Teodoro Santana * / Artículos de opinión.- Cuando hace un año, con el artículo La unificación de los comunistas en torno a la consigna de la República Socialista Canaria, iniciamos nuestra política de unificación comunista y reagrupamiento de la izquierda anticapitalista, hubo voces que nos recriminaban nuestro supuesto “arrastramiento” ante el PCPC y el PCC que, aseguraban, iba a terminar en la pura y simple desaparición de nuestro partido. En el mejor de los casos, consideraban nuestra política unitaria como puro “buenismo” por nuestra parte, condenado al mayor de los fracasos.
Hasta ahora los hechos contradicen tanto lo uno como lo otro. A pesar de todas las dificultades, el clima político ha ido cambiando y la política unitaria se va abriendo paso, como pone de manifiesto la popularización del Bloque Comunista. Y en ese camino, ni nuestro Partido ni las organizaciones comunistas hermanas se han debilitado, sino todo lo contrario. Cierto que la crisis económica imperialista empuja en esa dirección como una necesidad insoslayable pero, precisamente por eso, la política unitaria no es para nosotros una cuestión de buenos deseos, sino un asunto estratégico.
El que ahora cuaje esa política, cuando hasta hace poco todos los llamamientos a la unidad caían en saco roto, se debe al cambio de etapa histórica. Un cambio de época que pone la unidad como la cuestión central al orden del día, lo que perciben la mayoría de los sectores más avanzados de la clase obrera. La unidad es hoy una política de éxito, cualitativamente superior a la práctica y las concepciones dominantes en las décadas pasadas.
Esa necesidad unitaria se expresa de forma especialmente evidente en la unidad de acción de los sindicatos cara a la Huelga General del 29 de septiembre, y puede consolidarse a futuro a la par que lo haga la Plataforma Sindical Unitaria que, con pasos aún vacilantes, empieza a cuajar. A la fuerza ahorcan: la brutal ofensiva puesta en marcha contra los salarios, las pensiones y los derechos laborales, obliga a cerrar filas y organizar una Resistencia Popular los más amplia y firme que podamos.
Pero a la vez que los tiempos nuevos se imponen de forma acelerada, como humanos que somos nos cuesta adaptarnos a la nueva realidad y a las nuevas exigencias en políticas y métodos de trabajo. Los viejos resabios sectarios, de pura y simple competencia entre siglas y organizaciones, siguen infiltrados en nuestros hábitos como disimulados agentes de la CIA. Los resabios, las heridas sin restañar, la falta aún de una profunda comprensión de lo que ocurre y hasta las manías personales, acechan constantemente para torpedear el camino de la unidad. Desde luego, nadie dijo que fuera a ser fácil.
Y, por si fuera poco, en el camino acecha el calendario que impone el Estado burgués, en forma de elecciones autonómicas y locales. Un auténtico test para una unidad aún embrionaria. Y una prueba que, inexorablemente, genera su propia locura. Acabado el mes de agosto, la obsesión electoral se apodera de las distintas organizaciones, en muchos casos dispuestas a competir en el circo electoral aunque sea para competir por unos cientos de votos, aunque sea quedándose por detrás del Partido de la Marihuana.
En las elecciones se agudizan las tendencias centrífugas. Se pierde la perspectiva de que se trata de unos comicios atados y bien atados por la oligarquía a través de los desmesurados costes de las campañas electorales, en las que quienes no cuenten con el respaldo de los millones de euros de la banca y de los monopolios no tienen opción alguna.
Metidos en la vorágine, unos se aprestan a justificarse ante sus direcciones estatales, otros sueñan con un puestito de concejal y otros, simplemente, aspiran a sacar un voto más que sus “enemigos” de toda la vida (y cuanto más cerca ideológica y políticamente, más “enemigos). La cosa es competir, y competir a modo y manera de las grandes máquinas electorales burguesas.
Da igual que, de esta forma, comicios tras comicios, se esté condenado al fracaso. De que el desproporcionado esfuerzo realizado deje a las organizaciones de la izquierda cada vez más débiles y exhaustas. Llegan las elecciones y todos a correr. Y a correr divididos. Ese viejo tic era insuperable hasta ahora.
Y digo hasta ahora porque lo que se nos acerca como una enorme dificultad puede y debe ser una gran oportunidad para afianzar el camino de la unidad de los comunistas y de toda la izquierda anticapitalista canaria en un amplio frente de resistencia popular, que debe empezar a cuajar en la Huelga General del 29-S.
La unidad es una ecuación de ganancia neta, en la que todas las organizaciones salimos fortalecidas. Y, sobre todo, es el único camino para empezar a conectar de verdad con la mayoría de nuestro pueblo. Desde luego, no se habla de una unidad meramente electoral, oportunista, que una vez más se disuelva como un azucarillo al día siguiente de las elecciones. Y para la que hay que ir construyendo comités unitarios, acciones unitarias y debates unitarios que lleven a un Programa Común de combate.
Incluso si no se consigue en pocos meses una unidad completa de toda la izquierda, alcanzar acuerdos unitarios parciales sería todo un avance. Con el mismo empuje que trabajamos por la más amplia unidad, mantenemos la suficiente sangre fría para afrontar todos los obstáculos y todos los pasos atrás que coyunturalmente se produzcan.
Suele ocurrir históricamente que lo nuevo aún no tenga la suficiente fuerza para imponerse y lo viejo aún tarde en caerse. Y si queremos ahorrarnos una larga agonía de lo viejo, habrá que deshacerse de los viejos tics, liberar la mente y revolucionarnos.
Persistiremos, porque la cuestión no es si la unidad es posible o no, sino que es necesaria. Y porque no en balde llevamos la palabra “Revolucionario” en el nombre de nuestro partido, convencidos de que la revolución es la unidad, y que la Unidad es la Revolución.
(*) Teodoro Santana es miembro del Comité Central del Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias (PRCC)
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