Pedro González Cánovas* / Artículo de opinión.- La crisis financiera, que me niego a re-analizar, ha radicalizado la explotación de la mano de obra en el primer mundo. Los derechos acumulados tras antiguas y largas luchas sindicales están pasando al olvido de los propios protagonistas. La alarma se traduce en miedo y colaboracionismo. ¿Cuál es el futuro de la masa obrera?
Presentar un Expediente de Regulación de Empleo (ERE), o empezar a barajar la posibilidad de ello, supone la pérdida inmediata de nuevos derechos en la empresa o centro de trabajo de referencia. Una situación alarmista en extremo, más mediática que real, donde se vuelcan con gusto las crecientes cifras de desempleados, con evidente ánimo de justificar hasta naturalizar los recortes de personal, achican a trabajadores y trabajadoras que ven como sus representaciones sindicales escapan airosas de los recortes de plantilla y los justifican, esgrimiendo una versión cuasi empresarial, que – a fin de cuentas – sólo demuestran que las organizaciones sindicales están, hace demasiado tiempo, domesticadas por el sistema consumista y liberal que se impone sobre los países desarrollados.
Casualmente, son estos países los afectados por la “crisis global”. Que se atreven ahora con el argumento de esperar ayuda de los países en vías de desarrollo, seguramente, para tener el garante de que estos no se desvían hacia sistemas donde la igualdad social choque con las acumulaciones de capital permitidas en el “primer mundo”. Se prefiere mano de obra barata que no ponga en duda al sistema capitalista, sino al contrario, se apuesta por que se ejercite, por parte de inmigrantes, el proselitismo contra los sistemas que se enfrentan al capitalismo y actúan a favor de las mayorías obreras: de la clase trabajadora.
Por aquí se siguen utilizando las cifras del paro como azote disciplinario. Como amenaza continua. Se normalizan los recortes de plantilla, aun manteniendo el volumen de actividad. Se aplauden, escandalosa y públicamente, los recortes salariales y cualquier sacrificio extraordinario de la clase productora para salvar un puesto de trabajo. Se reciben con alegría las jubilaciones anticipadas, sin pararse a observar en cuanto quedará la renta del jubilado. Se promueve, desde la patronal la “flexibilidad”, lo que ha encumbrado a las ETTs y ha acabado con las eventualidades de meses, trimestres o semestres, causando total inestabilidad para los trabajadores que parecen, para huir de la espada del paro, que se cierne sobre su espalda, aceptar la pérdida de vacaciones, liquidaciones, derechos colectivos, o una estabilidad laboral que permita tener en el hogar la mínima planificación de futuro.
La actual situación ha conseguido convertir a la legalidad y completa aceptación popular la inseguridad laboral; ha conseguido la continua violación de contratos, convenios y derechos históricos adquiridos por los trabajadores, por parte de una patronal que, con completa complicidad de los gobiernos, exige una nueva y más cruel reforma laboral.
Y nuestros sindicatos, domesticados por el sistema, aborregados hasta el punto de que ninguno se diferencia del otro, de que no se oye una voz más alta que otra, sirven al sistema y no son capaces de parar, ni siquiera capaces de articular a los trabajadores para darle el justo giro social a un tema tan importante como el conseguir una Reforma Laboral por la protección y estabilidad del empleo. Que, al fin y al cabo, es la única manera de regular el mercado y conseguir estabilizar la oferta necesaria para la sociedad estable e igualitaria que la mayoría queremos.
Sólo me resta manifestar que la única forma de entrar en escena del sindicalismo actual es presentar una huelga general. Acompañada de las exigencias que ya citamos, y con la fuerza y coherencia de quién es capaz de presentar una jornada de huelga general, o dos… o tres…
* Pedro González Cánovas es miembro de Alternativa Nacionalista Canaria
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