Por Lorenzo Gonzalo (*). Recortar las inversiones sociales, como la educación, la atención médica mínima para los más necesitados y entrenamiento laboral, para la Administración estadounidense, son aspectos que no parecen corresponder al estimado real que tienen los depositarios del Poder en Estados Unidos. Los subsidios para nuevas investigaciones científico técnicas y la financiación para poner en marcha nuevas producciones, parecen asuntos que aún conservan la importancia económica evidente para ayudar a mitigar la crisis e impulsar la maquinaria laboral, pero no ocurre lo mismo con estos sensibles aspectos sociales.
Estos asuntos se posponen porque el espejismo creado por las obligaciones de sostener el poder en determinadas manos o sector, impide ver las realidades. Entonces todos los esfuerzos se concentran en cómo preservarlos para esos grupos o personas y las consideraciones de aquellas áreas que no producen de inmediato pero son sostén de las producciones del futuro, pasan a segundo plano.
La diferencia en relación a crisis anteriores, es que Estados Unidos nunca había estado tan endeudado como en la actualidad. Los miles de millones de dólares que cuestan las dos guerras y el estado de beligerancia creado por las tensiones entre Corea del Norte, Irán y el problema israelí – palestino, se añaden a la crisis nacional que confrontan ciudades, condados y cada uno de los 50 estados.
Lo que viene sucediendo es un círculo vicioso. La derecha conservadora se queja de que los sindicatos con sus exigencias salariales, obligan a trasladar las empresas a mercados menos exigentes por tratarse de países de bajos recursos, cuyos trabajadores requieren de menos para obtener niveles de vida inalcanzables para las grandes mayorías de sus ciudadanos. Critican un sistema educacional que no da frutos porque los procesos de evaluación se condicionan a los alumnos menos dotados o menos dispuestos a concentrar sus esfuerzos en una superación cultural que esté acorde con las necesidades de la nación. Como resultado, señalan, el país va quedando rezagado con relación a China, India, Vietnam, Corea y otros.
Los llamados liberales, juegan al populismo y chocan con las limitaciones impuestas a un estado que no puede intervenir con rigor en los procesos económicos, hasta tanto la crisis se hace insuperable como ocurrió en el caso de la industria automotriz y el sector financiero. Si los conservadores se quejan de que los trabajadores exigen salarios que exceden la labor que realizan, los liberales se quejan de los millonarios bonos que reciben los que nada hacen, excepto jugar en la bolsa y crear falsas expectativas al sistema productivo. También se quejan de los millonarios cheques de los grandes jefes corporativos, los cuales tampoco se relacionan con sus funciones directrices.
En medio de estas refriegas, el poder se mantiene unido. No hay conspiraciones, ni tensiones sectoriales dentro de las esferas gobernantes. Aun cuando los militares, los servicios de inteligencia, los directores de la política exterior, los expertos y asesores económicos y la variedad de grupos corporativos, tienen sus opiniones y jalan a su favor, los mecanismos decisorios conservan su gestión. Esta realidad, aun cuando innegablemente significa un bien, también pone trabas a la realización de reformas y cambios. La movilidad para la transformación económico – política está constreñida. No es el caso de Europa y otras naciones, donde existen partidos y agrupaciones sociales poderosas, con ideas discrepantes al sector de Poder. En Estados Unidos no existe la oposición real y el Poder como tal no tiene mecanismos para canalizar ideas o propuestas divergentes.
Los vicios heredados por años de sedimentación inadecuada minan los mecanismos que pudieran contribuir a cambios positivos. Mitigar la quiebra económica de los gobiernos se hace casi imposible, por la madeja de intereses y sobre todo de malos hábitos creados cuando nadie competía con el Coloso del Norte.
Para el ciudadanos estadounidense medio, gobierno es sinónimo de privilegios que no se corresponden con las realidades. Los sueldos y beneficios económicos de los funcionarios públicos se tragan literalmente los presupuestos de las ciudades. Nadie tiene el poder para retirar los beneficios de jubilación de un ejército de empleados que mantienen ingresos similares a los obtenidos durante los años de labor activa. Esas personas, durante sus años laborales, no solamente reciben ingresos desproporcionados a sus ocupaciones en comparación con la media, sino que mantienen esos privilegios durante la jubilación.
Además de este lastre económico, ¾ partes de los pagos realizados por el gobierno, terminan en los bolsillos de contratistas del sector privado, cuyos ingresos son tan privilegiados como los oficiales.
Lo dicho hasta aquí es solamente una modesta visión de la problemática confrontada por la superestructura gobernante. Mientras esto sucede continúan moviéndose los intereses que periódicamente provocan crisis y que, al margen de las consecuencias que sus acciones significan a largo plazo, repiten las mismas prácticas que las originaron.
La otra diferencia con las anteriores crisis, ya lo hemos señalado, es la existencia de un mundo económicamente competitivo alrededor de Estados Unidos, que lo obliga a cambiar sus políticas internacionales y nacionales. También debemos agregar la existencia de una ciudadanía con accesos informáticos que, tarde o temprano y casi siempre más temprano que tarde, se entera de los malos manejos y de las políticas erradas de la maquinaria gobernante.
En el pasado, grandes imperios y civilizaciones con un enorme poder, sucumbieron a la ceguera de sus dirigentes y la corrupción que el poder tiende a generar.
En la actualidad los niveles de conocimiento pudieran impedir que esas cosas sucedan y de hecho, países como China, Vietnam y Cuba han demostrado su capacidad para mantenerse en sintonía con los gobernados. Los niveles de conocimiento adquiridos por el ser humano, el enorme acervo cultural, científico y técnico, sistematizado en academias y universidades, indicaría que evitar desastres semejantes es posible. Sin embargo, en el Coloso del Norte todavía no vemos claros que pueda existir ese entendimiento.
(*) Lorenzo Gonzalo: periodista cubano residente en Miami y sub director de Radio Miami.
(Foto © Virgilio PONCE)
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