Francisco González Tejera * / Artículo de opinión.- “(…) y no limpiarán sus manos toda la lluvia del sur, toda la lluvia del sur”.
Víctor Jara (Preguntas por Puerto Mont).
Aquella noche fría de noviembre en Arona el médico del pueblo, José Rivera, de 31 años, descansaba de un día de mucho trabajo, con aquellos pacientes conocidos y buenas gentes obreras, jornaleros humildes y sus familias a los que en muchos casos no cobraba. El viento helado cortaba el ambiente y golpeaba intenso en las ventanas, cuando sonaron los golpes en la puerta y los gritos de los falangistas de Acción Ciudadana, que lo sacaron entre empujones y burlas de su casa ante la mirada atónita de su esposa.
Cuando el médico de los pobres entró en el camión flanqueado por hombres armados que lo golpeaban salvajemente, se encontró con dos caras conocidas, las del maestro y agricultor, Manuel Solana de 70 años y su esposa, Pilar García, de 65. Los dos aparecían golpeados y con lágrimas en los ojos por el maltrato de los esbirros.
Los tres habían sido secuestrados por este grupo de fascistas sin escrúpulos, para pocas horas después en esa tétrica noche del 2 de noviembre de 1936 ser asesinados salvajemente en el Barranco de La Tahona, junto a un gigantesco cardón. Al parecer y según los datos de la tradición oral de este pueblo del sur de Tenerife fueron quemados vivos después de ser torturados.
Al día siguiente de esta ejecución clandestina un joven de la zona encontró restos de ropa quemada, un plato de soldado con sangre, unos zapatos del número 42 y un sombrero, justo donde actualmente se encuentra una cruz de madera colocada hace muchos años en homenaje a la memoria de estas víctimas del franquismo.
La mancha de grasa de sus cuerpos estuvo muchos años grabada en el roquedo como un resto de que algo terrible había sucedido, un reflejo de ternura y un recuerdo imborrable entre tanta desolación y muerte, un lugar sagrado en la memoria histórica de los aroneros de la época, que lo sentían en su conciencia colectiva como un símbolo del terror del fascismo contra tres de sus vecinos más honrados y ejemplares.
Este crimen horrendo orquestado por un grupo de asesinos facciosos supuestamente dirigidos por el jefe de Acción Ciudadana de Arona, un practicante sin titulación, clama justicia después de tantos años de olvido y daña en lo más hondo de sus corazones a los hijos del doctor Rivera, José Ramón Rivera Peraza, de 74 años y su hermana, María del Carmen Rivera Peraza, de 81, a los que les encantaría poder enterrar los huesos de su padre junto a los de su madre. No piden tanto y sería de justicia recuperar esos restos olvidados intencionadamente por la administración pública, como casi siempre en connivencia con una oligarquía cómplice de este genocidio, que todavía no ha podido limpiar del todo las manchas de sangre de sus manos asesinas.
(Fuente: Diario de Avisos - La Cruz de La Tahona - Simón Zamora).
Francisco González Tejera
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