Teodoro Santana * / Artículos de opinión.- Los pronósticos de todos los organismos internacionales señalan que a corto plazo no habrán incrementos del Producto Interior Bruto (PIB), excepto en los países emergentes como China, India o Brasil. Las previsiones apuntan a un prolongado estancamiento en la recesión, con unos niveles muy altos de paro, de precariedad y de economía sumergida. Con total sangre fría, las grandes corporaciones capitalistas y sus voceros mediáticos y gubernamentales hablan de “recuperación sin empleo”.
Hace apenas unas semanas, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) hizo público su Informe sobre el trabajo en el mundo, cuya conclusión más importante es que, a pesar de los supuestos síntomas de recuperación de la economía mundial, “la crisis del empleo mundial no ha sido superada”.
La OIT señala que en todas partes crece la situación de precariedad, dadas las grandes lagunas en los sistemas de protección social. De hecho, dos tercios de los países de los que se dispone de datos carecen de prestaciones al desempleo, y sólo un tercio de los países pobres proporciona alguna forma de protección social a los trabajadores de la economía sumergida y a los autónomos.
Ese riesgo es particularmente grave en el caso de los trabajadores poco cualificados, los inmigrantes y los trabajadores de mayor edad, además de los jóvenes y las mujeres que buscan su primer empleo. Y eso que el porcentaje de personas inactivas en edad de trabajar se está incrementándose.
El paro de larga duración es una secuela más de la recesión económica imperialista, que no sólo destruye puestos de trabajo a gran velocidad, sino en la que los parados encuentran insalvables dificultades para encontrar un nuevo trabajo. Está demostrado que cuanto más alarga su inactividad un trabajador, menos lo toman en cuenta las empresas para un empleo.
El informe de la OIT desmonta la propaganda capitalista sobre que a mayores beneficios empresariales, mayor creación de empleo. Por el contrario, se constata que la mayor parte del incremento de beneficios ha sido acumulada por la banca y el sector financiero, cuyo porcentaje del total de los beneficios empresariales alcanzó el 42% antes de la recesión, en comparación con el 25% que representaba a principios de los años ochenta. La OIT señala además que los beneficios de las empresas no financieras se han utilizado más para pagar dividendos que para invertir en la economía real. De hecho, durante estos primeros nueve años del siglo XXI, el porcentaje de beneficios utilizado en los países imperialistas para invertir en capital constante (medios materiales) era inferior al 40%, lo que supone un 8% menos que a principios de los ochenta.
El informe de la OIT pone el acento también en las presiones crecientes para obtener más y mayores beneficios financieros, que han afectado de modo negativo a los salarios y a la estabilidad del empleo. Así, el descenso mundial de la participación de los salarios en el PIB ha sido más pronunciado en los países donde las prácticas financieras de riesgo eran más generalizadas.
No es de extrañar que, según el informe sobre El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), que reunió su asamblea en Roma el pasado mes de noviembre, la combinación de la crisis económica y la alimentaria ha empujado la cifra de víctimas del hambre en el mundo a niveles históricos: 1.000 millones de personas sufren hambre crónica. Jacques Diouf, director general de la FAO, cuantificó en 44.000 millones de dólares anuales lo que costaría erradicar las cifras de la vergüenza, un volumen irrisorio comparado con lo invertido en salvar de la bancarrota a los bancos en dificultades del primer mundo durante la crisis financiera.
Si a nivel mundial el panorama se presenta sombrío para las trabajadoras y los trabajadores, en un país colonizado como Canarias, con una economía extremadamente frágil y dependiente, centrada absolutamente en el monocultivo del turismo, las perspectivas no pueden ser peores. Más cuando van acompañadas de una absoluta falta de visión política de los que, como los avestruces, entierra su cabeza en la arena.
(*) Teodoro Santana es miembro del Comité Central del Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias (PRCC)
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