J. Luis Real Baltar * / Artículo de opinión.- Nos encontramos a pocos días, quizá horas, de que se apruebe, ya por decreto, ya por pacto entre Gobierno, CEOE, CCOO y UGT, la reforma del sistema de pensiones.
Esta reforma, casi con toda seguridad, traerá aumentos y reducciones. Los aumentos serán en la edad a la que los trabajadores y trabajadoras se podrán jubilar, así cómo en los tiempos de cotización necesarios para acceder a la pensión mínima y máxima posibles según el caso. Las reducciones son consecuencia directa de los aumentos y de la actual situación de falta de puestos de trabajo. El aumento de los años a cotizar supondrá que mucha gente no podrá completar ese máximo que parece ser rondará los 40 años frente a los 35 actuales, por lo que será sancionado con los famosos coeficientes reductores de forma que su pensión será menor que la que el sistema actual le habría otorgado.
Gran relevancia tiene en esta cuestión que actualmente haya más de 4 millones de parados y paradas y que la situación de gran desempleo no parece vaya a revertirse en muchos años y, cuando lo haga, no será para alcanzar el objetivo del pleno empleo, sino más bien para volver a las cifras de antes de la crisis y que estaban por la mitad del paro actual.
Disponer una reforma del sistema de pensiones tal y cómo la ha planteado el Gobierno, sin tener en cuenta las otras posibilidades, que las hay, de hacer que dicho sistema sea público, eficiente, justo y duradero, es cerrar las puertas de acceso al mismo a una o varias generaciones que en la actualidad y en un futuro seguirán padeciendo la inestabilidad laboral, económica, social y personal que suponen la falta de trabajo y la persistente eventualidad contractual. Una o varias generaciones que podrían recibir el calificativo de Generación Sin-Sin: sin trabajo, sin pensión, que pasarán seguramente más de allá de los 67 años sin haber completado las cotizaciones exigidas, y por ello se encontrarán al final de su vida laboral con unos recursos insuficientes para vivir dignamente el tramo final de su vida natural.
Especial hincapié hay que hacer en que son los trabajos de baja cualificación, bajo salario y dureza en su desarrollo, aquellos que mayor índice de eventualidad tienen, y que el estar en esa baja cualificación no atiende en muchos casos a una decisión personal, sino a las circunstancias familiares, sociales y económicas que motivan la entrada en el mercado de trabajo a edad temprana pero con pocas posibilidades de fijeza. Esto, con la reforma de las pensiones prevista, determinará que las desigualdades sociales aumenten, por lo que habría que incrementar los recursos destinados a cubrir las carencias de los jubilados y jubiladas de esa misma generación o generaciones Sin-Sin. Eso o condenarlos a la indigencia.
* J. Luis Real Baltar es Secretario de Acción Sindical CNT Canarias.
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