David Delgado / Artículo de opinión.- Existe un consenso en torno a la idea de que China supone la mayor amenaza para Estados Unidos, sobre todo en materia económica y comercial. Es cuestión de tiempo que la economía china supere a la estadounidense, y en este punto coinciden las previsiones de la mayoría de los organismos financieros imperialistas. Nadie afirma que el gigante asiático sea una amenaza militar para EEUU, ni que se entrometa en sus asuntos internos, y mucho menos que organice acciones de desestabilización que socaven la seguridad y la soberanía de Washington.
Sin duda, el crecimiento económico chino aterroriza a la burguesía imperialista mundial. El gobierno chino, con las políticas que han posibilitado el desarrollo económico-productivo del país, no se cierne sobre los intereses de las burguesías imperialistas más influyentes sólo como un competidor en mejores condiciones, sino que, además, trae consigo la construcción del socialismo (con sus aciertos y errores) desde hace 60 años.
Las transformaciones que experimentó China con las reformas emprendidas bajo el liderazgo de Deng Xiaoping, que supusieron el abandono de los estándares económicos antimarxistas preponderantes hasta entonces, ha sido la clave para que China sea hoy lo que es. Y en ese sentido, que la propaganda imperialista y buena parte de la izquierda derrotista obvia, también es una seria amenaza para EEUU. Pues China y su porvenir significan también el advenimiento de un socialismo experimentado que se fundamenta en la economía política marxista.
En esos términos se puede hablar de la amenaza china. Pero si abordamos las relaciones bilaterales chino-estadounidenses en un sentido bélico e injerencista, inferimos que es Washington quien amenaza constantemente la integridad, la soberanía, la seguridad y el desarrollo estable de las relaciones comerciales entre ambos Estados.
En esta ocasión, con el plan de venta masiva de armas a las autoridades de Taiwán, que anunció EEUU el 29 de enero, el gobierno chino y su pueblo tienen nuevamente una razón para estar enfurecidos. De momento, el Ministerio de Relaciones Exteriores de China anunció que suspenderá parcialmente los programas militares bilaterales con EEUU y sancionará a las compañías estadounidenses implicadas en la venta de armas a Taiwán (que cuenta con el visto bueno del gobierno de Obama). Este episodio afectará también a la cooperación que mantienen los dos países en cuestiones regionales e internacionales de suma importancia. No cabe duda de que esta acción (que no es la primera vez que sucede) busca debilitar los intereses fundamentales de Pekín, como son su soberanía e integridad territorial.
Como recordó el vicecanciller chino, este plan contradice a tres comunicados conjuntos y en especial al “Comunicado del 17 de agosto”, según el cual EEUU se comprometía a no vender armas a Taiwán a largo plazo y a dejar de abastecer gradualmente a la isla con armas.
El monto final de la operación superará los 6.000 millones de dólares, y el lote de armas incluirá misiles Patriot, helicópteros Black Hawk y dragaminas. La reacción china, completamente justificada e inusual (pues hasta ahora las advertencias no habían tomado una determinación tan concreta) demuestra el grado de conciencia del gobierno chino frente a un evento que representa un capítulo más en el cambio estratégico de la política estadounidense con respecto a Pekín, desde la toma de poder de la Administración Obama.
EEUU, consciente de que China, sin intromisiones imperialistas, continuaría su camino de forma imparable, reorienta su política exterior intensificando su presencia en la periferia, traspasando efectivos de Irak a Afganistán, aumentando el apoyo y la colaboración militar con la India y reforzando su presencia en el Mar Meridional de China. Además, viola los acuerdos comerciales bilaterales abrazando el proteccionismo comercial (no arancelario) contra ciertos productos industriales chinos, y pretende imponer en otros países, como Brasil, México o India, industrias que se encarguen de la producción de productos para reemplazar a los chinos y, de este modo, frenar su crecimiento industrial.
El 23 de diciembre del año pasado, la Compañía Raytheon declaró que recibió un contrato de 1.100 millones de dólares de Taiwán para la compra de 200 misiles antibalísticos Patriot. El Departamento de Defensa de EEUU autorizó la transacción a principios de junio, en una operación cuya venta completa se trataba de un paquete por valor de 6.500 millones de dólares y que había aprobado a finales de 2008 la Administración de George W. Bush.
Pese a que Washington presente la venta de armas como parte de la política de defensa de Taiwán, el pasado otoño las autoridades de la isla asiática autorizaron las mayores pruebas realizadas de lanzamiento de misiles tierra-tierra capaces de alcanzar ciudades chinas. Y el problema fundamental no es el carácter militar del material bélico (que no es puramente defensivo) que EEUU aporte a Taiwán, sino el mero hecho de autorizar esas ventas.
¿Quién es entonces verdaderamente una amenaza? Los imperialistas sin ninguna duda, y no sólo para China, sino para el mundo en su conjunto. O, más concretamente, para los trabajadores, campesinos y los pueblos del mundo. Pues EEUU, con un 5% de la población mundial, gasta aproximadamente la mitad de todo el gasto global en armamento, tiene once flotas navales con portaaviones patrullando cada océano, más de 900 bases militares repartidas por todos los continentes, y cárceles secretas terrestres y flotantes a lo largo del mundo, mientras que China no tiene tropas más allá de sus fronteras.
El presupuesto militar estadounidense (que recientemente batió el récord) decuplica el chino, aún teniendo una cuarta parte de población en comparación con la nación asiática. China es una amenaza económica y comercial para los imperialistas (militarmente también tendrá mucho que decir en un futuro), pero avanza hacia el socialismo sin diseñar guerras para apoderarse de los recursos naturales como hacen los imperialistas, ni imponen su criterio al resto del mundo, como nos tienen acostumbrados los diferentes gobiernos estadounidenses que deciden quienes son el eje del mal y quienes los buenos, quienes tienen derecho a desarrollar la energía nuclear y poseer armas de destrucción masiva y quienes no.
China es una “amenaza” roja; EEUU una amenaza negra que pone en peligro hasta la propia supervivencia de la especie humana.
* David Delgado es miembro del Comité Central del Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias (PRCC)
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