Luis Alberto Henríquez Lorenzo* / Artículo de opinión.- Ante la noticia, recientemente difundida a través de diversos medios de comunicación, de la denuncia efectuada por la organización civil Profesionales por la Ética (PPE) sobre la concesión, por parte del Ministerio de Educación del Gobierno socialista en el año 2009, de medio millón de euros a la UGT y otro tanto a CCOO, subvenciones que al parecer han sido destinadas a difundir la ideología de género en particular y la asignatura Educación para la Ciudadanía en general, me resulta inevitable volver la vista atrás, mejor, dar saltos hacia atrás en el tiempo suficientes para remontarnos a la época clásica de las luchas sociales y sindicales, y redescubrir una serie de constataciones históricas:
Los sindicatos surgieron –hace ochenta, cien o más años- como respuesta a la explotación perpetrada sobre o contra la clase obrera, a raíz de la Primera Revolución Industrial. Su norte, así pues, ni fue ni quiso ni pudo ser otro que la defensa de los intereses de la clase obrera, en un momento histórico en el que la clase obrera era pobre; es más, a menudo miserable. Una clase obrera oprimida y, por ello mismo, por ser y vivir oprimida, por vivir arrastrada a los pies y caprichos de los patrones, era clase obrera revolucionaria, pues en la lucha revolucionaria le iba poco menos que la dignidad y la vida.
Con el correr de los años y la mejora sustancial de las condiciones laborales, económicas y vitales de los trabajadores, todo ello ya cosa de casi cien años de historias y luchas sociales e incluso más, las condiciones sociales de la inmensa mayoría de los trabajadores, pese a crisis y precariedades coyunturales (la actual, de alcance mundial, sin ir más lejos) y masas o grupos de inmigrantes adolescentes de derechos laborales de justicia, ya no son de explotación; en consecuencia, de las luchas sociales por conseguir derechos se ha pasado a la concertación con la patronal, a las migajas de los convenios colectivos, a las subvenciones...
Así las cosas, el sindicalismo domesticado resultante, en vez de pertinaz e infatigable en el propósito de seguir comprometiéndose radical y militantemente en la lucha por la justicia social y la solidaridad con los empobrecidos, realidad hoy día muy acuciante, parece más bien decidido a comprometerse por mantener la gusticia* del buen nivel de vida, más o menos funcionarial, de los trabajadores con trabajo fijo -por lo común, los sindicatos son insolidarios con los inmigrantes, los parados y otros colectivos en situación laboral precaria-...
De ahí que lo que sorprenda especialmente de la noticia motivadora de la presente reflexión es justamente lo que apuntamos, esto es, el que los sindicatos mayoritarios apoyen la ideología de género y la asignatura Educación para la Ciudadanía aceptando, una vez más, como para no perder las buenas costumbres, subvenciones y más subvenciones, todo subvenciones. La ideología de género y Educación para la Ciudadanía pueden ser, y de hecho lo son, objeto de múltiples controversias, que ahora mismo, en este breve apunte reflexivo, poco o nada vienen al caso; porque es que lo que sorprende y en gran medida decepciona es que las centrales sindicales mayoritarias en España, por cierto que muy poco militantes y muy burocráticas a día de hoy, hagan un día sí y otro también dejación de sus principios sindicalistas más combativos o militantes, y en vez de ello dediquen algunas de sus fuerzas, ni que recordar que desde el apoyo al parecer insustituible de las subvenciones estatales, a promocionar ideología de género y Educación para la Ciudadanía.
Como si no hubiera enormes y enquistados problemas laborales y sindicales que resolver en España… Como si no hubiera, entre los vinculados a UGT y a CCOO sobre todo, alrededor de 300.000 liberados sindicales…
Ni rastro ya de cualquier iniciativa militante sindical.
* Luis Alberto Henríquez Lorenzo. Licenciado en Filología Hispánica. Profesor de Enseñanzas Medias. Gran Canaria, Islas Canarias, marzo, 2010.
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