René Behoteguy Chávez* / Artículo de opinión.- En este mundo las personas se pueden dividir en dos tipos, las que se mueven por principios y las que se mueven por intereses. Las primeras que, por cierto, son cada vez más escasas, son aquellas capaces aún de perjudicarse a sí mismas con tal de ser consecuentes con lo que sienten y piensan. Sobre las segundas, se puede decir que tienen esquemas de valores y principios extremadamente flexibles y que se acomodan a lo que, en determinado momento les conviene o no.
Habrá que apuntar que quienes se mueven por intereses, siempre justifican sus acciones apelando a supuestos principios que ocultan sus intenciones de fondo porque, si las confesaran probablemente sufrirían la desaprobación generalizada. Esto en las esferas de poder se hace más que evidente. Quiero decir que, la opinión pública norteamericana y de los países europeos, difícilmente hubieran aprobado las invasiones de Irak o Afganistán si, dichas potencias, plantean que estos conflictos se originan en los intereses económicos y estratégicos de las empresas transnacionales en los territorios mencionados. Es decir que el fin último de la guerra es siempre el dinero y el poder. Es así que prefieren ocultar sus intereses apelando a supuestos postulados de principios como “la defensa de la democracia”, “la paz en el mundo”, la estabilidad global” y otro tipo de discursos que, generalmente, encierran evidentes contradicciones pero que, se irradian repetidamente a través de los medios de comunicación que ellos mismos controlan para convencer, por cansancio o adormecimiento a la población.
Desde esta lectura, el discurso que viene emitiendo en la actualidad el gobierno de Rodríguez Zapatero ha dado un paso insospechado, no sabemos si hacia la sinceridad o, directamente al absoluto cinismo político. Porque, tanto en el tema del Sahara Occidental como en la batería de reformas y recortes presupuestarios y de derechos sociales que viene aplicando ha dejado claro, por primera vez, que antepone claramente los intereses por encima de los principios.
Es así que, con verdadera sorpresa, hemos visto tanto al presidente Zapatero como a sus ministros, aclararnos que, para ellos en el conflicto del Sahara ocupado, los intereses económicos de España están por encima de todo y que, con tal de defender dichos intereses, están en disposición de pasar por alto temas básicos del entramado de principios que sustentan supuestamente la estructura social democrática del estado, tales como el respeto y cuidado de los derechos humanos, la defensa de la libertad de expresión y la libertad de información y prensa. O, por decirlo más claro, que están dispuestos a permitir que, en un territorio sobre el cual tienen responsabilidad, dado que no se concretó su descolonización, se practique la tortura, el asesinato, el encarcelamiento extrajudicial, se acalle cualquier voz disidente y se restrinja la entrada de los medios de comunicación que puedan dar fe de lo que realmente está pasando. Todo ello, en virtud de lo que denominan como “intereses nacionales”.
De igual manera, en el ámbito interno, despojado de todas sus caretas, el gobierno psocialista contraviene toda la base de principios que, históricamente, ha postulado y dan origen a su propio nombre, y arremete contra la clase trabajadora con graves medidas de recorte de derechos sociales, que sumadas a unos presupuestos que debilitan la educación y la sanidad pública, y obligan a mayores sacrificios en quienes son supuestamente su base social. Miren ustedes que coincidencia, anteponiendo los mentados “intereses nacionales” a sus propios principios fundacionales.
No obstante, hay algo que a Zapatero le falta decirnos para ser del todo sincero y es que los “intereses nacionales” no existen.
El falso discurso de los intereses nacionales
En una sociedad organizada del modo en que lo está la actual, quiero decir, con claras y marcadas diferencias de clase, los intereses de los más desfavorecidos, es decir de los que no tenemos más que nuestra fuerza de trabajo para ofrecer, no solamente no son los mismos sino que, por el contrario, son contrapuestos a los intereses de los dueños de los medios de producción. Es decir, lo que conviene a los trabajadores, difícilmente o nunca conviene, a su vez a los empresarios, porque, y me voy a permitir citar el primer libro que imprimió el señor Gutemberg: “Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro”, por los hechos, queda claro a quién ama y se entrega, por una parte, y a quien aborrece y desprecia el actual gobierno.
Y es que miren, a mi me cuesta mucho visualizar qué es lo que pierdo yo, y la gran mayoría de los que habitamos en el estado español, si Marruecos abandona el Sahara occidental y lo devuelve al control de sus legítimos pobladores, es decir el pueblo Saharaui. Y es lógico, porque no soy dueño de ninguna flota de barcos que pesque en las aguas de los territorios ocupados, ni tengo industrias que procesen fosfatos para fertilizantes. Es decir, desde mi condición de trabajador, que vive de un salario y si no lo cobra no tiene como llegar a fin de mes, me siento mucho más cercano a los miles de trabajadores y trabajadoras saharauis que montaron el campamento de Gdeim Izik exigiendo derechos que me son afines. Y que, lo que para el señor Zapatero es interés de todos realmente se corresponde con los privilegios de unos cuantos empresarios, que se lucran, además, con el dolor y la miseria de un pueblo despojado.
De igual manera me cuesta entender por qué, los que tenemos que hacer y rehacer cuentas para ver como estiramos hasta el último euro para llegar al día 30 de cada mes, tenemos que apretarnos el cinturón, y aceptar que deberemos jubilarnos más tarde y con menos dinero para, en un acto de solidaridad sin precedentes, apoyar al Estado en la loable misión de entregarle recursos a los pobrecitos banqueros y empresarios que lo están pasando fatal, en la difícil digestión que les ha provocado el festín de la especulación financiera e inmobiliaria que han venido practicando con el beneplácito y la complicidad de quienes gobiernan. Pues, miren por dónde, aquí también se puede ver con la misma claridad que en el ejemplo anterior, que nos quieren convencer que, los intereses de una determinada clase social, son los intereses del conjunto.
Es por eso que prefiero seguir en la trinchera de los principios porque, desde allí, podemos decir como don Atahuallpa Yupanqui que: “nadie debería escupir sangre, pa`que otro viva mejor” y que, puestos a defender intereses, mejor hacerlo con los de aquellos de nuestra misma condición, es decir los trabajadores y trabajadoras, sean estos saharauis, marroquis, canarios o de cualquier parte del mundo mundial, que eso finalmente es lo que nos toca.
* René Behoteguy Chávez, es miembro del Colectivo de Inmigrantes de Intersindical Canaria.
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