Teodoro Santana * / Artículos de opinión.- La economía estadounidense tiene algunos factores que podrían facilitar su recuperación antes que Europa y Japón: el constante reflujo del capital global a EEUU y el mantenimiento de la posición hegemónica del dólar, la superioridad en el sistema, ciencia y tecnología, personal especializado y mercado. Sin embargo, la dimensión de la recesión estadounidense en 2009 es la más grave desde la Segunda Guerra Mundial y, a pesar de los intentos de convencer a todo el mundo de las “síntomas de recuperación”, lo cierto es que no se vislumbra el final del túnel.
Así, el índice de desempleo en Estados Unidos subió tres décimas al 9,7% en agosto, el nivel más alto en 26 años, informó el pasado 4 de septiembre el Departamento de Trabajo de EEUU, con una pérdida neta mensual de 216.000 puestos de trabajo. Desde que comenzó la recesión en diciembre de 2007, la economía estadounidense ha tenido una pérdida neta de 6,9 millones de puestos de trabajo. El contingente de desempleados, en el mismo período, ha crecido en 7,4 millones y suma actualmente 14,9 millones de personas.
Además, el Departamento de Trabajo reconoció que si se toma en cuenta a las personas que tienen un empleo de tiempo parcial pero quisieran trabajar a tiempo completo, y las personas que desalentadas ya no buscan empleo pero tomarían uno si pudieran, el índice de desempleo subió del 16,3% en julio al 16,8% en agosto.
Lo cierto es que la economía de la mayor potencia imperialista está atascada en dificultades de difícil solución. El mercado financiero se encuentra ligeramente estabilizado, pero aún pesan como una losa la enorme cantidad de “activos tóxicos” que tienen ocultos los bancos, cuya cuantía se desconoce. Tampoco se ha avanzado nada en la prometida reforma financiera.
En el mejor de los casos, una hipotética recuperación de la economía estadounidense dependerá más del mercado extranjero que del consumo interno, lo que bajará la proporción del consumo en el Producto Interior Bruto (PIB). El consumo privado sigue siendo importante para la economía estadounidense, pero la disminución del consumo a crédito reducirá su peso.
A estos datos hay que añadir el pronóstico de la mismísima Casa Blanca, hecho público el pasado 25 de agosto a través de su Oficina de Administración y Presupuesto, en el sentido de que el déficit acumulado del gobierno norteamericano sobrepasará en los próximos diez años los 9 billones de dólares debido, sobre todo, a la disminución de los ingresos en concepto de impuestos y del aumento de egresos en los campos de bienestar y alimentos. Mala noticia para todo el mundo, ya que el déficit financiero de EEUU, a través del dólar, es soportado por el resto de países del planeta. Esta cifra sobrepasa la previsión de hace seis meses en 2 billones de dólares.
La tendencia de la economía norteamericana es a disminuir su participación en la economía mundial, lo que, a su vez, afectará a su crecimiento. Las estadísticas muestran que, en el primer trimestre de 2009, el crecimiento económico mundial dependía casi totalmente del aumento chino. En el segundo trimestre, la economía global aumentó en un 1,6 %, o sea, un incremento cero descontando el crecimiento de China. El FMI pronostica que el crecimiento económico mundial de 2009 dependerá del aumento de los mercados emergentes y los países en vías de desarrollo, de los que China representará la mitad, así como que en los próximos años esos mercados emergentes contribuirán en más del 70 % al crecimiento mundial.
En cualquier caso, la “recuperación” de la economía mundial no deja de ser un deseo, cuando no una mentira descarada. Lo han certificado los países del G-20, que el pasado sábado lanzaron un mensaje de cautela, e insistieron en seguir dando subvenciones públicas a la banca y a prepararse para “futuras crisis”.
Evidentemente, EEUU continuará siendo la principal potencia económica mundial, ya que es harto difícil que los demás países se desconecten sin más de la economía estadounidense. Pero cada vez más asistiremos a un auge de la multipolaridad, tan bien representada por el grupo de Brasil-Rusia-India-China (BRIC). En esa lucha por la multiporalidad económica, seguirán produciéndose nuevos repuntes de la crisis financiera y un incremento de la pugna por desdolarizar la economía internacional, amén del incremento de las fricciones comerciales entre los grandes países.
Esa desdolarización, desde luego, no va a ser nada fácil. China reconoce que se ha equivocado al comprar enormes cantidades de dólares en deuda pública estadounidense. Y se queja amargamente de la “irresponsabilidad” del gobierno norteamericano, que sigue transfiriendo su déficit a los demás países a base de imprimir más dólares. Ni pueden seguir con los dólares-basura, ni pueden deshacerse de ellos rápidamente, so pena de sufrir una pérdida descomunal. Japón, Gran Bretaña y otros países de la Unión Europea también han comprado una cantidad considerable de bonos del Tesoro de EEUU, y por ello están bastante asustados por el déficit norteamericano (y sus hábitos de consumo excesivo: el american way of life).
La tendencia histórica que se percibe es la de que EEUU irá perdiendo poco a poco su hegemonía imperialista. Y que, en el camino de la multipolaridad de la economía mundial, se impondrá también un sistema monetario multipolar. Lo que, a su vez, acelerará el declive del imperialismo estadounidense.
(*) Teodoro Santana es miembro del Comité Central del Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias (PRCC)
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