Samir Delgado * / Artículos de opinión.- Hace 40 años que los yankis pisaron la luna clavando su bandera imperialista en la madrugada de 1969. Pero ya ni impresionan las imágenes de los astronautas con sus escafandras de la NASA dando piruetas triviales sobre la enigmática superficie lunar. Muchas de nuestras abuelas jamás lo creyeron cierto, pero de este modo la guerra fría alcanzó de lleno con su propaganda ideológica al satélite soñado por bates de todos los tiempos.
Lo más sorprendente, transcurrido este tiempo prudencial ahora celebrado con efervescencia en la tele, es que ni el propio Julio Verne imaginó que un tal Obama sería el primer presidente negro en USA. Esto no sabemos si pasado medio siglo será un dato sólo memorable en las estadísticas, o si realmente el “yes we can” está suponiendo otro pequeño paso de gran trascendencia para la humanidad. Da pánico pensar que ante los avisos urgentes del climatical change y la crisis global del capitalismo cuyo alcance supone la propia subsistencia de la especie humana, el inquilino de la White House con las llaves en la mano de multitud de decisiones que pueden dar la vuelta a la tortilla de los problemas que asolan el mundo, se dedique nada más que a dar malabarismos mediáticos al más puro estilo de los Harlem Globetrotters.
Y es que, optimismos pueriles aparte, el movimiento de los panteras negras que sacudió por aquélla década la conciencia de culpabilidad de la clase media americana por la larga y duradera discriminación racial ha quedado en el olvido como las camisetas para adolescentes del cantante jamaicano Bob Marley que llevaba a todas partes la fuerza musical del Reggae con la denuncia del Apartheid.
Cuando los yankis pisaron la luna nuestro archipiélago estaba silenciado por la represión franquista, apenas había despegado el proceso de especulación urbanística en el sur y las huelgas obreras estaban fraguando un escenario convulso. Apenas había crecido la mecha de las revueltas estudiantiles parisinas y despertado en occidente una revolución sexual que tras el festival hippie de Woodstock y las comunas en Ibiza convertían el bikini en un símbolo del destape, precisamente con el nombre del atolón donde tuvieron lugar las pruebas atómicas yankis.
Ahora con motivo de la efeméride, sólo faltaría recobrar el entusiasmo febril de aquellos momentos y que la luna vuelva a ser objeto poético sin sobredosis posmodernas. Hay un texto buenísimo del poeta canario Pedro Flores que precisamente trata sobre el primer poeta que alcance a visitar el queso extraterrestre. Yo me conformo con volver a mirar al cielo y poder recuperar la congoja misteriosa de nuestra infancia con pesadillas de licántropos posesos y aquelarres de brujas en el monte. No es pedir mucho, tan sólo revivir el embrujo de una luna pasada al rente por la fina navaja de Buñuel.
(Escritos del cibercafé II)
Samir Delgado
www.samirdelgado.org
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