David Delgado / Artículo de opinión.- Es fundamental que exista un lenguaje común entre todos los militantes adscritos al marxismo-leninismo. Es decir, una comprensión estricta de las teorías y conceptos elementales que manejamos los comunistas. Si hablamos de la teoría de la lucha de clases o de la ley del valor marxista, tenemos que saber de lo que hablamos. Igualmente, tenemos que ser capaces de diferenciar entre socialismo y comunismo, entre sociedad socialista y sociedad comunista. Y además, distinguir entre los distintos tipos de socialismo.
Para avanzar en la lucha, en el debate teórico e ideológico, y en la formación de cuadros revolucionarios, primero es imprescindible estudiar. Muchos militantes de organizaciones obreras incurren en el error de querer hacer la revolución (los que aún no han renunciado a ella) sin tener claro para qué y por qué. Se basan en generalidades y rehuyen la concreción. No comprenden las leyes que rigen el modo de producción y apropiación capitalista en la fase imperialista, ni tampoco qué socialismo es el que respaldan.
Los comunistas, en cambio, sí que lo tenemos claro, o al menos deberíamos tenerlo. Los que no lo tengan, no les queda otra que hincar los codos.
Sin embargo, más allá de las diferentes tendencias y corrientes que se han desarrollado desde los orígenes del socialismo científico, más allá de desviacionismos, revisionismos e izquierdismos varios, existe una gran confusión e incomprensión sobre la teorización marxista-leninista de las distintas fases de desarrollo histórico postcapitalista.
Naturalmente, es una quimera pretender discernir en la actualidad sobre como serán exactamente las sociedades socialista y comunista del futuro. Sabemos que el derecho a apropiarse del trabajo ajeno será abolido y que las clases sociales y el Estado como instrumento de la clase dominante para reprimir a la clase oprimida desaparecerán. Si no, estaríamos hablando de otras sociedades. Pero es imposible vaticinar con total rigurosidad muchas otras cosas.
El problema es que muchos dicen ser socialistas pero no definen por qué socialismo abogan. Imbuidos por principios humanistas, desean una sociedad más justa e igualitaria, donde se respeten los derechos humanos y el medio ambiente y se radicalice el derecho burgués.
Pero también están quienes sí definen qué socialismo es el que propugnan. Unos el “socialismo del siglo XXI” dieterichano. Otros el socialismo “real” o cualquier otro, a imagen y semejanza del modelo que más admiran: ya sea el de la URSS de Stalin, la China de Mao, la Albania de Hoxha o la Yugoslavia de Tito. Estos comunistas, a pesar de que en muchos casos reconozcan que sólo están inspirados por estos ideales, terminan extrapolando mecánicamente estas experiencias históricas a su realidad.
Luego está la burguesía imperialista socialdemócrata que se hace llamar socialista, e incluso se agrupan en una Internacional. Pero todo esto no es nada extraordinario ni pasmoso. Marx y Engels le dedican todo un capítulo (III – Literatura socialista y comunista) en el Manifiesto del Partido Comunista (1848), donde abordan el socialismo feudal, el socialismo pequeñoburgués, el socialismo alemán, el socialismo conservador o burgués, y el socialismo y comunismo critico-utópicos de la época, nada más y nada menos.
Imaginemos, un siglo y medio después, con el desarrollo que han experimentado el movimiento obrero y las ideas socialistas, las diferentes variantes que se han teorizado en todo este tiempo dando lugar a un enorme ramillete de socialismos ligera o radicalmente dispares.
No obstante, de todos los que dicen ser socialistas, se pueden reducir las desemejanzas a dos grupos claramente diferenciados: los comunistas y los que no lo son. Cada uno de los bloques es heterogéneo. Ni todos los comunistas son iguales, ni lo son todos los socialistas no comunistas o anticomunistas.
Llegados a este punto habría que hacer una precisión: los comunistas no somos socialistas. Somos herederos y continuadores del socialismo científico y luchamos por el socialismo. De hecho, quienes históricamente han luchado de la forma más resuelta y decidida por el socialismo han sido los comunistas. Pero esta paradoja no implica que seamos estrictamente socialistas. Esta es una ideología diferenciada de la comunista en el seno del movimiento obrero, con características pequeño burguesas.
A los comunistas, lo que nos debe ocupar es la tarea de desembrollar la dificultad que implica para muchos camaradas la comprensión del desarrollo histórico de la sociedad capitalista a la sociedad comunista.
Una idea básica de Marx y Lenin es la concepción del socialismo como período histórico de transición entre el capitalismo y el comunismo, cuya esencia es la dictadura del proletariado. Otra idea importante, es el reconocimiento de la diversidad de formas que tendrá este período. Es decir, que los comunistas definimos el socialismo como la primera fase de la sociedad comunista caracterizada como no podía ser de otro modo, por la diversidad de formas en que se desarrolla, pero cuya esencia de todas ellas es la dictadura del proletariado; y en último término no es más que un período histórico de transición entre la sociedad de esclavos asalariados del capitalismo y la sociedad comunista.
Uno de los debates más rutinarios en el movimiento comunista es el de evaluar que Estados son socialistas y cuales no. Unos piensan que Cuba es el único país socialista que queda en pie, otros añaden a la lista a Corea del Norte, y los más “osados” (a decir por la reacción de algunos) reconocemos también a China y Vietnam.
La realidad es que cada uno con sus propias armas y métodos avanza hacia el socialismo. Bien diferente es el modo en el que lo hacen: respetando más o menos la economía política marxista, por ejemplo.
Hillel Ticktin, opina que el socialismo de mercado es una “imposibilidad práctica, indeseable y no tiene nada que ver con el socialismo”. También cree que en el socialismo “dejan de existir el valor y el dinero”, y que de acuerdo a todo esto, el socialismo de mercado debería ser considerado como una “variedad del capitalismo”.
Ernst Mandel también considera incompatibles al socialismo y el mercado. Y llegó a describir el socialismo de Marx como “una sociedad regida por los productores libremente asociados, en la que la producción mercantil, las clases sociales, y el estado se han extinguido”.
En contra de lo que opinan ambos, en el socialismo existe la producción mercantil, el mercado, el valor, el dinero, las clases sociales y el Estado. Confunden socialismo con comunismo, que es un error muy frecuente.
En el socialismo perdura la producción mercantil, lo que cambia es el modo de apropiación. Y la división de la sociedad en clases, así como la lucha entre éstas, también continúa. Por tanto, existe el Estado, en este caso al servicio del proletariado organizado como clase dominante.
En definitiva, lo que hay que tener presente es que el socialismo no es un fin en sí mismo ni representa con respecto al capitalismo un antagonismo radical. Muchos elementos del capitalismo perviven en el socialismo, como el carácter asalariado del trabajo. La diferencia es que en esta fase empieza la desaparición del derecho a la apropiación del trabajo ajeno.
Por tanto, no debemos imaginarnos ni aspirar a que las sociedades socialistas sean como nos gustaría que fueran, si no como pueden ser en base a las condiciones objetivas.
(*) David Delgado es miembro del Comité Central del Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias (PRCC)
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