Pedro Brenes * / Artículos de opinión.- La intervención o toma de control de la Caja Castilla La Mancha por el Banco de España, indica que la continua e imparable profundización de la crisis empieza ya a afectar al sistema financiero español que, según presumen, es el que está en “mejores condiciones” para resistir los efectos del derrumbe del sistema económico.
Después de muchos intentos por salvarla de la quiebra por medio de fusiones con otras cajas, cuya situación no es mucho mejor, no les ha quedado más remedio que emplear dinero público para cubrir sus deudas y garantizar las cuentas y los depósitos de sus clientes.
Las mismas autoridades financieras que hasta ahora han estado negando la precaria situación del sistema bancario, reconocen que posiblemente haya que invertir más fondos públicos en próximas “intervenciones”, sobretodo y en primer lugar en las Cajas de Ahorros debido a su mayor dependencia del negocio inmobiliario que, como consecuencia de la crisis general, ha provocado la caída de la concesión de préstamos hipotecarios y una cada vez mayor morosidad en la devolución de los créditos.
Pero en realidad todas las Cajas están más o menos en la misma situación y todas ellas llevan muchos años volcadas en el gran negocio especulativo de la construcción inmobiliaria, contribuyendo a la expansión de una burbuja que -lo sabían perfectamente- terminaría por estallarles en sus propias narices. La subida artificial de los precios de las viviendas muy por encima de su valor real, que tantos y tan rápidos beneficios proporcionaron a los especuladores y a las cajas y bancos, les sitúan ahora, ante el hundimiento del mercado inmobiliario y la inevitable caída de precios, con unos balances irreales que no reflejan en absoluto su verdadero patrimonio.
Las crisis parciales de sobreproducción especulativa o “burbujas” en las que se hacen subir artificial y fraudulentamente los precios para ganancias de unos pocos, son frecuentes en el sistema económico capitalista y se resuelven con la brusca caída de la producción y de los precios, hasta que la oferta y la demanda real de esos productos se equilibra de nuevo.
Si todo el problema actual de la economía se limitara a un burbuja parcial o sectorial, el capitalismo superaría, como lo ha venido haciendo hasta ahora, una de sus inevitables y frecuentes crisis, después de que cambiara de mano mucho dinero, se produjera una vuelta de tuerca más en el proceso de concentración del capital y de la propiedad privada, se destruyeran o infrautilizaran ingentes cantidades de fuerzas productivas, y grandes masas de trabajadores fueran arrojados al desempleo.
Sin embargo esta vez no se trata de una crisis sectorial como nos decían hace sólo unos meses. Pretendían engañarnos con aquello de la “crisis financiera internacional” que había que evitar que se “trasladase” a la economía real, utilizando las absurdas concepciones y las primitivas formulaciones de los economistas burgueses que, en su superficialidad y mediocridad científica, se expresan como si las finanzas no formaran parte de la “economía real”.
Ahora ya es imposible de ocultar que lo que está en crisis no es éste o aquél sector concreto sino el propio sistema económico y social capitalista en su conjunto.
Por eso, aunque es cierto que el negocio inmobiliario y las hipotecas son la causa inmediata de la caída de Caja Castilla la Mancha y posiblemente de otras muchas cajas y algunos bancos, después del ladrillo podemos ver ya como progresivamente se derrumban el resto de los sectores productivos, la industria, el comercio, el turismo, los servicios, etc., arrastrados por la contracción del consumo agravada por el creciente desempleo.
Los sucesivos rescates o “inyecciones de liquidez” para los bancos que han llevado al límite el déficit público, hacen cada vez más complicado acudir con el dinero de todos los ciudadanos a salvar a las entidades financieras y las grandes empresas.
Pero, a pesar de todo, se resisten a aplicar las medidas económicas indispensables sólo porque van en contra de su ideología política.
Aunque las “intervenciones” significan, de hecho, la nacionalización o la toma del control por parte del Estado de las empresas financieras en quiebra, se niegan a reconocerlo y mantienen obstinadamente la esperanza de que el sector privado, a través de sus representantes políticos en el caso de las cajas, por medio de fusiones y absorciones terminará por recuperar la gestión después de ser saneadas con dinero público.
Lo que no saben es qué harán si, en la medida en que la destrucción del ciclo económico avanza y se profundiza, se produce la quiebra de todo el sistema bancario y cuando el aumento del déficit ya no sea suficiente para pagarles todas sus trampas a los banqueros, a los políticos corruptos y a los especuladores.
(*) Pedro Brenes es miembro del Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias (PRCC)
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