Salvador López Arnal / Artículo de opinión.- Breve (e innecesario) preámbulo: no hay nada en los alrededores ni en el nudo central de Esperanza Aguirre que pueda generar un átomo o tan siquiera un quark de empatía entre la ciudadanía de izquierdas: poderosa representante del sector neoliberal postmoderno del PP, cubierta, eso sí, de corazas de protección de acero que la inmunizan de toda falsación por el desastre económico y social en el que continuamos inmersos; ministra y amiguísima del dirigente de la extrema derecha española neofranquista, el amigo de Bush II y lord Bliar (perdón: mister Blair); privatizadora desinhibida de la sanidad y escuela públicas madrileñas; receptora de zafios elogios de uno de los más zafios representantes de la sociedad civil empresarial; chulesca política de ambición desmedida; probable cabeza (o fiel servidora) de un inmenso caudal de corrupción sin límites definidos; partidaria y ejecutora de prácticas inquisitoriales y policiales en la práctica política; jefa de una cohorte de intelectuales engreídos, de tono subido y anticomunismo en vísceras que la aludan sin medida ni reposo. Largo y sabido etcétera. Sobrina, eso sí, del autor de “Pandémica y celeste” y de “Canción del aniversario”. Pero no parece que esta relación familiar sea mérito personal suyo. Fin del preámbulo.
“Los micrófonos le han jugado una mala pasada a Esperanza Aguirre”, comentaba Público el 30 de enero de 2010 [1]. "Yo creo que hemos tenido una inmensa suerte de poder darle un puesto a IU quitándoselo al hijoputa" [la cursiva es mía]. Es la frase que cazaron los micrófonos de la Cadena Ser y que Público reproduce. Aguirre, que se encontraba en un acto celebrado en el Camino de Santiago, estaba hablando con su vicepresidente, Ignacio González. La presidente de la Comunidad de Madrid no reparó que “un micrófono cercano dejaba oír a los periodistas un diálogo de casi cinco minutos con su mano derecha”, una mano derecha que, desde luego, tampoco tiene desperdicio alguno. Es ejemplar único.
Luego, lo sabido. Desmentidos, diego donde dije digo, más desmentidos con matices diseñados, sesudas reflexiones de alta política: la señora Aguirre no se estaba refiriendo al señor Ruiz Gallardón, sino a un consejero cuyo nombre no logró recordar; el nuevo presidente de la entidad, Rodrigo Rato [2], aseguraba por su parte que el PP nunca había estado en guerra abierta por el control de Caja Madrid; la conversación, insisten, se produjo en un ámbito privado. Etc. Como siempre. La pelea Gallardón-Aguirre, según parece, llegó a uno de sus momentos más álgidos cuando se negociaron la renovación de los consejeros de la Comisión de Control. Podían renovar, informa Público, Rubén Cruz, de IU, y Fernando Serrano, cercano a Gallardón. Renovó el representante de IU. Lucha de sectores y grupos en los puestos de mando.
¿Interés cívico de la noticia? Nulo, insignificante. Da, acaso, para alguna clase de teoría política sobre prácticas instituciones reales y retórica política publicitaria. Palabras como cabrón, acojonante, cojonuda, maricón, mariquita, puta, hijoputa, forman parte del acerbo cultural usual de sectores de la clase política española con mando en plaza, por no hablar de los dirigentes empresariales y sus expresiones chuscas y zafias contra políticos de izquierda o luchadores sindicales. Ninguna novedad en el frente del lenguaje de la derecha, ninguna novedad en su cosmovisión. Un mundo sin piedad, sin perdón, sin limites de codicia, directo a la caja, sin mediaciones ni intromisiones legales. La cueva de EA y los cuarenta expoliadores, una caverna más de las poderosas familias hispánicas que consideraron y consideran Sefarad como cortijo propio.
Por lo demás, la lucha del poder entre clanes y sectores del PP es conocida. Y, desde luego, no obliga a ninguna toma de posición: sería ingenuo pensar que, en contra de las apariencias y estrategias de los medios, Aguirre represente un sector mejor, más dialogante, más abierto a acuerdos con la izquierda, que el que pueda representar Ruiz Gallardón. Nada de eso aunque la vida suele dar sorpresas.
Sea como sea, Público puede informar sobre el asunto e incluso puede dedicar más de una página del diario a dar cuenta de la anécdota, el mismo espacio (algo menos para ser más preciso) que dedica a la comparecencia de mister liar Anthony Charles Lynton Blair, un lord encantado de haberse conocido ante lustros, ante la comisión de investigación británica sobre el genocidio de Iraq, y mucho más del que dedica al juicio de los trabajadores afectados por el amianto. Admitámoslo: pelillos críticos a la mar.
Pero no es sólo esa información. A lado aparece una columna –“Punto de vista”- de Manuel Rico. El título. “La condesa que ayuda a los comunistas” [3]. ¿Comunista? ¿Dónde están los comunistas en este asunto? Será alguna gracieta del autor. Adelante pues.
Rico inicia su artículo con una broma: Esperanza Aguirre suele ser considerada una ricachona ultraliberal. Es falso desde luego. “La primera mentira la desmontó al confesar que no tiene dinero para pagar la calefacción de su palacete”. La segunda, prosigue Rico, la derribó el viernes 29 de enero al “admitir que ella prefiere ayudar a un comunista antes que a un ‘hijoputa”. Estamos, pues, concluye Rico, “ante una condesa pobre y roja” [4]. Aguirre ha demostrado, continúa Rico con ironía, que es una verdadera estadista: ha apostado “por el comunista ajeno antes que por el hijoputa propio”.
¿Comunista ajeno? ¿A qué comunista ajeno se refierte Rico? ¿Quién ha hablado aquí de comunistas, con micrófono abierto o cerrado? ‘Nadie’ que es el nombre de nadie. Ya, se dirá, pero Rubén Cruz es de IU y es sabido que los comunistas dominan todos los nudos y aristas de la organización “izquierdista”, esa organización, suele añadirse, que suele hacer pinza con el PP, o incluso con los sectores más rancios del PP. Es sinónimo, es equivalente. Pero, ¿es en verdad equivalente? ¿No se sabe que en IU hay militantes y dirigentes que han declarado explícitamente no ser comunistas? Bueno… si, es un lapsus, un error, se admitirá. Ya está. Todo el mundo los comete.
Está… o no está. Ignoro si Rubén Cruz es comunista o no (sería un honor para él y para los demás que lo fuera claro está). Pero cuando se escribe una columna en un diario que pretenda informar, analizar e instruir no puede apelarse ni abonar tópicos ni fantasmas y todo parece indicar que la columna del periodista Manuel Rico, más allá de su torpe ironía sobre condesas y comunistas, tiene mucho de todo eso: alimentar estupideces con procedimientos nada ingenuos, probablemente porque la atalaya desde la que uno piensa y escribe rebose pletórica, y sin revisión, de sandeces postmodernas vividas como verdades obvias y objetivas.
PS: Ni que decir tiene que esta nota no sostiene ni presupone bondad poliética alguna (no afirma tampoco lo contrario) en formar parte de esa comisión de control que “vigila” las actuaciones de la cuarta entidad finaciera del país.
Notas:
[1] Yolanda González, Público, 30 de enero de 2010, páginas 18-19.
[2] Ignacio Escolar recuerda en Público (1 de febrero de 2010, p. 56) este paso de la conversación entre Aguirre y González (recuérdese: sin piedad). E. Aguirre: ¿Qué arma tenemos contra él[ contra Rodrigo Rato]? I. González: “¿En la Caja de Madrid?”. EA: “Contra él”.
[3] Manuel Rico, “La condesa que ayuda a los comunistas”, Ibidem, p. 19.
[4] La expresión “Condesa roja“ remite a una duquesa carlista de Medina-Sidonia. En 1967, un año después del accidente nuclear de Palomares, encabezó una manifestación en defensa el derecho de los campesinos a recibir indemnizaciones por lo sucedido. Fue procesada y encarcelada entre marzo y noviembre de 1969 (y liberada tras aplicársele el decreto-ley de amnistía). La publicación de la novela La huelga, en 1968, la condujo a un nuevo proceso instruido por un juzgado militar. Abiertamente contraria al régimen franquista, se exilió a Francia hasta la muerte del dictador golpista.
Salvador López Arnal
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