Alexandra Anton / Artículos de opinión.- Todos hemos podido comprobar que, desde que se inició esta crisis financiera mundial que los capitalistas han provocado, la demagogia anticomunista es cada vez más fuerte, intentando respaldar a los gobiernos capitalistas. Todo vale para fortalecer a los culpables y debilitar a los que de verdad tienen la solución.
Jamás reconocerán que el sistema capitalista está pudriéndose irremediablemente y que sus soluciones no sirven, no han servido ni servirán para acabar con la crisis. En un sistema enfermo, creado para beneficiar a los poderosos, en el cual los trabajadores estamos en la base de la pirámide y los sostenemos a todos ellos. Para los que solo serviremos para pagar la crisis que ellos han creado. Nadie se para a pensar en todos los miles de millones que han repartido entre los bancos, no se les ocurre dividir esas cantidades, porque de ser así, se darían cuenta del engaño en el que viven.
Los sueldos se congelan, hay despidos, pero los amables señores de traje y corbata quieren que haya consumo “para reactivar la economía”, mientras cada vez más gente se queda sin trabajo y sin dinero que gastar. Esta es la solución que traen a lo que han provocado: regalarle al culpable el dinero de todos, y el que pague, como siempre, que sea el que menos tiene y más trabaja: una solución que no sirve para nada, sino para hundir más a las familias trabajadoras de todo el mundo.
Uno de los ejemplos más claros y actuales de demagogia anticomunista es la situación actual de Moldavia: país donde se está intentando dar un golpe de Estado, al más puro estilo del año 89 en Rumanía, introduciendo grupos que provoquen altercados, empleando a sus perros más fieles: los medios de comunicación, terroristas de las letras que escriben solo lo que interesa y se quiere que se sepa y que se crea.
Es una estrategia de las más descaradas para crear hostilidad y odio en el pueblo moldavo y rumano, empleando solo textos que dicen que “a los rumanos se les prohíbe la entrada en Moldavia” o “los comunistas moldavos recurrirán a la fuerza si es necesario para reprimir a los manifestantes”. Todo esto proviene de la declaración oficial de la mañana del 8 de abril del presidente Vladimir Voronin, que le ha exigido al embajador rumano Filip Teodorescu que abandone el país en 24 horas, las visas de entrada que se les impondrán a los ciudadanos rumanos para entrar en la República de Moldavia, y la detención de 118 alborotadores, que entraron en el país justo antes de estas acciones de protesta, junto con sus financiadores, que han abandonado el país.
Según un oficial ruso y el periódico nacional rumano Evenimentul Zilei y el moldavo Jurnalul de Chsinau, en Moldavia están implicados los servicios secretos occidentales y ciertas fuerzas de Rumanía. El oficial también ha declarado, y está comprobado, que la mayoría de los manifestantes de Moldavia tienen pasaporte rumano, y todo indica que las protestas puedan tener respaldo organizativo y financiero rumano, y lo más seguro es que sean grupos radicales nacionalistas, según declaró Sergei Markov, director del Instituto de Estudios Políticos de Moscú.
También han aparecido artículos con fotos de miembros del fascista Nueva Derecha, grupo que en su página web promocionan una campaña que están llevando a cabo para la recuperación de Moldavia, y los periódicos rumanos que en el mismo día de la declaración del presidente Vornonin no han tardado en publicar artículos en los que dicen que entre los detenidos hay niños a los que se les está interrogando para averiguar quienes han financiado este intento de golpe de Estado.
Es más que evidente la campaña anticomunista que los medios de comunicación están llevando a cabo, más intensa que nunca desde el inicio de la crisis económica, cumpliendo así las ordenes de quienes les dirigen y protegiendo los intereses de éstos.
La solución a la crisis no es ni será la demagogia anticomunista, que es más acentuada en los países del Este, aunque los capitalistas de occidente y rusos crean que así lo van a resolver. Tarde o temprano, los trabajadores acabarán entendiendo que a nadie le interesa ni intenta resolver esta crisis por el bien de los trabajadores y sus familias.
La solución a la crisis no son estas medidas, sino la unión entre los trabajadores acabando con el individualismo que han fomentado entre la gente, acabar con la ignorancia, la droga -que es una de las armas más importantes del sistema para mantener “dormida” a la juventud-, la televisión basura y la manipulación de los medios de comunicación. Y dejar ver que quienes conocen y piensan en la situación actual, y saben la verdad sobre este sistema enfermizo, pueden tener la solución.
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