Agapito de Cruz Franco / Artículo de opinión.- Hacia el año 1989 surgía en Tenerife esa otra educación que daba salida a las necesidades escolares de un alumnado que, al límite de la educación obligatoria –pero dentro aún de ella-, ni le gustaba, ni le interesaba toda esa enseñanza reglada y de pupitre. Para este alumnado al margen, y abocado a la marginación con todos los problemas añadidos, maestros y maestras de vocación ideaban los denominados “Proyectos de Compensación” o Educación Compensatoria. Se intentaba educar de otra manera, sin la rigidez del aula ni los contenidos oficiales, orientando a la vez al alumnado hacia una profesión y la vida práctica. El Consejero de Educación al que el Profesorado comienza a plantear este tipo de educación y del que recibe todo el apoyo fue Don Luis Balbuena, sin duda alguna el mejor de cuantos hasta la fecha han ejercido este cargo político. Aparecieron en varios núcleos de la isla de Tenerife, pero sería Palo Blanco en Los Realejos y Taco en La Laguna, donde tendrían lugar las primeras experiencias. Con alumnado de los antiguos 6º,7º y 8º de EGB, cuenta Enrique Luis García, uno de sus responsables, entre muchas otras personas, que en el caso de Palo Blanco se llegó a disponer de un espacio de 18.000 m2 donde sembrar próteas e incluso a crear cooperativas agrarias como ocurriría en 1995. Sin salirnos del Valle de La Orotava, Jose Luis Rodilla otro de sus protagonistas, experimentaría este tipo de educación en el Camino Chasna y Benijos donde disponían de las famosas aulas prefabricadas que habían llegado a Canarias desde el Sahara cuando éste era una provincia española. Afirma este maestro, cómo le costó convencer a la burocracia de la Administración de lo oportuno de esta educación, cuando, ante la negativa de aquella a financiarla, le puso el ejemplo de que no existir, se tendría que gastar luego el Estado el triple del presupuesto ante la lógica deriva de esta población marginal y de zonas deprimidas hacia el mundo de la delincuencia y de la que quedaban así, apartados. En 1996 estos proyectos dispusieron hasta de Bibliotecas propias y por esa época también derivarían en los CER –Centros Rurales– y las Tutorías de Jóvenes. Paralelamente nacerían, dentro de esta filosofía educativa, los PGS –Programas de Garantía Social–, hasta que la LOE decidió hacer acabar con esta ejemplar experiencia, reenviando al sistema reglado educativo y a las aulas de los Institutos a un segmento de población que era hostil a ambas cosas. Nuevas nomenclaturas y siglas como PCPI, PCA, PDC, PCE, PCP … aparecerían en el entramado del organigrama escolar, y en donde dentro de este kafkiano galimatías de acrónimos mutantes, a un alumnado se les permitiría titular y a otro no.
Al final, estos PCs, como decisiones de la Administración, han resultado ser un fracaso anunciado, y un quebradero de cabeza para los propios IES. Todo, por haberse realizado esta toma de decisiones bajo una óptica burocrático-política y no educativa, lo que evidencia que el fracaso escolar –aparte de ser fracaso social– tiene un componente esencial, que a veces se ignora: la propia Administración del Estado.
Como experimenté durante el curso 2000/01 en San Juan de la Rambla, lo que significa dar clase en un PGS, voy a tratar de hablar de lo que significó para mí, uno de los mejores años de mi vida profesional.
Considerados marginales muchas veces, los PGS y las Tutorías de Jóvenes constituían la auténtica punta de lanza de la innovación pedagógica. Los Programas de Garantía Social habían nacido, como hemos dicho, al calor de la experiencia de la Educación Compensatoria, pero ya en plena vigencia de la LOGSE y se iniciaron allá por el año 1995. Iban dirigidos a un alumnado entre 16 y 25 años, que, agotadas las posibilidades que el sistema educativo le ofrecía, no había conseguido superar la ESO. Este constituía un 20% de la juventud, la cual tenía en ellos una última oportunidad para integrarse a través del aprendizaje de un oficio en la sociedad. Hablamos pues de jóvenes con riesgo de convertirse en marginados o que podían desarrollar conductas antisociales. El perfil solía responder a un estilo de jóvenes problemáticos, con graves deficiencias escolares, procedentes de sectores desfavorecidos y a menudo conviviendo en familias desestructuradas.
Había tres modalidades: Las de “Iniciación Profesional” -aprendizaje de una profesión- e “Inserción Sociolaboral” –discapacitados- se impartían en la red educativa pública y estaban sujetas a las normativas y controles reglados. El tercero de ellos y mi preferido, el de “Formación y Empleo”, rompía todos los moldes, y estaba más inclinado hacia el mundo laboral, dado que los promotores eran entidades privadas o institucionales que nada tenían que ver con la Consejería de Educación. En este último, el alumnado se pasaba la mitad del curso –6 meses–, trabajando en una empresa a través del oportuno contrato. Al estar fuera de la “escuela”, este programa pasaba a ser coordinado por una denominada Comisión Mixta compuesta generalmente por el Ayuntamiento –Agencia de Desarrollo Local–, la Consejería de Educación y el IES. Tenían un doble objetivo: incorporar a los jóvenes que no habían superado la Secundaria –ESO– a la vida activa, ofreciéndoles una formación básica y profesional, y facilitarles la entrada en el Ciclo Medio Formativo, a quienes lo desearan posteriormente.
Los PGS, no se consideraban estrictamente dentro del sistema educativo, puesto que no formaban parte de sus niveles, etapas, ciclos o grados en que éste se organiza. No eran enseñanza reglada ni académica. Las personas que participaban de ellos estaban a mitad de camino entre el mundo educativo y el laboral, pero más en éste, sobre todo su variante de Formación y Empleo, como se dijo anteriormente. La estrategia por tanto y la pedagogía en los PGS, consistían, principalmente en romper la dinámica que llevaba este alumnado harto a menudo del “aula” y de la “enseñanza”, situándolos en la vida real, teniendo lugar una educación de lo concreto a lo abstracto y, sobre todo, fuera del aula. En los PGS, sobre todo en los de Formación y Empleo en que yo participé, el escenario del aprendizaje era el propio medio ambiente de la profesión que estaban aprendiendo. En mi caso, el área forestal.
En un cursillo al que tuve la oportunidad de asistir en el CEP –Centro de Profesorado–, sobre “Programas de Garantía Social”, los asistentes dejaron claro que “se deben promover becas para el alumnado, pues muchos tienen difícil acceso desde sus viviendas; que debe haber estabilidad, continuidad y voluntariedad en los Equipos Educativos. Debe respetarse la continuidad del Equipo de Profesores así como que los profesionales que vayan a Garantía Social lo hagan porque quieren y no porque por lista les toque, debido a las características y especiales dificultades de los mismos”. El Profesorado también dejó claro que “las dos partes del Programa –lo técnico y lo básico– no deben establecerse separadamente sino que hay que globalizarlas”. En este sentido se esgrimía como condición sine qua non el buen funcionamiento de los Equipos Educativos. Se pedía también que debía existir más coordinación con la Consejería de Educación, que se estableciesen jornadas de iniciación para quienes empezaban, así como hacer entender a los IES, de los que dependían lo que es en realidad un Programa de Garantía Social, y que muchas veces sigue sin entenderse. El profesorado de PGS, resaltó también lo negativo de la prueba de acceso al Ciclo Medio para este tipo de alumnado:” Creemos que sería mejor que la prueba no existiese, y que en su lugar fuese el Equipo Educativo, quien los conoce, el que dijese quien puede acceder al Ciclo y quien no. Muchos se frustran con esa simple prueba. Pueden estar preparados y no la superan.” Tampoco se pueden crear falsas expectativas –se seguía argumentando–, dado como está el mercado laboral hoy en día. En ese sentido también se pedía a la Administración que debía avanzar más en la organización de estos PGS y crear un sistema de fácil acceso laboral a este alumnado dado que es el propio profesorado el que tiene que pasearse de empresa en empresa negociando asuntos. “¿Por qué la Consejería de Educación no estableció nunca un convenio con las Empresas que tienen que ver con las profesiones que se tocan en Garantía Social para que se facilite esta labor?” –terminaba diciendo el profesorado.
Sin embargo, el Gobierno de Canarias, anunció a bote pronto, que por necesidades económicas, de reestructuración del servicio etc. prescindía de el personal docente que había impartido la Formación Básica, siendo los IES quienes debían asumirlo con la plantilla que poseían. Esta decisión supuso que, personas con vocación para esta función y que diseñaron y experimentaron las estrategias pedagógicas que se hallaban en uso, se las eliminaba embarcando a la vez a los PGS en la escasa disponibilidad horaria de los Institutos para este tipo de proyectos y con personal que no lo deseaba. La garantía que ofrecía el profesoradote los PGS con vocación para esta tarea, se vio así truncada. Los PGS se terminaron desvirtuando, se pusieron obstáculos al alumnado al que se le devolvía a un sistema en el que no habían encajado y que se les volvía a imponer. Se constataba a su vez, y según denunciaban en el mundo sindical, cómo, tras la aprobación de la Ley del Menor, sin los medios adecuados para desarrollarla, los discursos del Gobierno en base a que se estaba invirtiendo en mejorar los mismos eran pura demagogia, pues su interés por el ahorro desmesurado en los gastos públicos terminaría por hacer desaparecer un programa educativo que daba respuesta a unos jóvenes con problemas para titular en la ESO.
Los PGS practicaban una pedagogía innovadora. Producto de la misma, se tenía la total constancia de que este alumnado no había fracasado en la enseñanza. Era al revés, era el sistema el que había fracasado con ellos, sistema, en general, que no supo nunca ofrecerles lo que pedían, cómo lo pedían y cuando lo pedían. Solían ser personas bastante prácticas y que arrastraban problemas de índole familiar, social o educativo. En los tres casos, el problema no eran ellos. Era un problema de la sociedad, que por un lado, en la educación ofrecía una metodología tradicional y típicamente “dentro” del aula, que no les interesaba. Querían aprender cosas que les sirvieran. Por otro, en la familia o en el entorno social, no encontraban lo que demandaban e incluso encontraban, lo que no les convenía.
La base de las estrategias pedagógicas, era dejar que fueran ellos mismos y ayudarles a descubrirse a sí mismos. El resto lo hacían solos porque eran personas sanas e inteligentes. Había que despojarles, eso sí, de toda esa pátina de muchos años de “estar en la escuela por estar”. La vida real junto a los recursos que brindaban los Institutos se convertían así en un verdadero aprendizaje. Era siempre duro. A menudo improvisando e innovando, porque con alumnos de PGS no se podía seguir un Programa preconcebido, aunque se tuviese, como se tenía. Era imposible.
Se trataba básicamente de prepararlos para la vida. La expresión reinsertar, que se usaba desde la burocracia administrativa, nunca fue correcta. No se trataba de reinsertar a nadie en nada. Si acaso había que reinsertar a alguien, ese alguien era al propio sistema social y educativo.
Debido a la variedad del grupo en edades, formación, etc. se hacía necesaria una educación individualizada, con unos ritmos de trabajo y de aprendizaje acordes con su nivel de conocimientos, buscando que se sintieran cómodos y se abriesen al profesorado, que pasaba a situarse como uno más del grupo, aunque con el horizonte puesto en su rol de educador. Así la autoestima se colocaba en un lugar central.
Los contenidos que se impartían pertenecían por un lado a la Formación Básica, en la que se trabajaban cuestiones elementales de Lengua y Matemáticas, así como el área Social y Natural. Las primeras eran contenidos más bien instrumentales por los que se buscaba que lo que aprendiesen les sirviera de verdad. Si no, se desechaba. Las Matemáticas, si servían y lo que sirviera de ellas, y, en ese sentido la calculadora era elemental. En Lengua daba igual lo que leyesen –prensa deportiva, local, social...- Lo importante era el hábito de leer. En algún momento, sin que se estuviesen dando cuenta, estarían leyendo algún libro, que, en otras épocas rechazaban... Y de igual forma el expresarse.
La segunda, la social y natural, era más formativa. Tenía que ver con ellos mismos, con el medio ambiente, con la sociedad que les rodeaba, tanto el propio entorno como su participación en él, completando todo con una batería de actividades complementarias.
Otro apartado era la Formación Laboral en la que se tocaban asuntos relacionados con la misma: contratos, primeros auxilios, accidentes laborales, búsqueda de empleo, etc.
El tercero tenía que ver con el área de Formación Profesional Específica. En Canarias, las profesiones que se trabajaban en los PGS eran muchas, desde lo administrativo hasta la hostelería, desde lo forestal hasta la fontanería, desde la albañilería hasta la carpintería, etc.
Sin embargo todos estos avances educativos son ya historia. Como hemos apuntado, el Gobierno, al reenviar estas experiencias de nuevo a los IES de forma reglada y dentro del engranaje de los mismos, acabó por completo con la filosofía de esta educación alternativa y terminó creando de nuevo un problema en la educación. Una vez más estos chicos y estas chicas que hoy pueblan los PCs, no han fracasado en la educación. Es fundamentalmente al revés. Es de nuevo el Sistema, el que ha fracasado con ellos.
Agapito de Cruz Franco
Comentarios