Salvador López Arnal / Artículo de opinión.- Lo preguntaba “Casandra” en la sección “La Lupa” de Público [1] con fecha 27 de enero de 2010: ¿se acuerdan de cuando Tony Blair se presentó en sociedad con la tercera vía, supuesto faro del socialismo del futuro?
Nos acordamos. Y no sólo de él sino de sus compañeros de propuesta y de faro emancipador, intelectuales orgánicos de la talla de Anthony Giddens por ejemplo. Seguramente, no vale la pena comprobarlo con detalle, las tesis, reflexiones y argumentaciones asociadas a esa tercera vía, moderna como la vida misma y la postmodernidad, de avance y progreso social, sendero que debía transitar entre el neoliberalismo desbocado y la socialdemocracia anquilosada, dieron pie a miles de artículos, tesinas, tesis, trabajos de investigación, ensayos, discusiones, encuentros, seminarios, congresos, mesas redondas, alguna película, quince documentales… y a más de diez cátedras universitarias.
Tras montar con Bush y Aznar la guerra de Irak, prosigue “Casandra”, en la que perecieron decenas de miles (sic) [2], el ex premier británico se dedica a forrase en conferencias financiadas por fondos de inversión que se han lucrado con la crisis económica. Entre ellos, el fondo de inversión Lansdowne, una gestora que durante la crisis incremento sus beneficios ad nauseam tras apostar por el desplome del Northern Rock.
No es clara ni muy distinta la carrera de mister Blair si la comparamos con la de otros dirigentes, partidarios o no de esa publicitada tercera vía. Recordemos por ejemplo las trayectorias, no coincidentes en todos sus nudos pero en absoluto disímiles, de los señores Aznar y del asesor de Carlos Slim [3]. Blair, según parece, invierte el grueso de sus abultadas ganancias en casas y más casas. La acumulación inmobiliaria en el puesto de mando, la arista ególatra desmedida como guía existencial de un ex familia progre de la clase media británica. Casandra, finalmente, cede la palabra a los incautos que picaron con Blair: que digan algo o callen para siempre.
Podemos decir algo todos, aunque esta vez no fuéramos incautos que picáramos con mister Blair. Ya habíamos probado platos parecidos y el sabor era amargo y decepcionante.
Lo que cabe decir es que el caso de Blair, Giddens y la tercera vía recuerda al eterno retorno de lo mismo: sin hacer historia detallada, han sido muchas las ocasiones que desde nuevas, modernas y supuestas izquierdas, terceras o cuartas vías, se ha apuntado hacia senderos llenos de ropajes y vestidos de diseño, cuidadosamente presentados en sociedad, publicitados con mimo, que han conducido siempre a lo mismo: a hablar para no decir nada sustantivo y a hacer, eso sí, para seguir haciendo lo mismo de siempre.
No se trata de negar la necesidad de reflexión, de cambios y de revisiones en las izquierdas que no han claudicado. La izquierda revolucionaria debe pensar nuevas vías, nuevas temáticas, rectificar posiciones, argumentos y programas, aprender con detalle de movimientos sociales transformadores, de experiencias de rebeldía, de la vida colectiva no mercantil de muchos colectivos… y de todo lo que quiera añadirse, la lista afortunadamente es larga, pero todo ese esfuerzo sería vano si se tratara de volver al mismo punto de partida: este es el mejor de los mundos posibles y para digerirlo mejor tenemos a mano todo el lenguaje, el horizonte y los valores de las clases dirigentes tradicionales que, éstas sí, saben que las vías pueden ser una o varias pero que el marco, y los que él mandan, es (o desean que sea) inalterable.
Notas:
[1] La lupa: “Se acuerdan de la ‘tercera vía’?”, Público, 27 de enero de 2010.
[2] Los informes de The Lancet hablan de cifras muy superiores que oscilan entre el medio millón y un millón de personas fallecidas, sin contar heridos graves, mutilados, exiliados y refugiados.
[3] El señor Ibarra por ejemplo, el ex presidente extremeño, parece no querer quedarse atrás. Ha recibido entusiasmado y emocionado la Gran Cruz del Mérito Militar por su “compromiso inquebrantable con las Fuerzas Armadas” de España-España y exige de paso la Medalla del Mérito Civil porque, ha señalado él mismo, no dejó florecer el brote del nacionalismo. Será eso.
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Salvador López Arnal
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