Agapito de Cruz Franco / Artículo de opinión.- Nadie parece acordarse, a raíz del drama protagonizado por la activista de los derechos humanos en huelga de hambre, la saharaui Aminetu Haidar, del libro de Gilles Perrault, “Nuestro amigo el Rey”. Fue editado en 1991 por Plaza & Janés y prologado por el catedrático de Ciencia Política de la Complutense de Madrid, Ramón Cotarelo. Retrataba la figura de Hassan II, hijo de Mohammed V -sultán que inaugurara la etapa posterior al Protectorado- y padre del actual rey de Marruecos, Mohammed VI-, en relación con los países europeos, entre ellos España. El autor, se da un paseo entre novelado y documental por la sociedad y, sobre todo, por las cloacas de las mazmorras subterráneas alauitas, para denunciar la falta de libertades y la constante vulneración de los derechos humanos, sociales y políticos. El libro, profusamente documentado, trata al desaparecido monarca como “un déspota sanguinario de una crueldad sin parangón en el mundo civilizado”.
Planteaba la tesis de que a la política oficial occidental y a los medios de comunicación, no les quedaba otra opción que ponerse orejeras ante la Dictadura medieval y despótica del Rey de Marruecos, a causa de los beneficios que su figura como amigo de Occidente les reportaba, y como freno y muro del integrismo islámico. El panorama de inseguridad del resto de Estados del Magreb avala esa idea. De hecho, la gigantesca Mezquita construida en la costa de Casablanca -la mayor de las Mezquitas musulmanas- como Faro para iluminar y hacer ver al mundo que allí comienzan las tierras del Islam, no impide que el Régimen de la Monarquía surgida tras su independencia de España y Francia en 1956, haya facilitado que EEUU se haya instalado en la zona con fuertes intereses y puje por ser un país preferente para la UE. La realpolitik y los intereses económicos han hecho el resto y, España, ha borrado de su Agenda tres cosas: la causa saharaui, la situación de los derechos humanos y el apoyo a la democratización del pueblo marroquí como nación de ciudadanos libres y no de súbditos.
La tesis de “Nuestro amigo el Rey” –aunque matizada luego por su Gobierno– la ha ejemplificado hace unos días quien fuera viceministro de Interior y actual líder del partido “Autenticidad y Modernidad” (PAM) Fouad Alí el Himma, cuando afirma que “España debe elegir entre convivir con un Marruecos que demuestra su capacidad de controlar todo lo que sucede en su territorio y luchar contra las plagas que le han afectado o convivir con una región con peligros que pueden tener consecuencias sobre su porvenir y el de Europa”. Para continuar explicando: “cómo Marruecos combate todas esas plagas que acechan a España, como la emigración clandestina, el tráfico de droga, el extremismo y el terrorismo”. Sin embargo se olvida el político marroquí del terrorismo del que habló el representante provisional del Frente Polisario en España Mohamed Jadad en su visita reciente al Aeropuerto de Lanzarote: “En este momento hay en Marruecos 500 desaparecidos y decenas de presos políticos saharauis”. Presos de conciencia como Sidi Mohamed Daddach, Laarbi Masoud, Atigo Barray o Ahmed Sbai –representantes todos ellos de asociaciones pro-derechos humanos y políticos saharauis–, pueden, como la propia Aminatu Haidar, desaparecida también en su momento y recluida durante cuatro años, dar fe de ello.
Unos actores que han hecho mutis por el foro han sido el Gobierno de Canarias y las diversas Instituciones de las Islas. Seguramente deben estar pensando en la tupida red de intereses comerciales y empresariales con el país vecino. Pero se echa de menos la opinión del socialista-conservador Jerónimo Saavedra y su mensaje pro-marroquí en el conflicto del Sáhara, ante lo temible que sería para Canarias que éste fuera un país libre y a través de él pudiera colarse el integrismo islámico de Argelia a las Islas, como en su momento manifestó (Nunca dijo lo mismo sobre Mauritania).
A mí Marruecos me encanta. César Manrique decía que como siguiera esa vorágine de construcción en la isla conejera se iba a vivir a Ifni o Marraquech. Nunca he entendido cómo no existe entre las ciudades costeras e Marruecos y nuestro archipiélago todo un conjunto de líneas marítimas como en otros lugares, o puentes aéreos entre sus aeropuertos y los nuestros. Me gustan las gentes de Marruecos y del Sahara, muchas de sus costumbres, la común historia que tenemos, y, a la contra, no me gustan nada las artificiales fronteras que la descolonización estableció. Los he visitado en varias ocasiones y de todas las maneras posibles: sólo o acompañado, por el norte y por el sur, a través del desierto y por el Atlas hasta el Valle del Draa y Sequía El Amra y Río de Oro (en su origen Río Douro puesto por los portugueses en el siglo XV, donde surgiría Villacisneros, actualmente Dajla). Anécdotas a raudales me indican que una cosa es el pueblo (Perrault termina su libro con la frase: “¿Cuándo llegará el momento de Marruecos”?) y otra el Estado que sobrevino tras la independencia y su régimen de gobierno. Recuerdo que Hassan II no pisaba el RIF, porque los rifeños se la tenían jurada. Conversaciones con gente joven marroquí en interminables recorridos en guagua hasta Zagora en el Sur, retratan su protesta e inconformismo con la anexión del territorio saharaui. Divertidas anécdotas en la región del anti Atlas donde los hombres juegan con la baraja española, se habla la lengua bereber de las kabilias, las mujeres son totalmente liberales –nada que ver con el Islam- y muchas de sus palabras se confunden con las nuestras, confirman que somos pueblos hermanos. Hasta los militares se despistan y no te piden el pasaporte en sus controles en el desierto si viajas junto a gente del lugar y te pones una chilaba. Tantos siglos mezclando el ADN produce esos resultados. Eso sí, aún estamos esperando que los responsables del Aeropuerto de El Aaiún nos devuelvan todos los mapas y monográficos de El PAIS sobre el Sahara que una vez nos requisaron, y den explicaciones por asignarnos a dedo un hotel con el fin de tenernos controlados al percatarse que, como canarios, debíamos simpatizar con el Frente Polisario. Porque ese es otro factor añadido al deterioro de esta activista. Cada vez que una manifestación en España enarbola la bandera del Sahara Libre, más se cierra en banda el Gobierno alauí, al transformar un derecho individual en un tema de confrontación política, y entrar en escena el Gran Marruecos, y los miedos y odios históricos con Argel, y que ya en su momento dinamitaron un Magreb unido donde sus países convergieran en algo parecido a la UE.
Cada día estoy más convencido de que si quitáramos a los gobiernos del medio nuestras sociedades podrían solucionar sus problemas por sí mismas al no estar mediadas por intereses ajenos a ellas. Lo que está sucediendo con Aminetu Haidar – una mujer sola, enfrentada desde su pacifismo activo al poder- además de un crimen contra la humanidad, es puro machismo político. Las soluciones que se siguen presentando desde la Democracia y por países con una pujante opinión pública, ignoran que Marruecos sigue siendo en el fondo una Dictadura, y que la opinión pública y quien tiene la última palabra es el Rey, Señor de la Vida y de la Muerte. Mohammed VI comenzó su reinado abriendo expectativas de libertad ahogadas ya por las tormentas de arena del desierto. De hecho su discurso en torno al Sahara de octubre pasado ha hecho recordar, en palabras de los representantes saharauis, los años de plomo de su progenitor. La pregunta es pues obvia: Mohammed VI, en pleno siglo XXI ¿sigue siendo al igual que su padre nuestro amigo el Rey o ha apostado porque llegue de una vez por todas el momento de Marruecos? La respuesta está en el Aeropuerto de Guacimeta en Lanzarote, y en los páramos desérticos de Tinduf. ¿Y España? España pescando. Mientras en Tinduf se habla en parte español tanto por adultos como por niños, en el Sahara ocupado, en el viejo Aaiun que fundara el gallego Manuel Rodríguez Paseiro, los hijos de Aminetu se dirigen al mundo en francés…
Agapito de Cruz Franco
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