Pedro Brenes * / Artículos de opinión.- La extensión del territorio de las Islas Canarias es de algo más de siete mil kilómetros cuadrados. Pero si trazamos una línea perimetral, uniendo los extremos de cada isla, obtendremos una superficie total, terrestre y marítima, de más de cien mil kilómetros cuadrados. Y si añadiéramos, a partir de esa línea perimetral, doscientas millas de zona económica exclusiva alcanzaríamos un área de, en números redondos, unos cuatrocientos mil kilómetros cuadrados. Casi tanto como la superficie terrestre de España.
Pero, de momento, nos es imposible hacer esto. La legislación internacional establece muy claramente que sólo pueden trazar una línea externa delimitando el contorno del archipiélago y reclamar las aguas interiores a ese límite como territoriales, aquéllos que conforman un Estado soberano e independiente, tales como Japón, Filipinas o Cabo Verde.
Por el contrario, cuando se trata de islas pertenecientes a un Estado continental, sólo están autorizadas a marcar una zona, alrededor de cada una de ellas, de doce millas marítimas, como aguas jurisdiccionales. Por eso, y mientras se mantenga la dominación colonial imperialista española sobre nuestro país, el mar entre nuestras islas tiene la consideración legal de aguas internacionales y la zona económica exclusiva de Marruecos engloba buena parte del espacio marítimo que rodea a Canarias.
Esta distinción entre Estados archipiélagos y archipiélagos de Estado condena a Canarias a entregar las potencialidades energéticas, piscícolas, farmacéuticas, geológicas y de investigación científica que encierra nuestro mar a nuestros vecinos o a cualquier otra potencia que se decida a desarrollarlos y explotarlos. Claro que mientras pertenezcamos por derecho de conquista al Estado continental europeo español, poca diferencia habrá para nosotros entre el expolio de nuestras riquezas por parte de empresas multinacionales españolas como Repsol, europeas como Total, o norteamericanas como Texaco.
Por otra parte, el gobierno español procura por todos los medios que este asunto de las aguas canarias se maneje con la mayor discreción posible para que tenga un mínimo de resonancia mediática y política. Pero ningún intento de ocultación ni ninguna campaña de tergiversación de la situación legal del Archipiélago Canario como colonia española podrá cambiar la realidad de que sólo podemos, mientras se mantenga esa condición colonial de nuestra patria, controlar doce millas marítimas en torno a cada una de las islas.
Por eso todos los comentarios sobre el supuesto trazado de una línea intermedia o mediana entre las costas de Lanzarote y Fuerteventura, por un lado, y el territorio marroquí, por otro, no son más que falacias absurdas de colonizadores y colaboracionistas.
Y otro tanto podemos decir del intento, frente al límite del trece de mayo para presentar ante Naciones Unidas cualquier reclamación sobre áreas marítimas, de plantear junto con Portugal una “ampliación” de zona económica exclusiva hacia el Oeste del Archipiélago Canario.
El dominio de nuestro mar interior y el control de una amplia zona económica a partir del contorno exterior de las islas es de fundamental importancia para el futuro de nuestro país y de nuestro pueblo. Solamente las inmensas posibilidades de aprovechamiento de las potencialidades energéticas eólicas, mareomotrices y de corrientes marinas en relación a las cuales nuestros mares gozan de inmejorables condiciones, nos permitirían prescindir de la onerosa importación actual de hidrocarburos.
Pero nuestras aguas también son ideales para nuevos sectores productivos de gran perspectiva. Sus condiciones de temperatura, transparencia, corrientes y riqueza biológica las hacen ideales para desarrollar cultivos marinos o para la obtención de novedosos productos farmacéuticos.
El futuro está en el mar. Las tecnologías de investigación y exploración marinas se perfeccionan rápidamente, y su utilización lleva al descubrimiento de cada vez mayores posibilidades científicas e industriales de las aguas y los fondos oceánicos. Las inversiones en la exploración de los recursos del mar aumentan de forma acelerada, así como el número de empresas especializadas en la explotación de nuevos productos y nuevas fuentes de energía basadas en los mares.
Sobre estas todavía insospechadas posibilidades podríamos configurar un nuevo modelo productivo canario, para diversificar e industrializar nuestra economía y liberarnos de los seculares monocultivos cuya ruina inexorable nos ha llevado históricamente a sucesivas crisis catastróficas.
Pero eso no se podrá conseguir con ningún estatuto de autonomía ni con ningún régimen de soberanía limitada bajo la tutela imperialista. Sólo la conquista y la instauración de la República Canaria independiente nos permitirá reclamar nuestros derechos como Estado archipiélago, trazar nuestra línea perimetral y, fijando la mediana con nuestros vecinos marroquíes, establecer una zona económica exclusiva a partir de la citada línea.
(*) Pedro Brenes es Secretario General del Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias (PRCC)
Comentarios