David Delgado / Artículo de opinión.- En tiempos de crisis, cuando las cosas van peor que nunca, aumenta de forma exponencial el número de candidatos interesados en incorporarse al Ejército profesional en busca de un puesto de trabajo estable y “seguro”, ante la falta de oportunidades en todas las esferas de la producción. Este fenómeno, por lo tanto, es más acentuado en aquellos territorios en las que la recesión golpea con mayor virulencia, como es el caso de Canarias.
Según la Delegación del ministerio español de Defensa en Canarias, las solicitudes para entrar como militares de tropa o en la Marinería se triplicaron, aumentando de 5.526 en 2007 a 16.000 en 2009.
Podríamos decir que para el Estado español (y para cualquier otro Estado) este escenario brinda una oportunidad inigualable de integrar en sus fuerzas represivas a un gran número de jóvenes y adultos que, frustrados y completamente desmoralizados por la ineficiencia del sistema de producción capitalista, contemplan seriamente la opción de enrolarse en el Ejército.
Con la promesa de un trabajo fijo (¡qué privilegio en los tiempos que corren!), la posibilidad de complementar su formación académicamente, y vivir “grandes experiencias” junto a miles de compatriotas, se les convence fácilmente. Si a esto le sumamos una juventud acrítica, despolitizada, precaria, sin conciencia nacional ni de clase, con una alta tasa de abandono escolar, y sin perspectiva revolucionaria, tenemos todos los ingredientes para que se lancen en tromba a alistarse ciegamente creyendo que, tal como pinta el panorama, no es que ésta sea la mejor opción, ¡es que es la única!
Para los Estados, atraer a sus filas en épocas de crisis a las masas desempleadas no es sólo una oportunidad, es también una necesidad. No hay mejor forma de contener el descontento generalizado, y de prevenir que éste se transforme en revueltas o algo aún peor, que ofreciendo la carrera militar como alternativa al paro. De esta manera se refuerza militarmente el Estado por si el ánimo de las masas empeora y hay que ponerse serios, que a fin de cuentas es lo que más preocupa a la clase dominante cuando más peligra su hegemonía (vean si no el envío a Canarias de un destacamento especial de la Guardia Civil de 123 agentes para “concentraciones masivas y graves riesgos”).
Sin embargo, quienes ingresan en el Ejército no tienen, en su mayoría, ni idea de donde se meten, ni saben para quién van a “trabajar” (paradójicamente para quienes provocaron que fuese necesario que se alistaran). Otros sí que lo saben, pero aún así entran por necesidad. Tanto unos como los otros tienen algo muy claro: se pueden jugar la vida en lugares remotos. Pero aún así corren el riesgo, pues no les queda otra. El asunto es muy serio. Tanto como la recesión económica imperialista.
El militar no es un profesional cualquiera. Su trabajo no es producir mercancías o bienes, ni prestar algún tipo de servicio a la sociedad, ni nada por el estilo. Su oficio es el de estar al servicio de la burguesía que detenta el poder del Estado. Es decir, es el peón de banqueros, industriales y demás oligarcas, y deben estar dispuestos, por los intereses de éstos, a morir y matar en cualquier guerra imperialista, sea en Irak, Afganistán o cualquier otro país, o incluso, si fuera pertinente, al pueblo alzado y a los revolucionarios de su propia nación.
En el caso de Canarias, se trata de un hecho especial. Como colonia africana del Estado español, el colonizado pasa a formar parte del Ejército imperialista y colonialista que mantiene oprimido a su nación. El Mando de Canarias no es más que la prolongación en el archipiélago del aparato militar del Poder Colonial. La versión moderna y adaptada de la Capitanía General.
Frente a este interés masivo de la juventud por el Ejército, es imprescindible y urgente la composición de un amplio movimiento juvenil político, estudiantil y social, que venimos reivindicando desde hace tiempo, para articular y organizar una alternativa a este modelo que, por necesidad económica, lleva a miles de jóvenes canarios a plantearse el sumarse a las filas del Ejército de los imperialistas españoles.
No son nuestras tropas, ni nuestro Ejército, como anuncian los medios propagandísticos de la burguesía y el propio Estado. Es el Ejército de los ricos. El Ejército de Juan Carlos I y su corte, de Botín, Francisco Gonzáles y Díaz Ferrán (el mismo que promueve un contrato para jóvenes sin derecho a la prestación por desempleo, sin cotizaciones empresariales a la Seguridad Social, que dure entre medio año y un año entero y cuyo despido sea libre).
Un movimiento juvenil que conciencie a la juventud canaria de las causas que provocaron la recesión y su relación con el aumento de la demanda para entrar en el Ejército. Un movimiento antimilitarista que abogue por unas Milicias Populares al servicio de los intereses de las capas populares y no de la burguesía. Sin olvidar que los militares canarios que se ven abocados a integrarse en el Ejército español, son nuestros hermanos de clase, no nuestros enemigos.
Y una vez más, la unidad de la juventud comunista es indispensable para construir este bloque del cual aún no se han puesto ni los cimientos.
* David Delgado es miembro del Comité Central del Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias (PRCC)
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