Canarias Insurgente: Algunas peculiaridades de nuestro tiempo y de muestro espacio.

Carmen Moreno Martín / Artículo de opinión.- En Estados Unidos, tras varios meses de liberaciones sobre la constitucionalidad o no de la inyección letal para la pena capital, el tribunal supremo de ese país se ha pronunciado diciendo que no, que la inyección letal no produce sufrimiento y que por lo tanto se puede seguir aplicando. En consecuencia, las ejecuciones se han reanudado. ¿Morir ejecutado produce sufrimiento? ¿La pena capital va contra los derechos fundamentales de las personas? ¡Ah, se siente, esa no era la cuestión!. En ningún momento se planteó el alto tribunal la constitucionalidad o no, la aberración o no, el ultraje o no hacia los derechos humanos de la pena de muerte en sí misma y esa parte del ojo por ojo y diente por diente sigue en vigor.

Es curioso el idioma inglés y como suenan algunas palabras de ese idioma en el nuestro. La palabra política, en plural, en inglés es policy. La palabra policía, en inglés es police. Ambas, políticas y policía suenan en inglés casi igual. Por otro lado, la palabra paz en español, que en inglés es peace, suena en ese idioma como nuestra española pis. ¿A quién puede extrañarle pues que algunas políticas se conviertan en represiones policiales, como las políticas y leyes sobre emigración – inmigración; las políticas y leyes antiterroristas; y que los esfuerzos de algunos políticos en lograr la paz no sean más que grandes meadas?

En la antigua Birmania, hoy Nyamar, la cifra de muertos que dejó el ciclón Nargis asciendió a más de 100.000 y la de heridos y afectados a más de un millón; pero la ayuda internacional se murió –y sigue muriendo- de pena en Tailandia porque el gobierno de Nyamar no permitió que se distribuyera por nadie más que por su ejército… Para solucionarlo, Bush propuso que sus fuerzas militares realizaran una “invasión humanitaria” que consistiría en invadir Birmania para poder ayudarla, bueno, lo de Bush y su obsesión compulsiva a las invasiones se entiende, pero lo que no se entiende ya tanto es lo de la ONU que tardaron meses y meses tratando de buscar una solución para establecer un corredor de ayuda humanitaria, a la vez que EEUU y otras naciones querían ayudar mandando sus ejércitos allí…Y yo pregunto: ¿no es hora ya de que le cambien el nombre a la ONU y en lugar de “Naciones Unidas” pasen a llamarse “Naciones en perpetua discordia”?

Desde que Montesquieu dibujara el Estado democrático y moderno con su separación de poderes, lo común, si se quiere ser un Estado de derecho al uso, es que los tres poderes que lo constituyen –Ejecutivo, Legislativo y Judicial- sean independientes, estén separados y sean elegidos por el pueblo en quien se supone que radica la soberanía. De manera que esos tres poderes separados, independientes y elegidos por la soberanía popular, son la estructura incuestionable que vertebra y hace andar a buen paso al Estado, esto es, sus tres pilares fundamentales.

Pues bien, o nuestro Estado se compra una silla de ruedas o no veo cómo va a poder realizar andadura alguna. ¿Qué por qué lo digo? Muy fácil: lo digo porque en nuestro país esos tres poderes andan más mezclados que un café con leche y todos ellos sin excepción se diluyen en políticas interesadas y pervertidas. Porque el procedimiento por el que son elegidos por “el pueblo” –véase jueces, por ejemplo- es irrisorio, injusto y desproporcionado y escasamente democrático. Y porque, por si lo anterior fuera poco, el poder judicial hace aguas por todas partes con una acumulación de sentencias descomunal, con unos procedimientos administrativos internos decimonónicos y con unos errores judiciales que estremecen.

Pero lo más sorprendente y aberrante es que en treinta años de un supuesto funcionamiento democrático “perfecto” no se haya dado nadie cuenta de todo ello hasta ahora, o si se la ha dado, no haya tenido ninguna presencia mediática, ni ninguna repercusión en los poderes públicos hasta hoy.

¿Y qué pasa hoy? Pues no pasa nada. O dicho de otro modo, pasa que las propuestas que deberían cambiar las cosas en el sentido de democratizar realmente al poder judicial, de dotarnos de una ley electoral proporcional, democrática y justa, y las propuestas para convertir el Estado en uno laico real, o son tan vagas e imprecisas que no cambian nada o brillan por su ausencia; vamos que el Gobierno actual no ha dado palo al agua al respecto, ni en los cuatro años anteriores en los que también fue gobierno, ni en los dos que lleva en la legislatura actual. Ha cacareado, pero el huevo o los huevos siguen sin ser puestos. Claro que sus predecesores –Felipe González y José Mª Aznar, ni siquiera cacarearon al respecto… Aznar, concretamente, la única reforma de la justicia que emprendió fue la de arrimar cuantas más ascuas –digo jueces- a sus sardinas, mejor por un interés partidista y anhelante de poder que resulta aberrante. Una oposición que se ha pasado los cuatro últimos años boicoteando todo intento de reforma del poder judicial y del Tribunal Constitucional por no perder “las ascuas” –digo jueces- que había conseguido meter en ellos cuando gobernó.

Claro que, los esfuerzos actuales del gobierno de hoy, tampoco parecen girar hacia verdaderas soluciones, sino hacia cambiar unas “ascuas” –digo jueces- por otros que les sean más propicios. ¡Flor de independencia del poder judicial, la que tenemos!. Y mientras, los juzgados siguen repletos y desbordantes de sentencias dictadas hace años, pero que no se cumplen, y demás menudencias. Con razón dicen los gitanos –y este es un dicho muy antiguo- cuando quieren maldecir a alguien “Que tengas muchos juicios y los ganes”.

En cuanto a la ley electoral y a lo del Estado laico, para que voy a hablar…

Me temo pues que a los consabidos males de un Estado, al nuestro tendremos que añadirle el que permanezca inválido largos años sin esos pilares tan sólidos de Montesquieu que le permitan andaduras más propicias no para él, sino para los ciudadanos, haciendo de la política una policía a interesada conveniencia de quien ostente el poder, y haciendo de la paz pública una gran meada; que ahogados en pis seguro que protestaremos menos…

Pero claro, la culpa no es de los políticos ni de los estados; la culpa es del lenguaje o de los reyes católicos, o a saber… Que la culpa es muy negra y nadie la quiere, pero en cualquier caso, la culpa es de todos, de los políticos o policías, y nuestra: de los ciudadanos.

Carmen Moreno Martín alias Hannah
23 de octubre de 2010