José Antonio Linares Moleiro / Artículos de opinión.- Desde el fenómeno social que vino a llamarse “el espíritu de Vilaflor”, los interesados en sacar adelante las obras e infraestructuras devoradoras de territorio, socialmente rechazadas, técnicamente disparatadas, ecológicamente impactantes y, económicamente deficitarias para la sociedad, han defendido estas acciones con descalificaciones, insultos y desprecios, propio de una época que se tenía por superada.
En una sociedad moderna, culta y, medianamente democrática, se suele tener en cuenta los criterios, opiniones, alegaciones y documentos aportados por la comunidad científica, se suele tener en cuenta la opinión de las personas que residen en la zona donde se pretende ubicar dichas infraestructuras, en cambio en esta “tierra única”, se desprecian con una impunidad tal, que causa repugnancia al oído, convirtiéndose en un atentado a la inteligencia humana.
Los políticos y grandes empresarios, o los grandes empresarios y políticos (tanto monta, monta tanto), concurren en junio de 2004 en el recinto ferial para, según ellos, dar un puñetazo sobre la mesa y, sacar adelante la paralización del progreso de Tenerife, progreso que no han sabido explicar ni llenar de contenido. Un mes mas tarde, varios colectivos sociales, ecologistas, sindicales, personas a titulo individual, etc., se congregan en la Universidad Laboral para dar una respuesta contundente a tal despropósito, siendo objetivo de las iras de los sin razón.
“El movimiento antiglobalización mas poderoso del mundo esta en Tenerife y, sus cerebros en la Universidad de la Laguna”, fue una de las frases pronunciadas con la finalidad de desarticular el movimiento social en Tenerife, seguido de la calificación de golpistas civiles, al ver como la sociedad estaba organizada y hacia frente a tanto desmán, sin conseguir sus objetivos. El ataque directo a catedráticos de la Universidad de la Laguna, unido al calificativo de “terroristas sociales” fue el que causó mayor impacto y rechazo, siendo utilizado como bumerán, cuando en algunas manifestaciones hemos visto pancartas con el texto: “los terroristas sociales no queremos puertos ilegales”, pero los defensores de la locura en la que nos han metido, no aprenden y siguen con sus insultos y descalificaciones, a sabiendas que lo único que consiguen es algún titular de la prensa, amarilla y sensacionalista, que tenemos, al margen de servir de acicate a los que optamos por otro modelo de desarrollo, erradicando al desarrollismo.
Ahora han patentado otro descalificativo, “talibanes ecologistas”. Otro desprecio más que añadir a la ya larga lista de descalificativos, pero somos muchos los que estamos esperando una defensa argumentada y detallada de la teórica importancia de las obras, que ellos han calificado como estratégicas o fundamentales.
Ha hablado de la creación de puestos de trabajo y, el tiempo ha expuesto que sólo era una mofa a la desesperación de las personas que se encuentran en desempleo, principalmente por la imposición de un modelo económico basado en el piche y el hormigón. Se han atrevido a cuestionar los informes de la comunidad científica, aportando definiciones nuevas sobre la vida submarina, como si del bufón institucional se tratase. Han criticado que haya sido un juzgado de Las Palmas, quien haya paralizado el puerto de Granadilla, en un afán de desesperación de culpar a la isla hermana de sus torpezas, desviando la atención al el ya rancio asunto del pleito insular, pues recordemos que las movilizaciones llevadas en Tenerife, son subvencionadas por el Sanedrín de Vegeta, según la versión oficialista en intentar buscar justificación a la reacción ciudadana contra la imposición de un modelo que no queremos.
Han silenciado a la mayor ILP llevada a cabo en Canarias, otras son rechazadas y, otras las enmiendan para mayor gloria del club de Bilderberg canario. Decretan descatalogaciones de forma irregular. Adjudican obras de forma dudosa, por lo que debemos y cuestionamos que la falta de transparencia en la ejecución de estos proyectos, pues alguna razón debemos tener, cuando se consiguen paralizar, sin disponer de los medios que disponen lo defensores del desastre, convirtiéndola en una batalla desigual.
Todos echamos de menos un debate público, entre defensores de estos proyectos y detractores de los mismos, en igualdad de condiciones. Que si tuviesen un mínimo de razón, seguramente ya lo hubiesen aceptado, pero lo único que hacen es utilizar el insulto, la descalificación y, el desprecio, cuando en un cara a cara, se verían todas las miserias que se esconden en este entramado político-empresarial, los cuales nos han subido de categoría: de golpistas civiles a terroristas sociales y, de terroristas sociales a talibanes ecologistas.
Toño Linares
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