Soledad Perera, madre preadoptiva de Piedad.
Queridos Reyes Magos:
Soy ya una persona adulta, una mujer, pero me hubiese gustado escribirles una carta especial cuando yo era una niña de 9 años y estaba en un centro de menores, por eso lo hago ahora ya que es algo que llevo muy adentro y no lo pude hacer cuando lo necesitaba:
Hace ya mucho tiempo que les llevo escribiendo deseos, pidiéndoles maletas de médicos, casitas rojas con chimeneas, la Lulila de los Lunnies pero sobre todo una mamá, una familia.
Yo vivía entonces, casi desde que nací, en una casa donde había muchos niños sin papás ni mamás. Era un lugar con mucho alboroto y ruidos, y llorábamos a veces tirándonos al suelo porque queríamos ser diferentes e iguales que muchos otros niños que disfrutaban del calor de un hogar, de un lugar caliente y acurrucado donde te escuchaban y entendían tus sueños.
Me pregunto si es tan difícil soñar y que se hagan realidad tus deseos porque yo los he rozado con los dedos de mis manos, los he abrazado con mi corazón pero han desaparecido de nuevo como si de la carroza de Cenicienta se tratase, convirtiéndose en calabaza y aún no entiendo porqué.
Recuerdo, cuando aún era más pequeñita, vinieron los Reyes una mañana, tarde o muy temprano, en el mes de marzo, tenía yo sólo 3 añitos y apareció de repente en un día luminoso mi Campanilla de Peter Pan acompañada de una Mamá y de una hermanita. Aquel regalo fue lo más hermoso del mundo, mis ojos se llenaron de vida, aprendí a correr sobre el trigo y las amapolas, a comer potaje y platos de spaghetti con cara de león. A escuchar las historias infantiles y los poemas de Glorias Fuertes. Aprendí a dormir acurrucada junto a mi madre cuando tenía pesadillas e iba a la playa y nadaba como Ariel, la sirenita, en un mar de arena negra.
Era feliz, lo tenía todo pero de lo más que me sentía orgullosa Rey Melchor es de darme cuenta que el regalo de Reyes era yo misma envuelta en papel de celofán con cintas doradas repletas de arco iris. Aquella familia me quería, me protegía, me ponía una tirita y betadine cuando me caía y estaban felices de tenerme a su lado. Jugaba y jugaba, reía, me abrazaban. Plantaba semillas de pensamientos y cuidaba mis animalitos, mis perros y mis gatos. Tenía claro ya que quería ser médico o veterinaria cuando fuera grande y a mi mamá y hermanos les hacía dibujos llenos de corazones y soles, dibujaba a toda la familia de manita y como podía les decía lo mucho que los quería. Los llenaba de besos como ellos a mí pero los míos eran más grandes y fuertes ¡tanto tanto! Que casi traspasaban sus cachetes hasta el otro lado de su rostro.
Pero llegó el día en que la Reina de Blancanieves, la Bruja mala de los sueños, decidió sin más ir a buscarme a mi paraíso, ordenar arrancarme de mi hogar utilizando su fuerza y a sus súbditos como en los cuentos de terror y, así, oscurecer el sol para siempre hasta el día de hoy. Nadie se ocupó de dejar en el camino migas de pan para saber regresar a mi hogar o quizás se las comiesen los pajaritos de la primavera evaporándose con mis sueños. No sé porqué motivo llegué de nuevo a una casa gris con muchos niños solos que lloraban muchas veces y sólo habían adultos que nos vestían y alimentaban y nos sacaban alguna vez en una guagua a algún sitio, no muy lejano, de excursión.
Me pregunto hoy si mis recuerdos responden sólo a un sueño como el de Alicia en el País de las Maravillas, tampoco sé ya si aquello que viví fue real, si mi madre, mis hermanos, mi abuela, mis primos, mis tíos han llorado alguna vez por mí porque yo si lo he hecho por ellos, en silencio ya que aquí no importa que grite, chille o llore porque de este castillo, detrás de las montañas, es muy difícil salir. Aunque ya casi ni lloro y apenas río, me confunde todo y no se encontrar la respuesta. Me he acostumbrado al silencio, a hacer siempre lo mismo, a obedecer a rajatabla, a no romper la rutina pero me doy cuenta que algo me falta, algo que tuve y no tengo.
Así que queridos Reyes Magos este año les voy a pedir un deseo especial y es que le den eco a mi voz, que tomen forma mis sueños, reconstruir el puzzle de mi vida porque no sé armarlo yo sola, les pido unas alas para volar y descubrir porqué las lágrimas han inundado mi rostro y todo mi paisaje desapareció un día de primavera. Quiero saber si las personas aquellas aún existen…Me gustaría ser una niña como las demás, como las que veo cuando salgo de paseo o en la tele porque ya con 9 años sé lo que no quiero y no quiero el carbón de la soledad, del desespero, de la pena, de la angustia.
Ábranme las rejas de esta jaula y permítanme recuperar mi memoria porque sé que soy una Niña y me he enterado que tengo derechos que significa que son cosas que nos corresponden por ser pequeños y vulnerables como el derecho a una familia estable, a un hogar. Derecho a sentirme amparada, a que me cuiden y protejan, a que se respeten mis afectos y sentimientos. Sé que tengo derecho a una vida digna como dicen los mayores y creo que hablan de ser feliz y sobre todo creo que tengo derecho a no cambiar nunca más de amigas, ni de colegio, ni de familia, a conservar mis recuerdos, mis peluches y fotografías, a sentirme querida y que los adultos que decidan por mí lo vean, lo valoren y no me vuelvan a dejar sola en un camino oscuro donde no se encuentran las respuestas a tu miedo y no se escucha tu llanto.
No quiero andar por la vida perdida ni convertir mis sueños en calabazas así que en estas Navidades me gustaría darme cuenta que soy una persona, que tengo voz y deseos, sueños y esperanzas, quiero encontrar el camino de nuevo, abierto y repleto de margaritas donde mi ansiado Winnie de Pooh me está esperando en un rincón de mi cama en algún lugar que conozco pero que no sé llegar sola.
Por Piedad y por muchos niños y niñas en semejantes situaciones.
Soledad Perera. Enero 2011
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