Francisco Javier González / Artículos de opinión.- Hay cosas que te golpean y duelen, parte por lo inesperadas y parte por que te vienen a demostrar lo injusto hasta el absurdo que, a veces, es el destino. Uno ya debería estar acostumbrado pero es difícil. Así me paso cuando, bien temprano, me llegó un correo de José Díaz desde Corea, luego una llamada de Rubén Alemán a la que siguió, casi inmediato, un correo de Samir Delgado y otro de José Valdés. Luego, una cascada.... y todos portando la misma luctuosa noticia: la muerte física de Francisco Pérez Bello, nuestro –y recalco lo de “nuestro”– Paco Bello. El día anterior recibía su último correo con un artículo del Blog de los “Curas no dependentistas” y ahora sé que es el último pero que no por ello desaparece su presencia ni su digno ejemplo, herencia madura de la solera que dejo tras de sí Manolo Alemán.
Paco Bello nunca cerró las puertas ni de su iglesia ni de su corazón a ningún colectivo de los “socialmente excluidos”, como nunca dejó de enarbolar la bandera patria heptaestrellada. Precisamente esas dos cuestiones, la defensa de los más débiles y la defensa de su patria, fueron muchas veces el objeto, más que de la incomprensión, de la vesania de algunas personas y colectivos que nunca entendieron que para Paco, esa era su iglesia y no la que entraba a supuestos Caudillos bajo palio a sus catedrales y se sentaba a la mesa de los explotadores sin partir su pan con los expoliados.
Francisco Javier González
Canarias, 23 diciembre de 2009
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