Pedro Brenes * / Artículos de opinión.- El retroceso general de las posiciones políticas revolucionarias y socialistas en las últimas décadas, nos ha dejado en herencia una profunda y arraigada alienación, desmovilización y división de la clase obrera canaria. El pequeño porcentaje de trabajadores afiliados a cualquiera de las múltiples organizaciones presentes en el “mercado” sindical han caído en manos de los burócratas reformistas que, independientemente de las etiquetas y de la imagen de marketing electoralista y clientelista, ya se presenten como de “izquierdas”, “de clase” o “nacionalistas”, en realidad sólo se preocupan de competir para alcanzar las mayores cotas de “representatividad” para poder acudir como legítimos negociadores ante los correspondientes organismos del Estado burgués.
Cualquier capitalista inteligente llegará fácilmente a la conclusión de que cuantos más sindicatos haya y más rivalicen entre sí, mucho mejor para sus intereses. Pues la división y el sectarismo sindical sólo beneficia a los explotadores. De la misma manera, cualquier obrero sensato entenderá inmediatamente que la mejor arma para defender los intereses de clase de los trabajadores asalariados es la unidad y la coordinación de las luchas, reivindicaciones y movilizaciones obreras por medio de una confederación sindical única.
Algunos dirigentes sindicales, ajenos a los intereses estratégicos de la clase obrera, ignorantes de la misión histórica de los trabajadores asalariados de alcanzar la sociedad socialista y liberar así, no sólo a sí misma de la explotación capitalista, sino a toda la sociedad de la injusticia y la desigualdad, convencidos de que el Estado burgués es el único posible y que su papel, como sindicatos representativos y mayoritarios, consiste en alcanzar acuerdos razonables sobre la competitividad de las empresas y la compensación de las subidas del IPC, centran su actividad exclusivamente en la lucha económica buscando siempre la “concertación social” y la negociación razonable y civilizada entre los “agentes sociales”.
Otros, en su competencia por el mercado sindical, sin apartarse de las concepciones burocráticas y reaccionarias de los anteriores, tratan de distinguirse y de promocionar su imagen de marca con eslóganes del tipo de “sindicato nacional y de clase” e incluso, apurando las técnicas publicitarias, como “independentistas” y hasta “revolucionarios”.
Pero todos, al fin y al cabo, caen en los pecados capitales del sindicalista profesional: el economicismo, el burocratismo, el reformismo y el sectarismo. Y cada uno de ellos emplea distintas fórmulas y consignas para justificar su política de dividir a la clase obrera canaria.
Los burócratas sindicales que se promocionan y venden su producto supuestamente diferenciado como “nacionalista” (¿nacionalista de Coalición Canaria?) no han entendido todavía que la opresión colonial, y la consiguiente lucha de liberación nacional, es una forma y un manifestación de la lucha de clases. Y que cuando repiten como los loros, sin entender nada, que la liberación nacional de Canarias del imperialismo español es inseparable de la lucha de los trabajadores por la liberación social, es decir por el socialismo, están reconociendo que su labor debería centrarse en la unidad de la clase obrera isleña contra la alianza entre la burguesía capitalista y el Poder colonial.
Sin embargo, por ignorancia o por hipocresía, utilizan esta gran verdad, que tanto manejan en sus histéricos discursos, como excusa para justificar su sectarismo divisionista que sólo favorece a los capitalistas y al colonialismo.
Lo más sorprendente es que la socialdemocracia independentista, junto con sus simpatizantes rojiverdes y anarcoecologistas, respalda con entusiasmo este marketing sindicalero supuestamente “independentista” y siguen negando su posición ideológica y rechazando el carácter clasista de la lucha de liberación nacional. Y hasta hay entre ellos quien considera “ridículo” el que se les plantee la posibilidad -y la necesidad- de unirse en un partido con una definición política clara, sin llegar a comprender que lo único ridículo y penoso es su lamentable espectáculo de división en grupúsculos inoperantes y testimoniales.
Pero todas estas concepciones primitivas e inmaduras no son más que la herencia de la época en que las posiciones políticas socialistas y revolucionarias estaban a a defensiva. Pertenecen a una etapa histórica que se ha acabado para siempre. El sistema capitalista, que presumía de su victoria definitiva, se está derrumbando ante nuestros ojos. Y esta nueva época exige romper con las inercias del sectarismo vulgar y el reformismo que han imperado hasta ahora.
Porque lo que se nos viene encima es una catástrofe social sin precedentes. La gran depresión no ha hecho más que empezar. El desempleo masivo aumenta continuamente. Estamos ya en una situación prerrevolucionaria que exige políticas nuevas y el abandono de los criterios primitivos y simplistas. La unidad de los trabajadores contra los monopolios y los bancos es imprescindible. Ninguna excusa superficial y anticuada puede justificar hoy la desunión de la clase obrera canaria en esta nueva y terrible situación. Nos amenaza el hambre y la destrucción de la sociedad. No hay ya lugar para mezquinas rivalidades políticas ni para la competencia sectaria de los aparatos sindicales burocráticos.
(*) Pedro Brenes es Secretario General del Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias (PRCC)
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