J.M. Álvarez * / Artículo de opinión.- Claudia Cadelo, burguesita, colega de Yoani Sánchez (la de la larga melena y vetusto marido), necesita un pañuelo para enjugar sus lágrimas, tras contemplar, atónita, la enorme cantidad de jóvenes que asistieron al acto celebrado en la Universidad de La Habana para ver y oír a Fidel.
Dice (pobrecita...): “La guerra nuclear (...) Al que se la crea bien, y al que no, el miedo o el oportunismo le hará el trabajo sucio (...) Sin embargo la tramoya de su acto se deshace en los rostros de esta audiencia veinteañera aburrida, que no se siente en deuda, que añora salir del país por cualquier puerta y cuyo recuerdo de una confrontación nuclear se reduce a una película llamada Lisanka. El compañero Fidel se enfrenta a un público al que le importa un pepino su mortalidad incomprendida y su augurio de hecatombe atómica.”
Hombre, algo de sueño deberían tener porque los jóvenes que allí acudieron, se habían levantado a las 4 de la mañana para no perderse las palabras del viejo comandante. Y motivos para sentir temor por una hecatombre nuclear existirá mientras Estados Unidos (hacedor de guerras y el mayor terrorista del mundo) no elimine sus más de cinco mil ojivas nucleares. Lo contrario es (como se dice en España) ”pasotismo” una postura indiferente, utilizada y alimentada por la oligarquía. Mejor un joven borracho que uno sereno, éste puede pensar.
Opinar que esa aterradora situación nuclear que pende sobre nuestras cabezas, no es relevante y que denunciarlo consiste en una maniobra de distracción, es propio de una mente irresponsable. Claudia “pasa”. No podía ser de otra manera. Ella se identifica con los rones y disfraces de las calles 23 y G y ve “segurosos” hasta debajo de la cama porque quien la dirige desde fuera, le dijo que sus bobadas escritas van a derrumbar la democracia popular cubana.
Lo que le ocurre a esta mujer (bonita, pero corta de estatura y más corta de cerebro) es que se pasa el día hablando de desilusiones juveniles. Matizo: desilusiones de jóvenes alienados, de alcohol y marihuana, tontos útiles del fascismo, que lucen vaqueros rotos y cuya máxima aspiración es vagabundear por esos mundos de dios, para acabar tirados entre cartones en algún lugar. Esos no aportan ninguna crítica positiva, sólo su egoísmo. En cambio otros, con aretes o sin ellos, con el pelo pintado o sin pintar, el otro día la dejaron en ridículo. Por eso llora.
J.M. Álvarez
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