Francisco González Tejera * / Artículo de opinión.- Cuando el cineasta, Carlos Reyes Lima, tomó su arma de combate para rodar imágenes y entrevistar a las víctimas del fascismo en aquel antiguo municipio de Gran Canaria, algo escondido brotó de las piedras y caminos viejos, las ganas de sacar del alma un sufrimiento silenciado por años de represión configuran toda una memoria intima, la “Memoria Interior” que todas las personas que hemos sufrido el fascismo en nuestra propia familia llevamos muy dentro en nuestro viaje por la vida.
La sangre derramada de nuestros familiares asesinados nunca se ha secado del todo y ha estado presente en lo más profundo de nuestras conciencias, ha seguido latente como un puñal clavado que no mata pero revuelve una herida invisible.
Por eso algunos próceres siniestros de la memoria y que juegan a recuperadores de la historia para cubrir frustraciones e intereses personales, nunca podrán entender el sufrimiento de las familias de los represaliados por el fascismo, seguirán siempre pase lo que pase pensando en la rentabilidad, en la tajada, en el negocio de la sangre roja de los revolucionarios para un beneficio individual o colectivo que huele a putrefacción social.
Afortunadamente hemos sabido encauzar ese camino y no nos hemos dejado manipular por los feriantes del pasado, figurantes de una miseria grabada a fuego en la piel de tanta gente que ha sufrido la dictadura franquista, que ha luchado y lucha por la democracia y la libertad hasta las últimas consecuencias.
Todavía recuerdo el primer palo que me llevé de los esbirros del régimen en aquella manifestación estudiantil en la calle Triana, como se me nubló la vista de rabia cuando pateaban los grises a aquella frágil compañera tirada en el asfalto junto a La Madrileña, como la liberamos y la sacamos entre patadas y golpes de la horda policial, como corrimos hasta Las Rehoyas huyendo de los botes de humo y los disparos de bala. Tenía 16 años y todavía tengo presente el sabor amargo de mi boca, el sudor frio, el miedo, las miradas de los camaradas apaleados y la sangre, siempre la sangre en nuestras ropas de jóvenes revolucionarios de aquellos días de vino y rosas.
Toda esa memoria está brotando como un rio rojo de sangre ante los ojos estupefactos de Reyes Lima, que ya casi no tiene huecos para armar tantos sentimientos, tanta ternura revolucionaria. Una “Memoria Interior” convertida en puro cine combativo, sesenta minutos de amor que en pocas semanas se convertirá en un nuevo acontecimiento para seguir cambiando el mundo.
Francisco González Tejera
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