Salvador López Arnal * / Artículo de opinión.- Restos de la batalla del Ebro. El diario global, el que fuera diario independiente de la mañana, ha dado cuenta de ello recientemente.
Ciudadanos residentes en la zona del Delta de l’Ebre, en Tarragona, han entregado a la Generalitat catalana, desde la aprobación de la Ley de Fosas catalana, unos seiscientos huesos hallados en campos y caminos de aquellas tierras. Es casi una rutina. "Lo asumimos como una normalidad", ha declarado Carme Pelejà, alcaldesa de la Fatarella, un pueblecito tarraconense donde un laborioso grupo de ciudadanos no cesa ni un instante en su admirable lucha antinuclear y democrática.
En esa zona, ya en aquel entonces despoblada, se calcula que murieron unos 30.000 (¡treinta mil!) combatientes. Los cuerpos quedaron tirados en campos y senderos de montaña. Sus restos, la mayoría de estos restos, se pudrieron. El sol no pudo hacer distinciones.
Se cree que los huesos hallados pertenecen a un mínimo de 63 combatientes. Uno de ellos, no es imposible, pudo ser un campesino oscense republicano, de apenas 20 años, que murió en la batalla. Se llamaba Salvador López Campo. Mi padre me hablaba con dolor y cariño, y rabia contenida, de un hermano desaparecido del que nunca tuvo más noticia que su muerte en combate. En alguna ocasión me explicó que su hermano, casi analfabeto, le había hablado de la poesía de Miguel Hernández y Rafael Alberti
El Gobierno catalán ha localizado durante estos últimos años unas setenta nuevas fosas. En ellas, yacían enterrados, mayoritariamente, combatientes de entre 21 y 45 años. “Tras tratar los huesos y clasificarlos, cada individuo es enterrado con un código que permitiría exhumar el cadáver si hubiera posibilidad de identificación”, se informa. Los restos, muy erosionados tras más de setenta años semienterrados, “pasan a reposar en la cala Fatarella, en el Memorial de Los Camposines”. Reposen en paz en compañía de nuestro recuerdo.
El tenaz e incansable jurista Miguel Ángel Rodríguez lo ha expresado con las siguientes palabras: “[todo esto] viola la Convención de Ginebra pero mucho antes viola la decencia humana” [1]. El nombre común y su adjetivo: decencia, humana. Apenas hemos visitado ese ámbito durante décadas y décadas.
Notas:
[1] Comunicación personal fechada el 1º de Mayo de 2010.
Salvador López Arnal
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* Profesor-tutor de Matemáticas en la UNED y enseñante de informática de ciclos formativos en el IES Puig Castellar de Santa Coloma de Gramenet (Barcelona). Colabora normalmente en la revista "El Viejo Topo" y es coguionista y coeditor, junto con Joan Benach y Xavier Juncosa, de "Integral Sacristán" (El Viejo Topo, Barcelona, en prensa).
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