Luis Alberto Henríquez Lorenzo* / Artículo de opinión.- El grupo español IXCIS (pez en griego, si no me fallan mis ya escasos conocimientos de la lengua que fue litúrgica antes que el latín para la Iglesia universal en los primeros siglos) lleva ya diecisiete años de fecunda andadura musical, proponiendo a la sociedad y a la propia Iglesia eso que se ha dado en denominar música de inspiración cristiana. Ellos mismos, en lo personal y en lo grupal, se autodenominan católicos; y no en vano, quiero figurarme, han elegido un nombre artístico que es toda una declaración de intenciones y hasta etiqueta o sambenito, en el buen sentido, de filiación cristiana, puesto que ixcis, es decir, pez en griego, constituyó, durante los primeros siglos del cristianismo, antes incluso que el signo de la cruz el signo de identidad de los cristianos, aún indivisos, toda vez que ixcis también funcionó como un acrónimo: “Jesucristo Hijo de Dios Salvador” es lo que significaba ixcis como acrónimo, aparte de pez, obviamente, su significado etimológico.
Propiamente según mi gusto estético, la propuesta musical de IXCIS es digna de toda consideración. No obstante, recientemente una de sus canciones ha provocado una riada de reacciones adversas en algunos habituales de un portal digital caracterizado por su fidelidad al Magisterio de la Iglesia (estoy hablando de Infocatólica), dado que en la susodicha canción los del grupo IXCIS se permiten llamar “raza de víboras e hipócritas” a los católicos que se manifiestan fieles al Magisterio, toda vez que en esa misma canción el grupo reivindica planteamientos del todo coincidentes con los de la progresía eclesial: fin del celibato de los presbíteros, reconocimiento de la legitimidad de la homosexualidad, sacerdocio ministerial u ordenado para la mujer, aceptación de la contracepción…
Y como es obvio y como manda alguien como Hans Küng, siempre díscolo y disidente, en su página web (véase) el grupo musical católico acusa a Benedicto XVI de retrógrado que está pastoreando la Iglesia hacia los prados del integrismo y la traición al Vaticano II; al menos, traición a eso tan subjetivo y difuso llamado el espíritu del Vaticano II, puesto que ya pasa por ser como muy descarado acusar al Papa actual de traicionar la letra de ese concilio ecuménico a la vista de que en absoluto es así, con la letra del contenido de ese concilio delante, y no con la cantinela progre de apelar al espíritu del Concilio.
De modo que lo que el grupo musical católico de marras afirma, siempre en su página digital, sobre un documento, de hace años, como el titulado Dominus Iesus, parece un calco, mejor, es un calco de la animadversión de la progresía eclesial contra ese documento magisterial en concreto, en particular, y contra Benedicto XVI en general.
Y sin embargo, la Dominus Iesus no traiciona, a nuestro juicio, ni siquiera el optimismo ecuménico que suele considerarse típico del Vaticano II, cuya Unitatis Redintegratio (documento del Vaticano II sobre el ecumenismo) recoge y actualiza. La de la Dominus Iesus es la perenne doctrina de la Iglesia católica sobre la razón de ser que para ésta tienen la Ortodoxia y el resto de iglesias y comunidades cristianas a la luz de la economía de la salvación, ciertamente, pero sobre todo a la luz de la fidelidad a la Sagrada Escritura, la Tradición y el primado jurisdiccional del sucesor de Pedro: obispo de la primera sede apostólica, como reconoce incluso la gran mayoría de los hermanos ortodoxos, que empero siguen afirmando que ese primado petrino no puede ser sino de honor, algo así como un "primus inter pares" que ellos, en pro del diálogo ecuménico, sí reconocen y que estaría en todo caso por encima incluso, en la unidad y comunión de la Iglesia universal, de las prerrogativas que actualmente asisten al Patriarca Ecuménico de Constantinopla.
De modo que, ante acusaciones y recusaciones tan tópicas y poco fundamentadas como las que lanza el grupo musical IXCIS, ¿a quién sigue molestando la proclamación de lo que la Iglesia, "cum Petrus et sub Petrus", considera verdad inalienable?
Por lo demás, tampoco deja de hacerme gracia el que desde las filas del indiscutible progresismo eclesial se ataque ese documento de la Iglesia apelando a los derechos de la Ortodoxia, por ejemplo, cuando lo cierto es que no hay nada más alejado del progresismo católico (en lo doctrinal, espiritual, disciplinar y cultual o litúrgico) que la forma en que viven el cristianismo los hermanos de la Iglesia Católica, Apostólica y Ortodoxa. Vamos, como comparar el agua y el aceite sería pretender comparar el espíritu y clima o atmósfera de adoración, simbolismo, misticismo, apofatismo -valga el neologismo-, contemplación, "cosmología pneumatológica" e incomparable belleza litúrgica de la Ortodoxia (acaso con su resabio de gnosticismo: la consagración no se puede ver, queda velada detrás del iconostasio), con la propuesta de liturgia reformada, y sobre todo mundanizada, de la progresía católica. Hecha o propuesta en nombre de la fidelidad al Concilio Vaticano II, pero en verdad -en verdad "de facto y de iure", diríamos-, contra ese concilio y contra todos los concilios hasta ahora habidos: leer el Concilio Vaticano II en claves de ruptura con la Tradición y el Magisterio es traicionar a ese concilio y a la propia Iglesia.
Empero, gracias a Dios y al soplo o asistencia del Espíritu Santo (cfr. Juan 21, 1-14), el vicario de Cristo conoce muchísimo mejor que yo -modestia aparte- las exigencias de su sagrado ministerio, y ni que decir que también cada una de las implicaciones y particularidades de todo esto que estoy señalando aquí mismo y ahora.
En fin. Con todo, no puedo resistirme a la tentación de señalar que las mil caras del progresismo, extraeclesial e intraeclesial (aunque se vista de iniciativas jesuitas capaces de cursar invitaciones a periodistas ultraprogres y anticlericales en areópagos supuestamente católicos e interculturales), ya es que me resultan gastadamente tendenciosas y tópicas cuando se escucha a adalides de lo susodicho como Juan José Tamayo Acosta: el pasado martes trece, por la noche, por casualidad lo escuché en una emisora de radio española, cada día que pasa más oficialista -ya sabrán cuál es-. Ni corto ni perezoso Juan José Tamayo sentenció que el celibato de los presbíteros y religiosos no tiene base escriturística, ni teológica, ni histórica (ni magisterial, le faltó añadir). De un plumazo el díscolo teólogo se cargó Mateo 19, 10-12, 1 Cor.7 (y seguro que algunas citas veterotestamentarias más que no recuerdo ahora, pues cito de memoria). Se cargó algunas disposiciones al respecto del Concilio de Éfeso y del Concilio de Elvira, celebrado éste en tierras de lo que hoy es España. Se cargó el Magisterio de los papas del siglo XX... Una pasada, me parece.
Por tanto, todas esas voces críticas y a menudo ácidas, ya sean cantadas, recitadas, proclamadas de mil y una maneras o escritas, y tan desafectas que parecen, más que proféticas, rencorosas, ¿defienden y desean auténticamente el proyecto de Jesús de Nazareth, en fidelidad a la Iglesia, casta prostituta, como afirmaban algunos santos padres de la que es la Esposa de Cristo fundada sobre la roca de Pedro…? Puede que sí, sólo que quien estas líneas escribe tiene cada día más dudas al respecto.
* Luis Alberto Henríquez Lorenzo. Licenciado en Filología Hispánica. Profesor de Enseñanzas Medias. Poeta y escritor. Gran Canaria, Islas Canarias, 20 de abril de 2010.
Comentarios