David Delgado / Artículo de opinión.- La gran crisis capitalista que está provocando que los cimientos del sistema se tambaleen, y que aboca a la pobreza, al paro y al hambre a cientos de millones de personas de la clase trabajadora y el campesinado alrededor de todo el mundo, ha precipitado a nivel internacional que la realidad socio-económica y política se haya transformado radicalmente y que contemplemos como la historia contemporánea entra implacablemente en una nueva era.
Reconocer y comprender, a la luz del materialismo histórico, la dimensión de los cambios que están teniendo lugar, es fundamental para desarrollar una política acorde con los nuevos tiempos y no mantener posiciones propias de una época ya pasada.
Asimilar que la profundización de la crisis, la agudización de la lucha de clases, el paulatino desmembramiento del antiguo orden unipolar hegemonizado por EEUU y, el desarrollo, en su lugar, de un nuevo orden multipolar, así como la evidencia de que la contradicción entre el grado de desarrollo de las fuerzas productivas y las propias relaciones de producción del sistema capitalista en su fase terminal es cada día más palpable, implica la necesidad de vislumbrar que, tanto la realidad del movimiento obrero y socialista, como de los diferentes sujetos políticos y corrientes ideológicas que representan a las diversas clases sociales, entran (o terminan) en una nueva dinámica que se corresponde con la actual fase de desarrollo.
Estamos viviendo momentos determinantes: el ocaso del imperialismo estadounidense y del imperio del dólar; el ascenso cada vez más tangible de las potencias emergentes; la imposibilidad de salir de la crisis capitalista sin una salida socialista de la misma; la actualización del socialismo cubano; la consolidación de las ideas socialistas y antiimperialistas en Latinoamérica y Asia; la creciente recuperación ideológica y organizativa de la clase obrera y sus representantes en Europa; la intensificación de la lucha saharaui por sus legítimos derechos; los fracasos políticos y militares del imperialismo euronorteamericano en distintas partes del globo (Irak, Afganistán, Cuba, Venezuela, Corea del Norte, China, Vietnam, etc.) con el fortalecimiento de espacios e instituciones de cooperación económica solidarios y no injerencistas; el preludio del fin de la socialdemocracia, de los sindicatos pactistas y del eurocomunismo; el trasvase de buena parte de la pequeña burguesía a las filas del proletariado y la radicalización de este grupo social; etc.
A nivel local podemos constatar notoriamente los cambios políticos, económicos y sociales que están teniendo lugar.
Ya se acabó para siempre, y esto ya lo reconoce hasta el propio presidente del Gobierno autonómico canario, Paulino Rivero, la etapa económica de crecimiento y relativo bienestar asociado al boom de la construcción y del turismo, en la cual, a pesar de que la tasa de parados y de pobres ya era elevada, grandes capas de asalariados, autónomos y pequeños comerciantes, sin grandes privilegios y con mucho esfuerzo, disfrutaban de cierta estabilidad laboral y económica. Esto no significa que antes de estallar la crisis en Canarias se viviera de lujo, pero sí al menos con la necesaria capacidad adquisitiva y las posibilidades que permitían que la gente fuera tirando hacia delante. Sin embargo, ahora Canarias, a nivel europeo e internacional, se encuentra entre las regiones con mayor tasa de paro, de pobreza, de trabajadores precarios y además cuenta con una economía dependiente totalmente colapsada por un modelo productivo que ya no da más de sí.
En el plano político también son muy visibles los cambios. El movimiento obrero y la izquierda organizada, se caracterizaba por la desorientación, desideologización progresiva, la desmovilización, el sectarismo, la división y los pequeños proyectos electorales sin rumbo ninguno. Todos tenemos nuestra parte de responsabilidad en ello, pues no se trataba de un problema de una u otra organización concreta, sino un problema de ideas, tendencias, inercias y vicios nefastos que neutralizaban al movimiento político organizado de izquierdas. Ahora, en cambio, la izquierda anticapitalista está inmersa en un proceso unitario, todavía en pleno desarrollo, madurando a trancas y barrancas, que está tomando la iniciativa, se está organizando, y creando unas condiciones que pueden posibilitar la conformación de un Frente político. Todo ello en un escenario social en el cual los trabajadores salen cada vez más a la calle a movilizarse y la burguesía, a través de sus partidos y sus sucursales renegocian un Pacto Colonial con fecha de caducidad.
Es de suma importancia, por lo tanto, entender que la clase obrera ahora, tiene una conciencia y una problemática diferente a la de hace 3 años. Y que, por lo tanto, hay que superar los viejos métodos para conquistar a las masas. No vale la forma de hacer propaganda, agitación, de convocar, de dirigir y orientar que se utilizaban hace años, porque los trabajadores han demostrado su rechazo a esos procedimientos, y no están equivocados, éramos nosotros, quienes conformamos la vanguardia organizada de los trabajadores, quienes lo hacíamos mal.
La burguesía tampoco es la misma, ni aquí, que anda a caballo entre vendernos como neocolonia a EEUU convirtiendo de facto al archipiélago en una base de operaciones de sus agencias gubernamentales, y encajar como colonia en la moderna Unión Europea, ni en el resto del mundo, donde ha declarado la guerra a la clase trabajadora y a sus organizaciones, en una ofensiva económica y militar inusitada.
La juventud canaria ya no es la misma. Los sindicatos (cualquiera de ellos) ya no son los mismos, pues se está poniendo en duda hasta su propia existencia. La pequeña burguesía, para su desgracia, tampoco es la misma. Los trabajadores asalariados se están revolucionando. La guerra de clases pasa a un primer plano en decenas de países. Y lo más importante a tener en cuenta para no autoengañarnos, consciente o inconscientemente: esto es sólo el principio.
Las arcas públicas se seguirán saqueando para salvar y enriquecer a la banca y a las grandes corporaciones monopolistas; el paro aumentará; se endurecerán las contrarreformas laborales; durante años habrá recortes presupuestarios en obras públicas e infraestructuras, gasto social y salarial, etc.; crecerá la represión y persecución contra las organizaciones y militantes de la izquierda anticapitalista; y los problemas que hace unos años los veíamos como los problemas de pueblos y países remotos que aquí afortunadamente no teníamos, los padeceremos considerablemente.
Es muy importante que los comunistas y el conjunto de la izquierda anticapitalista sepamos en todo momento cuales son las tareas que nos corresponden, y la tarea pendiente que tenemos que seguir fortaleciendo en Canarias es la configuración de un Frente Unitario de Resistencia Popular, pues de lo contrario las contrarreformas, recortes y disminuciones salariales que nos han impuesto hasta ahora, serán una minucia comparado con lo que nos impondrán si lo permitimos atados de pies y manos.
Y en el camino de la unidad de la izquierda y la agrupación en torno a un proyecto político con perspectivas reales, se convierte en una obligación política organizarnos para retomar la bandera de la solidaridad con la causa saharaui junto a la comunidad saharaui de Canarias, para darle una dimensión política al asunto, en lugar de asistir ciegamente a las movilizaciones sectarias, unilaterales, apolíticas y “pacifistas” que organizan sujetos políticos que responden a los intereses de los enemigos del pueblo.
* David Delgado es miembro del Comité Central del Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias (PRCC)
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