Samir Delgado * / Artículos de opinión.- El año que viene, por estos mismos días de agosto, se cumplirá el vigésimo aniversario del paso por Maspalomas del afamado poeta portugués Eugenio de Andrade, uno de los verseadores lusos de mayor reconocimiento internacional y considerado en su país como el otro referente literario en la historia junto al insigne escritor Fernando Pessoa.
¿Tendrá la efeméride algún eco en las oficinas consistoriales?. Muy a pesar del productivo empeño de los funcionarios entregados a la gestión cultural en el sur turístico no suele haber mucha atención a los anales poéticos, por lo demás reducidos a los estudios pormenorizados de los otros especialistas de la cultura, que son los profesores de literatura en la universidad canaria totalmente obcecados en su quehacer parnasiano muy bien remunerado.
La presencia del poeta portugués fue efímera, no dejó ningún tratado literario de provecho para la venta como souvenir al estilo de Washington Irving con su best seller granadino, tampoco se podría señalizar la ruta turística que motivó sus creaciones maspalomeras ya que los accesos a Playa del Inglés son múltiples y variados: desde la bajada tradicional por la avenida Alféreces Provisionales de reminiscencia franquista hasta los entornos colindantes de cualquier hotel aledaño a las castigadas Dunas. Pero sí vale la pena celebrar la estancia veraniega de Eugenio de Andrade en nuestra ciudad turística más visitada por la necesidad de reflexionar críticamente sobre el devenir urbano de un emporio económico que está tocando fondo tras medio siglo de experimentación desarrollista.
En alguna de las publicaciones de la Fundación César Manrique se ha mencionado acertadamente el papel predominante que ha tenido el visitante extranjero a la hora de establecer los perfiles de nuestra identidad insular, no han sido pocos los letrados europeos que durante siglos han difundido las riquezas naturales y las gentilezas hospitalarias de una sociedad canaria que ha recreado continuamente las señas de su personalidad colectiva, tanto por la difícil adaptación al medio como por los embates históricos de los monocultivos económicos. Así ha sido durante siglos, hicimos nuestro el cuchillo naife y exportamos el mejor vino de la época shakesperiana, heredamos una cultura labriega de enorme profundidad generacional y también construímos ciudades tuísticas en apenas unas décadas de total desenfreno urbanístico, sin nada que envidiar a Cancún. Pero ha llegado la hora de parar.
Cuando el poeta Eugenio de Andrade aterrizó en Gando estábamos en pleno verano del año 90, todavía algunos puntos orográficos de la costa sureña estaban algo impolutos, al menos se empezaba a mirar atrás con preocupación desde los sectores poblacionales más sensibilizados pero la cuestión de la moratoria turística todavía era un tabú, junto al esfuerzo titánico de los entornos ecologistas y vecinales que llamaban la atención sobre la necesidad de parar y reflexionar sobre las hipotecas del modelo turístico vigente, apareció el documental de una televisión alemana que destronaba la imagen idílica de nuestro paisaje con unas imágenes escalofriantes en vivo directo de Maspalomas. Y desde entonces la historia ya nos la sabemos de memoria, la especulación inmobiliaria y el deterioro medioambiental han seguido machacando la isla en su regazo sureño, los touroperadores han ingeniado a toda costa muchas campañas de promoción con todo incluido para mantener las tasas de ganancia y las autoridades gubernamentales acuden a las ferias internacionales con nuevos campos de golf y ofertas de talasoterapia para congresistas de alto estanding. ¿No parece que estamos en un callejón sin salida?.
Ahora ha saltado el debate sobre la remodelación de los centros comerciales en el anexo de Playa del Inglés y la permanente exhortación a mejorar la planta alojativa infunde un poco de seriedad por parte de la Patronal, también los índices de paro en la hostelería asustan por la cantidad de gente que ni siquiera cogerá la bandeja y preparará la maleta cantada por un Pedro Lezcano que en sus años de presidente cabildicio dignificó el oficio de una política cada vez más secuestrada por el lucro y la corrupción municipal.
Algo de todo esto tuvo que presenciar nuestro poeta Eugenio de Andrade para que declarase en sus versos muy poca nostalgia de Maspalomas. Y es que transcurrido este tiempo, parece que no aprendemos de los errores pasados y que estamos condenados a tropezar con la misma piedra, si paramos de una vez no será para otra cosa que para mirar atrás con la paciencia del aparcero, volver a mirar al mar con la confianza de las nasas marineras y echar un buen encofrado a los terraplenes del futuro.
Y si hay que celebrar algo el año que viene, por el vigésimo aniversario del paso por Maspalomas del gran poeta Eugenio de Andrade, sería muy buena ocasión para que reflexionemos desde todas las ópticas sobre nuestra ciudad turística y sin olvidarnos, claro está, de nuestros poetas canarios que han dejado huella en el sur con versos de calima como los de Juan Jiménez, la guía turística no oficial de Manuel González Barrera y el propio Alonso Quesada que desde tan pronto ironizó sobre este clima localista con una "irremediable temperatura universal".
Samir Delgado
www.samirdelgado.org
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