Francisco León / Artículo de opinión .- La historia reciente de la Biblioteca Pública de Icod comenzó mal, hace de esto ya unos nueve años, y ha acabado peor.
Comenzó mal, digo, porque, cuando los bibliotecarios de esta entidad recibimos la noticia de que por fin el antiguo Convento de San Francisco iba a ser restaurado para albergar los fondos documentales de todos los icodenses, no pudimos imaginarnos que, una vez rehabilitado el edificio, fuéramos a encontrarnos con semejante chapuza.
Los técnicos que en su día habían llevado a cabo el proyecto de remodelación del convento no pensaron en ningún momento en las necesidades infraestructurales que necesitaría el nuevo inmueble de la biblioteca. Olvidaron, por ejemplo, elementos tan simples como la calefacción del edificio, el aislamiento de las humedades, un sistema eléctrico adecuado o la iluminación específica para la lectura.
El resultado fue una biblioteca -por llamarla así- en la que no se puede leer porque toda luz es insuficiente, el frío se hace intolerable durante los meses de invierno, no existen tomas eléctricas para los usuarios en las salas y las humedades y goteras arruinan los documentos. (No seguiré por no cansar.)
Aún así, quienes en aquel tiempo nos vimos en el compromiso de comenzar la nueva andadura de la Biblioteca de Icod, hicimos de tripas corazón y emprendimos el trabajo con renovado entusiasmo y nuevos proyectos. Hasta tal punto fue así que llegó a ser vox populi entre los bibliotecarios de la isla que la Biblioteca de Icod se había convertido, en menos de dos años, en un modelo de gestión, innovación y creatividad para el resto de las bibliotecas públicas de Tenerife.
¡Tiempos de ilusión y compromiso aquellos que me tocaron vivir junto a mis compañeros de trabajo!
Pero una nueva biblioteca, más grande y con más servicios, necesitaba también mayor respaldo por parte de nuestro Ayuntamiento. Por esos días, un conocido y rancio socialista icodense me dijo desvergonzadamente: «Las bibliotecas no dan votos y las fiestas sí». Una frase que siempre me ha parecido una burla a los ciudadanos, más que un insulto.
Después de unos años de trabajo duro y continuos desacuerdos entre los bibliotecarios de Icod y los políticos locales de entonces, el proyecto modélico e innovador que habíamos fraguado acabó por morir de inanición.
Quien esto escribe ahora, siendo coordinador de las bibliotecas de Icod y director del Museo Emeterio Gutiérrez Albelo, dimitió de sus cargos asqueado por verse en el deber diario de convencer a los políticos de turno de las bondades de una biblioteca moderna y eficaz. Y tras mi dimisión, desde luego, vino la progresiva disolución del equipo humano que logramos conjuntar en aquella época.
La coordinación de la Biblioteca de Icod pasó a manos de Olga Márquez, a quien corresponde la responsabilidad de responder hoy por la grave situación en la que se encuentra la entidad documental más importante de todos los icodenses.
La Biblioteca de Icod lleva varios años sumergida en un coma cultural y funcional descorazonador y tristísimo.
Sin embargo no son estos sus mayores problemas. El asunto más grave es la pérdida de su catálogo informático: miles y miles de fichas que son, hoy en día irrecuperables, una labor que llevamos a cabo obstinadamente los antiguos bibliotecarios durante más de diez años de paciente y riguroso trabajo. La pérdida del catálogo, producida por las malas prácticas informáticas de los bibliotecarios actuales, convierte a la Biblioteca de Icod en un simple almacén de libros.
Pero mi indignación ha explotado cuando he sabido que desde hace varios años, en la biblioteca pública icodense no se ha catalogado un solo documento ora porque sus bibliotecarios no sabían hacerlo, ora porque no tenían ganas, ora porque los programas informáticos habilitados a tal fin por el Cabildo estaban ―incompresiblemente― fuera de servicio.
Servicios como el préstamo interbibliotecario, la consulta catalográfica o la búsqueda de información selectiva habían dejado de existir hace ya tiempo, bien por desidia, por incompetencia o por mera ignorancia de los responsables de la Biblioteca.
Una biblioteca desinformada es la negación del principio bibliotecario más básico. A esa negación contribuye el hecho de que durante unas largas semanas, los usuarios que visitaban la biblioteca para consultas de Internet -el más básico de todos los servicios- encontraron que los ordenadores, unos diez terminales, no funcionaban. Estos días -¡menos mal!- parece que el problema ha quedado solucionado.
Ante las narices de nuestros políticos locales, la sustracción de libros, la pérdida de materiales y el extravío de la documentación bibliotecaria son en la actualidad el pan nuestro de cada día. Nadie -es decir, ninguno de los bibliotecarios actuales- sabe si tal o cual libro existe o no existe en la biblioteca de Icod. Lo cual es, llanamente, una vergüenza para la biblioteca que fue una vez el modelo de otras como la de Garachico, Los Silos, Guía de Isora, Los Realejos...
Para colmo de males, los servicios bibliotecarios más generales se hayan suspendidos porque -simplemente- no existe personal cualificado al cargo.
Antes de marcharse para su casa, la última bibliotecaria en funciones que cerró las puertas del Convento de San Francisco dejó pegado un cartel en la puerta con el que excusaba la suspensión de los servicios. En el mensaje podía observase una falta de ortografía bastante embarazosa, selebración con «s». Para muchos ciudadanos -no sólo para mí- claro indicio este, síntoma revelador, cabría decir, de la valía intelectual de quienes dicen ser los custodios públicos de nuestra cultura, empezando por la coordinadora de la Biblioteca, Olga Márquez -quien, a mi juicio, debería presentar su dimisión de forma inmediata-.
Un usuario de la Biblioteca ha colgado recientemente en su blog una foto del cartel aludido arriba con su falta garrafal ortográfica, y debajo el lema: «Sin comentarios». Creo que está a la vista de todos que la situación de la Biblioteca ha llegado al punto cero, por llamar a la catástrofe de alguna manera.
Sin embargo, sí que hay comentarios que hacer, y muchos. Desde estas líneas hago llegar a la Concejala de Cultura de Icod, Isabel García, y a nuestro Alcalde, Diego Afonso, mi más profundo malestar ante esta lamentable situación. Estoy convencido de que ambos ediles sabrán dejar a un lado sus rivalidades y estrategias políticas -los icodenses ya no son niños inocentes- para alcanzar una resolución definitiva sobre nuestra Biblioteca. Los ciudadanos ya hemos comprendido qué significa la frase «la biblioteca no da votos», pero es nuestro patrimonio documental y cultura escrita lo que está en juego, y deben ser tratados como corresponde a un pueblo civilizado, y no como una mera arma arrojadiza contra los socios de gobierno ahora y enemigos en las próximas elecciones municipales.
En fin, que animo a Diego Afonso y a Isabel García, por tanto, a que se conviertan en los artífices de tal restablecimiento: tomar las decisiones oportunas para elevar a la Biblioteca de Icod a la función que le corresponde históricamente: la de ser modelo bibliotecario y cultural del Norte de Tenerife.
Francisco León
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