfanos) irremisiblemente para la causa. En este sentido, abogamos por la finalización dialogada de todos los conflictos armados del mundo, en que verdaderamente ambas partes estén a favor de llegar a un acuerdo de mínimos, por los cuales se garantice una base democrática desde la que expresar cualquier proyecto político teniendo garantizados los derechos humanos, y en primer lugar, el derecho a la vida.
¿Tiene algunos referentes esenciales en el mundo artístico del que usted forma parte activamente?
Pues tengo muchos como es evidente, supongo que usted se referirá a referentes artísticos plásticos, aunque la amplitud de su pregunta me permite aprovechar y decirle que mi inspiración proviene con igual intensidad de autores de todas las disciplinas artísticas, no sólo de la Pintura, sino también la Escultura, la Música, el Cine, el Teatro, la Literatura en general, etc...
De todos los movimientos y autores plásticos intento extraer los aspectos más humanistas e inspiradores para mi obra, a la par que enfatizar los elementos que pienso que debido a mis limitadas cualidades puedo aprovechar más. Me siento influido por la obra de clásicos como El Bosco, Caravaggio, Jacques-Louis David, Delacroix, Paul de la Roche, Alma-Tadema, Gustave Courbet, Ramón Casas, Salvador Dalí, Josep Renau, Diego Rivera, Siqueiros, Renato Guttuso, M.C Scher, Norman Rockwell y una largo etcétera, aunque también de dibujantes de cómics, grafistas de videojuegos y animadores de filmes de dibujos animados. O sea, soy hijo de mi tiempo al igual que deudor de una venerable tradición artística de raigambre figurativa, de la que me siento enormemente honrado de pertenecer y al mismo tiempo, enormemente avergonzado. Avergonzado hasta que llegue (si llego) a poder compararme con la calidad de tales maestros de las Bellas Artes universales. También me siento influenciado por cierta estética futurista y cubista, del mismo modo que del arte clásico de diversas tradiciones escultóricas como la inca, la india y el dibujo a tinta oriental. Actualmente me interesa el trabajo de pintores como el canadiense Rob Gonsalves, los artistas chinos Han Wu, Yuqi Wang, el estadounidense William Withaker, el realista japonés Atushusi Suwa, el veronés radicado en Nueva York Nicola Verlato, o el imaginativo Vladimir Kush (de origen moscovita e hijo tanto del mejor hacer de las instituciones soviéticas de educación artística, como de las influencias culturales del sistema-mundo) o la impresionante obra del valenciano Joan Castejón, que tuve la suerte de conocer personalmente en la Facultad de Bellas Artes, por citar solamente a algunos de ellos. Intento beber, en definitiva, de distintas fuentes, ampliando mi acervo icónico para pasarlo por la batidora de mi imaginación y parirlo con toda la fuerza expresiva de la que soy capaz en cada momento de mi vida.
Cambio de tercio, me centro ahora en su artículo. ¿Qué se entiende por “enfoque metodológico de análisis del sistema mundial o sistemas-mundos”? ¿Dónde radica su interés y novedad?
A grandes rasgos es una aproximación metodológica que se utiliza cada vez más en Historia, Geopolítica, Economía y Relaciones Internacionales, que analiza el mundo como un todo en relaciones constantes con cada una de sus partes dentro del sistema capitalista global. Este enfoque entiende que el planeta está viviendo en una época histórica donde la economía se ha hecho universal, donde el sistema capitalista es el hegemónico, y la economía es una “economía-mundo”, después de haber absorbido los sistemas económicos previos que llegaron a convivir en otras épocas donde ya existía el capitalismo. Como fue el caso de los siglos XV al XIX donde este sistema era coetáneo con otros productivos previos (feudalismo, esclavismo, etc) de otros “mundos” dentro del Planeta Tierra, hasta que acabó absorbiéndolos en la lógica reproductiva del capital a finales del siglo XIX, con la posterior entrada del imperialismo capitalista. Esos antiguos sistemas conformaban “mundos” aparte (sistemas-mundo o mini-sistemas) del sistema capitalista naciente. Con “mundos” me refiero a zonas geográficas más o menos grandes con distintos pueblos que compartían una lógica económica similar y autosuficiente. Actualmente, todo el orbe se halla imbuido en la dinámica hegemónica del capitalismo internacional o mejor dicho, interestatal.
La principal fuente de interés del enfoque del sistema-mundo radica en una versión macro de la realidad en la que, como decía Galeano, las regiones enteras con decenas de países, tipo Latinoamérica o cualquier otra, sólo son “comarcas del mundo”, partes interdependientes en la división internacional del trabajo capitalista. Esto hace que el tan extendido enfoque de análisis dependiente de los Estados o las regiones histórico-económicas quede superado por insuficiente para entender los acontecimientos globales actuales, incluso si parecen localistas. Este enfoque es radical y revolucionario porque se adapta a la realidad, porque la mira de frente sin mistificaciones nacionalistas y observa las realidades socioeconómicas y políticas teniendo en cuenta todo ello.
Un ejemplo.
Aquí lo tiene. En Nepal hubo una guerra civil reciente que duró 10 años entre el ejército maoísta y el ejército monárquico (1996/2006). Ni la guerra ni los posteriores acuerdos de paz se entenderían analizando sólo a los actores nacionales, esta visión nos llevaría a no entender nada. Otra más amplia, del tipo regional, a lo Vidal de la Blanche y seguidores, sería una perspectiva de tipo reformista: admitiría a China y a la India como actores implicados en ese conflicto como países fronterizos. Lo cual significaría un avance importante, pero insuficiente. Y ésta es la corriente mayoritaria del análisis actual, sobre todo, del centro-izquierda político, pero no exclusivamente. En cambio, si utilizamos el enfoque del sistema-mundo y la dialéctica entre lo global y lo local que éste nos proporciona para comprender los sucesos entre los actores implicados, si no ponemos cotas artificiales al escenario, no tendremos problemas para descubrir la importancia de un estado tan alejado geográficamente como los Estados Unidos. Cuando pese a ganar unas elecciones limpias reconocidas por la ONU en 2008, los maoístas siguieron estando entre las organizaciones terroristas mundiales del Departamento de Estado de los EUA, aquí es donde empezamos a ver señales de lo que realmente sucede. EUA es el tercer importador de Nepal, seguido de Alemania, pese a estar muy alejados del volumen de negocio de los primeros exportadores: China e India. Las élites de los países occidentales tienen intereses en tanto en cuanto Nepal siga siendo un quebradero de cabeza para ambos competidores orientales (“divide y vencerás”). Otros ejemplos serían las interminables guerras de África donde los servicios secretos y los bancos occidentales (y no exclusivamente) operan apoyando a fracciones rivales para que, una vez en el poder, les den un trato preferente en la venta de codiciadas materias primas.
Los historiadores y los analistas financieros andan más adelantados en la utilización de este enfoque, que muchos comentaristas políticos actuales subsumidos por el concepto de “Estado-nación”. Es un caso paradigmático el de la comprensión de la Guerra Civil Española (1936/1939) y la posguerra. Para entender lo que pasó aquí, es necesario no solamente hablar del papel de nuestros vecinos geográficos como Portugal, Francia o Italia, sino también del Reino Unido de Churchill, los Estados Unidos de Roosevelt, la Unión Soviética de Stalin o posteriormente, el México de Lázaro Cárdenas, entre otros.
Y permítame ponerle otro ejemplo, más de “estar por casa”.
Estoy impaciente.
En mi ciudad natal, Orihuela…
Oriolano, como Miguel Hernández, no lo sabía.
Si, por supuesto, de “tu pueblo y el mío” (risas).
Está muy bien ese recuerdo. Yo también tengo metido en mi cabeza el verso y el poema.
En Orihuela, decía, hay un centro comercial llamado “Ociopía” que está siendo considerablemente afectado por la crisis económica. Lo que ha hecho que muchos establecimientos tuvieran que cerrar ante la negativa de los dueños del centro comercial de bajar el precio de los alquileres de los locales. Esto pudiera parecer un sinsentido con una visión localista mistificada de la realidad, ya que podríamos pensar que pierde más el propietario si se va el inquilino y lo tiene cerrado (como así ocurre), que si le baja un poco el alquiler y sigue cobrando. Pero en el sistema-mundo capitalista donde estamos en su fase ultraliberal actual, esto no es ningún sinsentido, debido a que sus propietarios están a miles de kilómetros de Orihuela, en concreto en los Países Bajos, ya que el centro fue comprado en 2007 por ING Real State, la inmobiliaria del grupo ING. Pero es que a su vez, la empresa gestora del centro no es ING sino “ECE Projektmanagement” de capital alemán (filial a su vez del conglomerado Otto Group), que cotiza en bolsa, con muchos negocios en Europa del Este. Así pues, los chicos de ECE e ING no pueden / quieren bajar los alquileres ya que si sus dueños desearan vender el centro a otros capitalistas financieros internacionales tendrían que colocarle el precio en base a los últimos alquileres cobrados. Por tanto, tenemos una dictadura de lo global, personificada en los capitalistas holandeses y alemanes (podrían ser de otro lugar también), que permite, contra toda lógica local y “nacional”, que se pierdan puestos de trabajos y vayan familias enteras a la mendicidad. Por supuesto, una vez que, para entender todo en el contexto, el gobierno central del PSOE plegado a esos dictados de las instituciones capitalistas globales (FMI, BM, OCDE, UE, EUA, etc) vaya quitando toda ayuda a esas empobrecidas familias de clase obrera. Por tanto, tenemos tragedias locales con origen interestatal, mistificadas bajo el nombre de “mercados”, “naciones”, “competitividad” y demás jerga de las clases dirigentes.
Más sencillo todavía: animo a los lectores a que miren alrededor de su casa y vean dónde están hechos los productos que usan cotidianamente, el “made in ...”. ¿Cuántos hay de “su” país?
El enfoque del sistema-mundo es, en definitiva, una necesidad perentoria para poder entender la realidad actual, alejado de las narraciones místicas propias de los pretendidos Estados-nación. Nos permite aterrizar en la realidad y ubicarnos en un mapa de donde nos encontramos realmente. Un plano para la acción emancipadora.
En esta concepción del sistema-mundo, ¿ningún país quedaría fuera de ese sistema único? ¿Tampoco países como Cuba, Venezuela, Bolivia o Vietnam por ejemplo?
Le pondré el caso de Cuba al que hace referencia y le contestaré con una frase del propio Fidel Castro recogida en la serie de entrevistas que tuvo con el cineasta estadounidense Oliver Stone, plasmadas en su filme “Loocking for Fidel” cuando el revolucionario cubano todavía era Presidente de la República. Fidel dijo: “Cuba no está en otro planeta”.
Prueba de ello es el embargo. Como decía el defenestrado Pérez-Roque en otro documental, cuando, por ejemplo, una compañía estadounidense se hizo con la mejor empresa de anestésicos para niños (hasta entonces de capital finlandés) a la que le compraba Cuba, se vio en la obligación de adquirir otros de peor calidad, ya que los nuevos accionistas estadounidenses se negaron a seguir vendiendo a Cuba, acatando la ley de su gobierno.
Pero realmente esto no es algo nuevo del sistema-mundo, ni un remake de la revolución permanente trotskista. El enfoque del sistema mundial o sistema-mundo capitalista hunde sus raíces en los textos del propio Marx, ejemplo de ello fue el “Manifiesto Comunista” que escribió con tan sólo 30 años. En él, publicado en 1848, Marx y Engels ya aluden constantemente al término de “mercado mundial”, que además ya estaba en Adam Smith, pero sin duda en los inseparables amigos revolucionarios adquiere una importancia clave.
Incluso un país tan autárquico como Corea del Norte y autodenominado “socialista” por sus ultranacionalistas y sectarios dirigentes (un lugar donde se llega al extremo en el cual al salir del país la policía tiene derecho a verte/eliminarte una a una las fotos de tu cámara digital por si enfocaste algún lugar “prohibido” o impedirte hacer preguntas políticas a los civiles), necesita de inversiones capitalistas extranjeras. Para ello tiene su propia empresa estatal que recauda inversión de capital foráneo (algunas como inversiones directas). Incluso su gobierno “comunista” tiene la desfachatez, en su propia página web en inglés, de alardear de tener “los costes laborales más bajos de toda Asia” para así atraer a los inversores capitalistas. Incluso el reciente ex presidente de Corea del Sur, Roh Moo-Hyun, animó a “sus empresarios” a invertir en el país vecino, ya sabe, su “archienemigo”. El caso de Corea del Norte es la falsedad idealista máxima del “socialismo en un solo país”, lo que tiene su reverso materialista en la pesadilla de la dictadura ultraestalinista “realmente existente”.
Por tanto, en su opinión, no hay nadie que se escape de esta economía-mundo.
Desde luego que no. Otra cosa muy distinta es que no se pueda aspirar a espacios de mayor independencia o elegir aliados más favorables, con acuerdos fundados en otros valores. Si se hace desde una perspectiva de construcción socialista, es bueno y deseable. Me refiero, por ejemplo, a proyectos como el Banco del Sur en América Latina o el ALBA que generan otras sinergias diferentes a los tratados típicos de libre comercio entre potencias del mal llamado “Norte” y países dependientes del mal llamado “Sur”. Las cuales, tienen por objeto prolongar el status quo existente, soliendo ir en contra de los intereses de los productores de ambas “latitudes”. Estas iniciativas no son íntegramente socialistas, pero pueden (subrayo el “pueden”), si se hacen bien, de modo transparente, generar nuevo oxígeno para la construcción socialista.
Por tanto, ningún país, ningún Estado, quedaría fuera de este sistema, pero sí habría Estados con mayores o menores espacios políticos de tendencia socialista.
Ocurre lo mismo que al hablar de países democráticos: ninguno lo es en realidad, en el sentido de que no es el pueblo el que decide su propio gobierno. Me refiero a las leyes electorales que desproporcionan el voto popular (sistema de Hondt, de Saint-League, inglés, estadounidense, etc) , a la delegación que significa dar un cheque en blanco cada cuatro años para que “tus representantes” hagan lo que quieran sin consultarte (aumento de la edad de jubilación, privatización del patrimonio público, etc). Pero sin duda, sí los hay con mayores espacios democráticos que otros que no tienen prácticamente ninguno. Por ejemplo, no es lo mismo una república que una monarquía evidentemente, ni es lo mismo el sistema electoral de Hondt que el de Saint-League o el voto directo que se está discutiendo para la nueva constitución islandesa (lo que sería verdaderamente democrático desde el punto de vista del derecho legal de cada ciudadano, la democracia formal que ni siquiera tenemos).
Hasta que la hegemonía mundial no sea socialista, no podremos hablar de países socialistas, del mismo modo que hasta que no haya una hegemonía mundial democrática, no podremos hablar de países democráticos. Y en mi opinión, actualmente, por si queda alguna duda, estamos igual de lejos de ambos objetivos. Lo cual no quiere decir que haya que quedarse de brazos cruzados, sino al contrario. En este momento histórico, con los adelantos que tenemos, la Democracia y el Socialismo son más exigibles que nunca, a la par que necesarios.
Le quiero recordar unas palabras de Wallerstein que cita en su artículo. Déjame empezar con ellas nuestra próxima sesión.
Con Wallerstein: ¡perfecto!
Salvador López Arnal
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* Profesor-tutor de Matemáticas en la UNED y enseñante de informática de ciclos formativos en el IES Puig Castellar de Santa Coloma de Gramenet (Barcelona). Colabora normalmente en la revista "El Viejo Topo" y es coguionista y coeditor, junto con Joan Benach y Xavier Juncosa, de "Integral Sacristán" (El Viejo Topo, Barcelona, en prensa).
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