Francisco González Tejera * / Artículo de opinión.- “Amo a una mujer clara que amo y me ama sin pedir nada o casi nada que no es lo mismo pero es igual”.
Silvio Rodríguez Domínguez
Pasaban los días de finales de los setenta de una noche de invierno frio en aquel pequeño coche de mi padre, con apenas 18 años, nos amábamos en un reducido habitáculo que para nosotros era enorme y cálido. Un lecho tendido de amor con cristales mojados por el calor de nuestros besos, que me hizo descubrir la fabula de los tres hermanos. Aquel sonido, aquel ritmo nunca escuchado, aquella voz también muy joven nos llegaba tan adentro. Un sonido nuevo en mis oídos, canto de sueños y utopías, temas de amor a mujeres y a una revolución ganada con las armas en la mano: madre en tu día no dejamos de mandarte nuestro amor, como gasto papeles recordándote, como me haces hablar en el silencio, como no te me quitas de las ganas, aunque nadie me ve nunca contigo.
Esas canciones entre besos furtivos, entre sueños de adolescente, eran de Silvio Rodríguez, al que conocí a través de aquella mujer desnuda y en lo oscuro, que me dio el primer beso de amor, ese que nunca se olvida y que vive en nosotros para siempre. Unos besos de jóvenes sin dinero que por no tener, no teníamos ni auto radio, colocando un viejo radiocasete sobre la guantera. Cuantas maravillosas canciones escuchamos, lo último de Silvio, aquella vieja canción de Pablo Milanés, Mercedes cantando a Atahualpa, la voz rota de Paco Ibáñez galopando en un caballo cuatralbo contra los fascistas. Sueños para un mundo mejor, una música que me ha seguido siempre y que llevo guardada en un rincón privilegiado de mi corazón.
Ahora con el paso de los años Silvio sigue presente, nos sigue mostrando esa poesía eterna, siempre al servicio de una lucha sin cuartel contra las injusticias, por el amor revolucionario, ese que se paga con la muerte como generosamente la entregó el Che y otros millones, que desde Vietnam a Colombia han regado con sangre heroica las selvas del silencio, las sierras que no tienen fronteras de odio, que se conmueven ante la pobreza de cualquier niño que pase hambre, que se enervan ante el yugo de los poderosos sobre los empobrecidos.
Silvio, sigue regalándonos canciones, envolviéndonos en poemas de amor que nos estremecen, que nos siguen enamorando en estos tiempos terribles, donde la brisa de la revolución sigue flotando leve sobre los sueños de los bienaventurados que siembran para los otros, porque en su semilla quedará un filón de su propio ser.
http://viajandoentrelatormenta.blogspot.com/2009/03/pequena-serenata-diurna.html
Francisco González Tejera
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