Ignacio Rodríguez Marrero / Hasta siempre.- Hoy, aunque pueda parecer que nuestro amigo Agustín Padilla nos dice adiós, tenemos la certeza de que nos acompañará hasta el día en que también nosotros hagamos como si nos fuéramos, porque, entre otras cosas, nos demostró que hay muchas maneras de poner la tristeza y el dolor en su sitio, sin que ocupe ni un solo centímetro más, ni un solo sentimiento más de lo que les corresponde.
Iniciamos con Agustín, allá por finales de los setenta, un desafío lleno de idealismo, de utopías de todos los tamaños y también de carencias y dificultades. Desde la fuerza de sus veintipocos años y de sus convicciones de hombre de izquierdas, y con la generosidad y el humor con que siempre nos ha llegado al corazón, compartió con nosotros una larga travesía de más de treinta años que, lejos de interrumpirse, nos corresponde continuar con su recuerdo en nuestras manos y en nuestros actos.
Han sido muchas y sencillas lecciones de discreción, muchos momentos de hacerse querer echando mano de un chascarrillo o de un chiste absurdo sobre lo absurdo, con el que destrozaba el protocolo de su consulta y nos dejaba desternillándonos de risa.
Han sido muchos y buenos momentos, entre otros, de perras de vino acompañado con los callos que le gustaban con pasión –qué decir de cómo nos convenció de que las chuchangas eran una delicia–, o con unas papas con piñas y costillas en el guachinche de Juanito el Nervioso, en la carretera vieja, pasando el campo de golf, momentos que Agustín culminaba sacando unos puritos de su chaqueta para invitarnos a compartir otro de sus placeres preferidos.
Desde que comenzó a pasar consulta en el Puerto de la Cruz, en los años de la transición política, yendo primero en guagua y más tarde en un inolvidable Seat 127 hasta el pequeño apartamento del Edificio el Drago, donde abrimos la primera sede de lo que fue la Federación Canaria de Sindicatos Unitarios, Agustín nos transmitió su amor por la vida, por las cosas sencillas, su sentido de la amistad y de la generosidad. La frase que más he oído estos años en el Sindicato en boca de los hombres y mujeres trabajadores ha sido: “qué buena persona es Agustín”.
Por todo ello, estaría más que justificado que en el improrrogable plazo de veinte días hábiles, todos nosotros interpusiéramos una Demanda contra la muerte por intentar arrebatarnos el humor, la generosidad, la coherencia y la bondad que a manos llenas nos dio Agustín, y que en el último Otro Sí de la misma designáramos al Abogado Agustín Padilla Fuentes con domicilio profesional en La Laguna, C/ Herradores, 75-3º, o, si la Justicia no pone peros, en nuestros corazones, para que nos asista y dirija en cuantas actuaciones sean necesarias contra semejante tropelía.
Un fuerte abrazo para Pili, Laura, Bruno y para todos sus familiares, de los amigos y amigas de Intersindical Canaria.
* Palabras pronunciadas por el sindicalista Ignacio Rodríguez Marrero en el sepelio del abogado laboralista Agustín Padilla Fuentes, el 8 de marzo de 2009.
Agustín, ¡Qué buena persona eres!
Miguel Ángel, recordarás que solo hace unos días, en la cafetería de Múltiples II en Santa Cruz, hablábamos de Agustín y comentamos algunas anécdotas comunes.
Hace algo más de tiempo coincidí con su hermano Melchor, despidiendo a otro amigo, Adrián Alemán, que espero que se encuentre con Agustín y tengan largas conversaciones en “El Punto Criollo” de allá, mejor delante de unos vasitos de vino con gofio ensalzado que tanto nos gustaba y nos gusta.
Hacia algo de tiempo que no nos veíamos pero siempre recibía noticias de él a través de mi hija Yaiza, muy amiga de su hijo Bruno, o de otros compañeros como Rafa,..
Se me vienen a la cabeza multitud de momentos vividos juntos.., algunas:
Las reuniones en el “despacho multiprofesional” unas veces cerca del Parque Garcia Sanabria, después cerca de la plaza de Weiler,… Veo, visualizo, se dice ahora, a Alfredo Horas, maestro de abogados laboralistas, a Anadón, arquitecto, al “Pífano”, también otro histórico abogado y defensor del medio ambiente y de nuestro patrimonio histórico y con el cual coincidí en enero último, en Las Palmas de Gran Canaria comprando los últimos regalos de Reyes,..nosotros republicanos.
¿Para cuando un libro sobre los y las abogadas laboralistas de Canarias?
¡Agustín!. A nadie mejor que a ti, profundo conocedor de todos y que te llevabas bien con todas y todos podría encargársele. Y más desde tu atalaya actual.
Como cuando elaborábamos de prisa y corriendo los estatutos para legalizar la Federación Canaria de Sindicatos Unitarios (FSUC) y la preparación de las primeras elecciones sindicales después de la dictadura.
O cuando esperábamos nerviosos Agustín, Guillermo Núñez y yo, los primeros días de abril de 1982, en el Hospital Universitario, a que nacieran nuestros hijos.
Agustín y yo, deseando que nacieran el 14 por aquello de la II República.. y casi se cumplen nuestros deseos. Otra vez será.
En fin, Agustín, seguiremos en contacto y como dicen los que te conocimos “que buena persona eres”.
Nos vemos.
Publicado por: Gregorio M. Hernández, "Goyo" | 09/03/2009 en 10:06 p.m.