Samir Delgado * / Artículos de opinión.- Los telediarios están anunciando ya la primera operación salida con partes automovilísticos que traerán con exactitud consecuencias fúnebres y también muchos negocios familiares están trancando sus puertas con el típico cartel colgado en los escaparates desangelados de muchas islas.
Por primera vez, muchos estudiantes universitarios han tenido que anticipar bruscamente la convocatoria de los típicos exámenes de septiembre al pleno verano. Todo por la paranoia de seguir a cualquier precio y de pies juntillas lo que pasa en Bolonia, así que lo de trabajar en verano para estudiar el resto del año y poder pagar las clases ha pasado a la historia. En adelante la universidad será únicamente un lugar privilegiado donde quien se despiste con un par de asignaturas enrevesadas podrá perder la beca del ministerio y tendrá que buscar un empleo temporal que llevará como pez que se muerde la cola a no ir por clase. Este es el principio del fracaso académico que tanta tinta viene rellenando en los encajonados informes institucionales. Estudiar a toda costa hasta el final para rematar la licenciatura de reponedor en Carrefour: menudo futuro le espera a muchos jóvenes en los próximos veranos.
También a partir de ahora los empresarios hoteleros comienzan a frotarse las manos gracias a la estampida de muchas familias canarias que facturarán sus pasatiempos estivales en casa. La vorágine turística del sur insular está siendo modificada cada nueva temporada, en lugar de las familias estándar del imperio británico y los nórdicos impávidos que vienen en plan redención, muchos apartamentos serán reservados por nuestra gente que huye del asfalto capitalino y buscará resarcirse del aislamiento en sus puestos de trabajo con el chapuzón atlántico tan anhelado por los europeos que lo han aplazado durante todo el año en sus ciudades del norte.
Así parece que imitamos de alguna manera la misma dinámica de los ciudadanos de afuera, nos dejamos llevar por la inercia mediática al igual que el prototípico padre de familia con el deseo esquizoide de adquirir un coche de la nueva gama pasada por la tele. Y eso que aquí no hace frío casi nunca, no vivimos de espaldas al mar y nuestras playas no tienen candados que abrir tras el pistoletazo de salida del solsticio veraniego. A decir verdad, ni Las Canteras en Las Palmas de Gran Canaria, ni Las Teresitas en Tenerife, tienen un solo domingo de descanso sin la imagen del gentío popular abarrotando con holgura sus terapéuticas estancias.
Pero esta tendencia al alza de residentes canarios que en la década del milenio ha punto de extinguirse han venido ocupando el volumen mayoritario de muchas ofertas vacacionales ha salvado los muebles de una gran cantidad de establecimientos hoteleros. Incluso se podría decir que hay una especie de reclamo inconsciente del ciudadano insular sobre los privilegiados espacios turísticos que siempre han estado destinados al foráneo que trae la riqueza. Como si nuestros impuestos cotidianos no hubiesen contribuido en gran medida al embellecimiento de muchas avenidas marítimas y paseos románticos de perfecta pose fotográfica. El sur también es nuestro, vaya que sí, las generaciones que nos preceden levantaron con su sudor piedra sobre piedra en los páramos del último medio siglo. Todas las postales aéreas que muestran los edificios iluminados con el brillo de la noche sureña deberían tener obligatoriamente el anagrama de made in Canarias.
De verdad, los analistas enchaquetados de la Consejería de Economía del Gobierno canario podrían espabilarse haciendo un balance de la cantidad de prestaciones por desempleo que una vez han cubierto las necesidades básicas de la familia son invertidas cuidadosamente en el derecho al ocio, por muy mínimo que sea. Las ayudas que sufridamente mucha de nuestra gente recibe por sus años de cotización en la seguridad social y que en algún porcentaje servirán para costearse este verano el lujo pasajero de unos días en alguna terracita sureña con vistas a cualquiera de nuestros míticos faros. No sería una idea descabellada restar adecuadamente en las tarifas oficiales de las pernoctaciones turísticas unos cuantos números para que las personas con una restringida capacidad adquisitiva tengan también una oportunidad para descansar libremente y tomar impulso para el futuro. Habrá que incorporar a los escuetos beneficios de la residencia un plus de compensación por los daños de quedar parado bajo la maldita crisis financiera. Esperemos que la nueva financiación autonómica no acabe invertida en piche y sea distribuida con cabeza en verdaderas medidas de contención frente a tanta impotencia y tanta frustración multiplicada por los buzones de muchos barrios castigados este verano sin vacaciones.
A lo mejor dentro de poco vemos a los touroperadores desesperados por la caída del turismo germano y haciendo campaña en medio de las ramblas. Llama la atención que el marketing de algunos planes de pensiones promocionados por la majadería de los bancos españoles con su oficina implantada artificialmente en las islas anuncie a nuestros futuros jubilados unas ofertas galácticas como jugar al golf en Augusta, pasear por playas cristalinas en las Islas Fiji, comprar lo último en electrónica en Tokio, irse de safari fotográfico al norte de Tanzania, disfrutar de un capuchino express a cincuenta metros del Coliseo romano, relajarse en un crucero por el Caribe o respirar aire puro en el parque nacional chileno del Paine.
Parece mentira, pero esta retahíla de afamados destinos turísticos que pretenden agasajar los anhelos de movilidad de muchos isleños hace estragos en nuestra población y está bien pensada por los astutos señores del poder que viven del cuento, pues son precisamente ellos quienes tienen garantizados sus viajes todo el año para especular en cualquier parte del globo.
Menos mal que en estos folletos editados en Madrid no incluyen las islas como recreo, con lo fácil que resulta poner una experiencia insólita bajo los fondos marinos del Hierro y extraviarse entre las dunas de Maspalomas. Y es que esto sí que lo saben bien los fundamentalistas de la concretera y los chafalmejas ataviados de pingüino que llevan las cuentas en el Gobierno de Canarias: el archipiélago nunca colgará el cartel de cerrado por vacaciones.
(Escritos del cibercafé II)
Samir Delgado
www.samirdelgado.org
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