Eloy Cuadra / Artículo de opinión.- 60 parlamentarios autonómicos tenemos en Canarias, de ellos, según los datos que manejo, 44 con dedicación exclusiva cobrando algo más de 50.000 euros al año contando la rebajita del pasado verano, aunque como ya se subieron ellos mismos el sueldo en igual cuantía en 2008 pues como diría el señor Mota, “las gallinas que entran por las que salen”, y no está nada mal 50.000 euros para dos sesiones parlamentarias al mes. A todo esto quedan 16 sin dedicación exclusiva, que, o bien pertenecen al Consejo de Gobierno o bien no les compensa renunciar al sueldo que perciben por otra profesión y no tienen un salario fijo, aunque sí se llevan dietas. Las dietas, que varían según la isla de residencia: así, los de Tenerife cobran 60 euros por sesión plenaria si tienen dedicación exclusiva y 139 si no la tienen; los de Gran Canaria 83 o 185, y los de las islas menores 113 o 225. Según me informo por aquí, las dietas se ajustan en función de lo que cobran los taxis, y digo yo: ¿es obligatorio que sus señorías viajen en taxi? Bueno, ahora repitamos el mismo o parecido cálculo para Cabildos, Ayuntamientos y Estado, donde no están sólo los cargos electos, pues si algo hemos aprendido en estos años es la cantidad de formas distintas que hay para nombrar a un político o allegado al poder, como directores generales, subdirectores, directores adjuntos, viceconsejeros, secretarías técnicas, consejos económicos, adjuntos a secretarías, asesorías personales, portavoces, delegados, subdelegados, secretarios de los delegados, adjuntos a los secretarios, etc., etc., etc., para un total de 126.045 funcionarios públicos en Canarias en las distintas administraciones, la 7ª autonomía en la relación funcionarios por habitante, 48 por cada 1000, que no está nada mal. Aunque eso sí, en el ratio de parados e inactivos por habitante somos los primeros.
Y bueno, si olvidamos a los funcionarios y nos quedamos sólo con los políticos, la pregunta es: ¿para qué necesitamos tantos? Si ya sabemos que la economía manda y decide sobre la política. Mandan los Mercados, los caprichosos e impredecibles mercados, ese monstruo de apetito insaciable al que hay que echarle de comer a cada poco recortes sociales, privatizaciones y bajadas de impuestos, para calmarlos y que no les de por hundir a ningún país más. Metidos en una crisis interminable buscando recortar gastos de todos lados, ¿por qué no ponemos equipos de expertos en economía en cada Administración y dejamos las demás áreas en manos de subcontratas, voluntarios o asociaciones que cobren menos? Piénsenlo un poco, no es tan descabellado como parece, lo que ocurre es que estamos tan acostumbrados a esta “clase” de clase política que pensar en otra manera de hacerlo nos parece poco menos que imposible. Se nos olvida ya que en los orígenes de la política, en la Atenas clásica los que la inventaron no cobraban sueldos, entre otras cosas porque la mayoría pertenecían a la aristocracia ateniense y no necesitaban más dinero, pero también porque la política era tenida por la más alta y noble actividad a la que el hombre podía aspirar, y se hacía por vocación, por amor al pueblo, por el bien de la ciudad. ¡Y cuanto ha cambiado el cuento!
Y digo yo: ¿por qué no volver a los políticos por vocación, sin dedicación exclusiva o con un sueldo mínimo básico, ahora que vemos que la acción política no es tan importante como nos habían vendido, ya que todo pasa por la economía? ¿Acaso no funcionan bien hoy muchísimas organizaciones gracias a la dedicación y el trabajo desinteresado que le ponen sus responsables? Pensemos en muchas ONG –que no son lo mismo que las OSG: Organizaciones Sí Gubernamentales- en las que se trabaja de manera voluntaria, por vocación –también llamada amor a los Otros-, y sin dinero o con muy poco se consigue ayudar y hacer feliz a mucha gente. ¿Y cuántos no lo hacen igual por amor a la naturaleza, o a la cultura popular, o porque sienten con las mujeres que sufren o con los que duermen en la calle? ¿Para qué tantos “profesionales” de la política? Y ya no vale el discurso que decía que había que tener bien pagados a los políticos para evitarles la tentación de corromperse, pues como vemos y a tenor de los casos que vamos sabiendo (Bragagate, Lifeblood, Las Teresistas, Gurtel, Marbella, Wikileaks, y así en un largo etcétera de concesiones urbanísticas, recalificaciones, comisiones y adjudicaciones a dedo), la codicia y la bajeza moral del político no tienen límite conocido.
Pero lo cierto es que, en un mundo donde ya sólo importa el dinero, los Mercados necesitan a los políticos para que legitimen sus absurdas leyes, y bien se encargan aquellos de que éstos sigan todos donde están, sin poner ni un mínimo de ética en sus acciones. De donde, cabe pensar, que de existir otra “clase” de clase política no tan fácilmente corrompible y que no se arrodillara tanto, los Mercados no lo tendrían tan fácil para fastidiarnos como lo hacen, y las cosas probablemente irían mejor. La política volvería a ser una actividad bien reconocida y la gente volvería a creer. Supongo que entonces, en este sueño feliz que planteo, empezarían a bajar los índices de abstención electoral que tanto parecen preocupar –o no- a los políticos, y no tendríamos a una juventud desencantada que mayoritariamente dice de ellos –el 71% según un reciente estudio- que buscan antes sus propios intereses o los de su partido que el bien de los ciudadanos.
En fin, son cosas que pienso pero, olvídenlas si quieren, tal vez no sean más que desvaríos de un utópico irreductible.
Eloy Cuadra, un ciudadano en prácticas
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