David Delgado / Artículo de opinión.- El máximo órgano judicial de la ONU, la Corte Internacional de Justicia de La Haya (CIJ), dictaminó de forma no vinculante el 22 de julio, con los votos favorables de 10 jueces de un total de 14 del Tribunal, que la declaración de independencia de Kosovo del 17 de febrero de 2008 no viola las leyes del derecho internacional porque “no hay norma” que prohíba las declaraciones de independencia. Visto así, da la impresión de que vivimos en un mundo profundamente democrático en el cual el derecho a la independencia está salvaguardado, y que la decisión de Kosovo es fruto de la voluntad mayoritaria popular. Pero no es así ni en un caso ni en otro.
Lo primero que tenemos que tener claro, es que la ONU y el Tribunal de La Haya son dos organismos controlados, dirigidos y manejados a su antojo por las potencias imperialistas, y que por lo tanto, aunque todos los países del mundo tengan representación en mayor o menor medida, las decisiones más importantes las toman EEUU y sus aliados, así como que las resoluciones de la Asamblea General y los dictámenes de la CIJ se cumplen sólo si estas potencias lo permiten. Dos ejemplos elocuentes son el abrumador rechazo al bloqueo estadounidense sobre Cuba y las continuas condenas a la política sionista, que tanto EEUU como su socio Israel las ignoran completamente.
Por lo tanto, lo que habría que analizar es quienes son los instigadores de la independencia de Kosovo, a quien interesa la segregación de este territorio, y traer a colación el carácter clasista que impregna a todos los procesos de liberación nacional, que están siempre impulsados por los intereses de una sola clase social, de varias en alianza o, por la coincidencia eventual del conjunto de la población por razones nacionales, en cuyo caso cada clase vela por sus propios intereses.
La independencia de Kosovo la han reconocido tan sólo 69 de los 192 países de la ONU. Son los EEUU y las principales potencias de la Unión Europea en peso quienes la han reconocido, mientras que la mayoría de África, Asia y Latinoamérica (el conocido como tercer mundo) no lo ha hecho. Serbia y Rusia, obviamente, también rechazaron el dictamen, al igual que otros cinco estados europeos (entre ellos el español) por diferentes razones, aunque con la sincronía de que todos tienen “problemas” internos de reivindicaciones de autodeterminación. O sea, que sólo el 32 por ciento de los miembros de la ONU apoyan la independencia de Kosovo y aplauden la declaración de la CIJ.
La independencia de Kosovo forma parte de la estrategia imperialista de EEUU y la OTAN en la región, como lo fue la genocida invasión que dirigió la organización militar terrorista en 1999. Desde esa sanguinaria invasión hasta hoy, Kosovo no es más que un protectorado extranjero que alberga una extensa red de bases militares, entre las que destaca la de Camp Bondsteel, que representa, desde la derrota en Vietnam, la base más cara y grande de los EEUU, y que fue construida por Halliburton muy cerca de oleoductos tan importantes como el de Trans-Balcanes. Los planes para implantar esta base se remontan a los años previos al bombardeo sobre Yugoslavia.
Tras 74 días de bombardeos incesantes, con el ejército yugoslavo a punto de retirarse de Kosovo y la rúbrica de un acuerdo militar entre Belgrado y la OTAN, EEUU y las potencias de la alianza atlántica promovieron en el Consejo de Seguridad de la ONU la Resolución 1422, que declaraba el mantenimiento del estatus jurídico de Kosovo como parte integrante de Serbia, pero que en la práctica lo ponía bajo la administración de la ONU y los soldados de la OTAN. Con la separación definitiva del territorio kosovar, la hegemonía de EEUU-OTAN sobre la región alcanza ahora su máximo esplendor.
En aquellos días estuvo a punto de desencadenarse una guerra de dimensiones internacionales por la pugna de las diferentes potencias sobre Pristina, capital de Kosovo. Las unidades rusas estacionadas en la vecina Bosnia avanzaron hacia la capital kosovar y las tropas del contingente británico de la KFOR -siglas de la fuerza de ocupación de Kosovo- respondieron apuntándoles con sus cañones hasta que el comandante supremo de la OTAN ordenó un asalto que no se produjo finalmente por la responsable “desobediencia” del comandante británico de la KFOR.
La desintegración y fragmentación total de la antigua Yugoslavia plurinacional y multiétnica interesa enormemente a EEUU y la Unión Europea. Cualquier nación que escape de la influencia de EEUU y la OTAN en el control de los Balcanes es sensible a la organización de movimientos terroristas separatistas.
La realidad es que la independencia de Kosovo, aunque satisface las pretensiones políticas de los albaneses, no será aceptada por los kosovares que viven miserablemente en un recién creado Estado totalmente improductivo, donde reina el desempleo y la pobreza. Se equivocan aquellos que de forma ciega saludan la unilateral declaración de independencia de Kosovo y el dictamen de la CIJ, porque no están aplaudiendo el éxito de un pueblo por la consecución de sus legítimos derechos, sino legitimando una operación orquestada por los imperialistas, que en ningún caso sentará un precedente para los pueblos colonizados y oprimidos que luchan porque se reconozca su derecho a la autodeterminación. Si acaso, se refuerza la estrategia de los imperialistas de fomentar la independencia de las regiones que les interese.
Que los políticos de la burguesía soberanista catalana y vasca salgan a la palestra congratulándose de la independencia kosovar, en unos momentos en los que su poder se resquebraja frente a un poderoso centralismo, es normal, puesto que en ningún caso se trata de sectores antiimperialistas. Que lo hagan sectores de la pequeña burguesía que se dicen de izquierdas, es más lamentable. Pero en ningún caso los comunistas y los anticapitalistas de cualquier ideología política podemos caer en el error de confundir los procesos legítimos de liberación nacional por la soberanía y la independencia de los pueblos con los procesos imperialistas de creación de Estados artificiales por sus mezquinos intereses.
Y esta lección si es muy importante para los canarios que vivimos en un territorio donde la independencia nacional es defendida desde organizaciones comunistas y socialistas hasta sectores de la burguesía, que en un momento determinado, si el ajedrez internacional viese muy alterado su juego, pudiera ser víctima de la misma estrategia estadounidense que conocemos.
Los comunistas tenemos el deber de apoyar todas las luchas revolucionarias de los pueblos de las colonias y las naciones oprimidas por la independencia y el socialismo y, al mismo tiempo, la obligación de combatir todas las maniobras separatistas de los imperialistas que buscan apoderarse de los recursos y las riquezas naturales de todas las regiones del mundo y establecerse militarmente en todas partes.
Si en Canarias se organiza un amplio movimiento social que reivindique la independencia, dirigido por un Frente político de izquierdas anticapitalista y antiimperialista, oponerse a ese proceso sería contrarrevolucionario y absolutamente anticomunista. Como sería igualmente despreciable apoyar un proceso independentista en el que participe la burguesía colaboracionista de la mano de cualquier potencia extranjera.
Por lo tanto, independencia sí, pero la que reivindican los pueblos del mundo y beneficia a las mayorías. La que, como en el caso de Kosovo, está promocionada por el imperialismo por los intereses de la oligarquía, esa falsa independencia nunca la apoyaremos sino que la denunciaremos hasta desgañitarnos.
* David Delgado es miembro del Comité Central del Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias (PRCC)
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