J.M. Álvarez * / Artículo de opinión.- El Departamento de Defensa de Estados Unidos (EEUU) ha autorizado a la empresa Lockheed, la venta a Taiwán de un número indeterminado de misiles Patriots. El anuncio ha sido confirmado por la embajada estadounidense en Taipei, capital de la isla cuya soberanía reclama China desde que los nacionalistas del dictador Chiang Kai-Shek (o Jiang Jieshi), fueron derrotados por los comunistas en 1949 y se refugiaron allí, inventando un Estado ficticio apoyados por Washington.
La venta de esos misiles, forma parte de un paquete de armas por un montante superior a los seis mil millones de dólares. Dicho paquete fue aprobado en 2008 por el Gobierno que presidía el genocida George Bush; ahora su sucesor, Barack Obama el Premio Nobel de la Guerra, le ha dado luz verde. El volumen de esta operación evidencia, entre otras cosas, la enorme hipocresía de EEUU, que puso el grito en el cielo cuando Venezuela compró en Rusia cien mil rifles AK-47. Poco les faltó entonces para denominarlos “armas de destrucción masiva”.
En una rueda de prensa celebrada en Pekín, un portavoz de la cancillería china criticó el acuerdo y afirmó que EEUU debe ser consciente del grave paso que ha dado. Pero lo mejor ha llegado después: El vicealmirante Yang Yi, reveló que, empresas de EEUU que exportan armas a Taiwán también quieren venderlas a la República Popular China y, sin citarlas por sus nombres, apostilló que su Gobierno podría adoptar medidas suplementarias sancionando a aquellas que comercien con Taiwán, una estrategia en la que EEUU es un consumado especialista, pues la utiliza, desde tiempo inmemorial, contra países a los que consideran “hostiles”.
Si tenemos en cuenta la posición, cada día más poderosa, de China en todos los ámbitos (sobretodo el económico), y le sumamos los estragos que está causando en EEUU la crisis capitalista, más de un oligarca de ese país, estará mesándose los cabellos ante semejante- y aterradora- perspectiva que tarde o temprano llegará, pues no hay imperio que mil años dure ni economía que lo resista.
J.M. Álvarez
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