El Palabro / LQSomos.- Hablamos con Luis Puicercús que recientemente ha publicado “Propaganda ilegal” en el Garaje Ediciones, donde cuenta sus vivencias y experiencias durante los casi cuatro años que permaneció en diversas cárceles franquistas, acusado de asociación ilícita y propaganda ilegal.
La vida de Luis Puicercús (Madrid, 1951), está profundamente marcada por la lucha antifranquista, en la que comenzó a participar a los 18 años, militando en el Partido Comunista España (marxista-leninista), integrante del FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota). Tras cursar Bachillerato, y gracias a una beca de la Mutualidad Laboral a la que pertenecía su padre, ingresó en la Universidad Laboral de Tarragona donde, a lo largo de tres años, cursó los estudios profesionales de Artes Gráficas, en la especialidad de Tipografía. Esa profesión, que ya no abandonará en toda su vida, hizo que durante la lucha antifranquista clandestina, tuviese la responsabilidad de trabajar en el aparato central de propaganda del Partido en el que militaba. Descubierta la imprenta por la policía política franquista, detenido y juzgado por los delitos de asociación ilícita y propaganda ilegal, estuvo encarcelado durante casi cuatro años, en el ocaso sangriento de la dictadura (1972-1975).
LQSomos. “Propaganda ilegal”. Itinerario de prisiones, tu último libro, parte de la confección en la clandestinidad de octavillas, carteles y periódicos de resistencia contra el franquismo. Es difícil en 2010 entender cómo se procesaba ese trabajo sin ordenadores ni programas informáticos... ¿Artesanos clandestinos?
Luis Puicercús Vázquez.- Indudablemente. Aunque siempre se habían utilizado procedimientos artesanos para hacer la propaganda clandestina (“vietnamita”, imprentilla de goma, pegatinas hechas a mano o con multicopista), que generalmente no tenía demasiada calidad y, sobre todo, no se podía leer bien. Yo propuse hacer la propaganda con tipografía, esto es, componer los textos con tipos móviles (de imprenta) e imprimirlos con una máquina de sacar pruebas. Tardaba ocho horas en componer y ajustar una página del “Vanguardia Obrera”, por ejemplo, y dos horas en distribuirla... una barbaridad si lo comparamos con lo que se tardaría hoy con los ordenadores y programas informáticos. Los dibujos se hacían grabando a mano materiales como el cuero y el linóleo. Nunca antes se había conseguido una propaganda presentable, legible, con calidad... y sin faltas de ortografía. Fue un gran avance que llenó de orgullo y satisfacción... a aquellos artesanos clandestinos.
LQSomos.- Inicias tus andanzas contra el franquismo en 1968, un año de muchas “peleas sociales” en todo el mundo, que hoy llenan las hemerotecas. ¿Qué considerabas importante en aquella España, con tus 17 años?
L.P.V.- Mis inquietudes empiezan con el asesinato del “Ché” Guevara y la guerra de Vietnam. Luego siguió la matanza de los estudiantes en México, el saludo de los “Black Power” en los Juegos Olímpicos o el asesinato de Luther King. También fue importante el convencimiento de que había que hacer “algo más” contra el franquismo que el hacer chistes fáciles sobre Franco. De ahí a entrar a militar en una organización de izquierda clandestina como el PCE (m-l) y FRAP sólo hubo un paso.
LQSomos.- Tu detención, la DGS, torturas, cárcel, malos tratos, el TOP... y sin embargo lo recuerdas en “positivo” en toda la narración que haces en tu libro. ¿Cómo se consigue llegar a sentir eso, con todo lo que has vivido?
L.P.V.- Lo recuerdo en positivo y sin “victimismo” ni autocompasión. Se consigue teniendo claro que la militancia en un partido revolucionario clandestino puede llevar consigo todas esas consecuencias y eso hay que asumirlo. Era importante mantener la moral muy alta ante el enemigo, los interrogatorios, las torturas o la cárcel, sobre todo para evitar que nos venciesen.
LQSomos.- En septiembre de 1975, estás en el penal de Jaén, aquel nefasto día 27, con las últimas penas de muerte del franquismo que conllevarían las ejecuciones de dos militantes de ETA y tres del FRAP, donde tú militabas. Encarcelado, militante del FRAP... ¿Hay fechas que no se olvidan?
L.P.V.- Esa en especial, no. Significó además un punto de inflexión para la mayoría de los militantes del Partido y del FRAP. Para unos, acrecentar su odio contra el franquismo incrementando su compromiso de lucha para acabar contra los torturadores y asesinos del Régimen y la impunidad con la que actuaban. Para otros, la decisión de dejar la lucha y optar por otros derroteros personales, políticos o sindicales con menos compromiso, menos peligro o esperando otros intereses.
LQSomos.- En 2009 a la familia de José Luis Sánchez-Bravo Solla la Comisión de Evaluación de la Ley de Memoria Histórica le negó la reparación ya que, según el informe de la Guardia Civil, sigue siendo un “terrorista”. A estas alturas, ¿qué juicio te merecen decisiones así?
L.P.V.- Yo creo que es lógico y todo es producto de cómo se llevó la Transición, sin juzgar los crímenes del franquismo, pactando descaradamente, dando todo como bueno y haciendo dejaciones ideológicas, políticas y de principios en aras de conseguir la “democracia” y cerrar las “viejas heridas”. Además, no hay que olvidar que la llamada Monarquía constitucional es la sucesora directa y cómplice de la pasada dictadura.
LQSomos.- Desde la Transición=Transacción de los demócratas “de toda la vida”, la mayoría de los políticos en el Poder, se vanaglorian de haber luchado contra el franquismo y por la democracia. ¿Tantos estabais en los “saltos” y movilizaciones de los 70?
L.P.V.- Existe un tópico que viene a decir que los militantes de organizaciones de la extrema izquierda éramos “cuatro gatos”. Pero la realidad era otra. Fueron muchos cientos los que lucharon, fueron detenidos, torturados, encarcelados, incluso asesinados en aquellos años que mencionas. Luego estaban los que estuvieron agazapados, no hicieron nada, salvo “pintarla” y esperar a que pasase la tormenta para figurar... y estar posteriormente en el Poder. Sería bueno recordar que en todos los años que estuve en prisión no vi a ninguno de aquellos que son hoy dirigentes del partido en el Poder.
LQSomos.- Con la Transición, aparte del “borrón y cuenta nueva”, parece que también se intenta borrar a muchos camaradas, que habían estado activos en la lucha desde los tajos, talleres y fábricas. Borrones a los que tú das luz en tu libro. ¿Dónde está toda esa generación?
L.P.V.- En general se puede decir que los nacidos en la década de los 40 y mediados de los 50 parece que no existimos. Siempre se suele hablar de “los de la Guerra Civil” y “los de la Transición”, y la nuestra parece que fue una “generación perdida” para la causa de la lucha contra el fascismo. Para ser justos con la Historia deberíamos afirmar que fuimos, si acaso, una “generación puente” que tuvo mucho que decir y aportó su “granito de arena” en la lucha por una sociedad distinta. Parte de aquella generación “puente” sigue luchando por otros canales distintos de los establecidos a pesar de que, como se dijo desde el Poder “el que se mueve, no sale en la foto”. Pues pese a quien le pese nos movimos y nos seguimos moviendo y tal vez algún día habrá que desenterrar el “hacha de guerra” que nos hicieron enterrar contra nuestra voluntad.
LQSomos.- En “Propaganda ilegal, itinerario de prisiones” haces un relato ameno y muy documentado de nombres, fechas, horas, después de casi cuarenta años. ¿Memoria o siempre tuviste en mente este libro?
L.P.V.- Cuando el 2 de noviembre, nada más entrar en Carabanchel, con una acusación de asociación ilícita y propaganda ilegal y con una más que probable petición fiscal de seis a doce años de cárcel (al final, fui condenado a seis años), me propuse fijarme muy bien en todo lo que aconteciese entre aquellos muros, recordar nombres, situaciones o anécdotas para recordar y nunca olvidar. Y eso mismo lo seguí haciendo al ser puesto en libertad y durante los últimos 35 años, además de preguntar e intentar seguir poniendo caras a los nombres y nombres a muchas caras. Quería saber lo más posible sobre mis años de militancia y el tiempo pasado en prisión. En los últimos años ha ocurrido algo curioso entre los militantes de la izquierda más consecuente que lucharon contra el franquismo en aquellos años: el olvido. Ha sido un fenómeno que no ha ocurrido un día concreto o en una fecha en particular. Simplemente se ha ido acumulando a fuerza de no recordar lo ocurrido y, consecuentemente, se ha ido olvidando... y lo que se ha olvidado, no ha existido. Curioso, ¿verdad?. Por otra parte, es cierto que nunca tuve en mente la confección de un libro de estas características. Fue a raíz de la inminencia del derribo de la cárcel de Carabanchel cuando vi la necesidad de sacar a la luz el libro. Por otra parte, tengo la inmensa suerte de contar con una memoria fuera de lo común.
LQSomos.- En más de la mitad del libro hablas de la cárcel de Carabanchel, la que han intentado borrar de nuestra memoria con su destrucción. ¿Qué se nos va tras su destrucción?
L.P.V.- La cárcel de Carabanchel ha sido, durante muchos años, el paradigma de la represión franquista, todo un símbolo de la dictadura, donde miles de ciudadanos estuvieron internados, sufrieron malos tratos, torturas e, incluso, murieron entre sus muros. Con su derribo se nos va, sin duda, todo un referente de la resistencia antifascista. Y con la negativa de los herederos del franquismo en el Poder de conservar parte de la cárcel como un museo para la memoria histórica, como reclamaron durante meses los vecinos de la zona, intentar echar tierra a la “memoria incómoda” de quienes estuvieron encarcelados entre sus muros.
LQSomos.- Manuel Blanco Chivite, tu editor, compañero y camarada, nos decía en una entrevista que “sin riesgo no hay libertad”. ¿Qué queda de esa lucha?
L.P.V.- Queda el orgullo de haber participado y defendido una lucha por las ideas justas, la libertad y la dignidad humana. Queda el haber formado parte de unas organizaciones revolucionarias con los mejores hombres y mujeres que, todavía hoy, nos honran con su camaradería y amistad.
LQSomos.- ¿Queremos República? ¿Qué República queremos?
L.P.V.- Yo sí, por supuesto... se le llame o no República. Pero, eso sí, sin monarquía, con una verdadera democracia, donde se pueda revocar al que no cumpla sus programas o promesas electorales, sin corrupción, sin amiguismos, con listas abiertas... ¿Estamos dispuestos a luchar por algo así? ¿Cuántos somos? ¿Qué estamos dispuestos a hacer por esa República? ¿Hasta dónde queremos llegar?
LQSomos.- En el Epílogo del libro hablas sobre el “perdón y el olvido”, con la distancia que da el análisis casi cuarenta años después y la cercanía de haberlo vivido en primera persona. ¿Perdón y olvido?
L.P.V.- ¿Han pedido perdón los responsables de la Guerra Civil, que causaron miles de muertos? ¿Y los autores, años después, de torturas, asesinatos, años de cárcel, humillaciones? ¿Se ha reivindicado el nombre de los últimos asesinados por el franquismo en septiembre de 1975, de Cipriano Martos, de Julián Grimau, de Enrique Ruano?... Tenemos el deber de recordar para preservar nuestra identidad, para nunca olvidar y siempre recordar lo que pasó. En todos estos años las cosas han cambiado algo. Poco, pero han cambiado. ¿Y sabéis lo que ocurre?. Que me sabe a poco y, consecuentemente, no puedo ni quiero perdonar ni olvidar.
LQSomos.- Una pregunta que sacamos de tu libro y es inevitable cuando uno ha puesto “toda la carne en el asador” ¿Mereció la pena?
L.P.V.- Si cogemos caso por caso de los compañeros a los que destrozaron la vida, que sufren todavía secuelas por los malos tratos y torturas, familias desestructuradas... es posible que podamos llegar a la conclusión de que no mereció la pena sufrir tanto... por tan poco. En todo caso, la valoración individual tiene que ver, fundamentalmente, con la vida y opciones que cada uno ha elegido. Pero si lo analizamos globalmente, haciendo un análisis político general, viendo todo aquello en un amplio contexto, podremos llegar a la conclusión de que, sin duda, sí que mereció la pena todo aquello. No conseguimos los objetivos finales por los que luchamos, pero es indudable que colaboramos en el cambio y en los avances conseguidos.
LQSomos.- “Propaganda ilegal” ¿es un libro más sobre las cárceles?
L.P.V.- En absoluto. Tiene todos los ingredientes para ser distinto de otros escritos sobre las cárceles. Pormenoriza la vida en el interior, las luchas por las reivindicaciones de los presos, además de vivencias, curiosidades y todo tipo de anécdotas, con el añadido de los nombres de más de 200 militantes de las organizaciones con los que compartí prisión durante casi cuatro años. Más de cien fotos, buena parte de ellas tomadas desde el interior de las cárceles con cámaras clandestinas y más de cien palabras del “argot” carcelario, completan un libro totalmente distinto a otros editados sobre las cárceles.
LQSomos.- A estas alturas ya tendrás algunas valoraciones de camaradas y compañeros que habrán leído el libro...
L.P.V.- Aparte de las novedades expuestas y la facilidad con que se lee el libro, la mayoría de esos lectores han coincidido en que ha pasado de ser MI libro a ser NUESTRO libro, una visión colectiva de quienes estuvimos encarcelados en las prisiones franquistas. Han valorado también que contribuirá a la construcción de la Historia de nuestro país, formará parte de la Memoria Histórica y alimentará nuestra memoria personal y colectiva.
Muchas gracias “Putxi”, salud y República.
► Propaganda ilegal. Itinerarios de Prisiones. (1972 - 1975)
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