J.M. Álvarez * / Artículos de opinión.- Pocos días después de que el Premio Nobel de Economía, Paul Krugman anunciase que la crisis va a provocar que España pase por una situación “dolorosa” durante cinco o siete años (ni él mismo lo sabe, su concepto burgués de la economía lo limita), y de que Felipe González apostara por “mejorar” la formación del capital humano (dicho de otra forma: seamos sumisos para que el sistema que regala a ambos una vida cómoda, prolongue su agonía), el presidente del Consejo General del Poder Judicial advierte que la crisis puede ocasionar un aumento de la tasa de criminalidad. Nuevo mensaje sibilino: más represión a la vista.
Es evidente que la estrategia, que denominamos (antes de que surgiera la crisis) “contrarrevolución preventiva”, está que echa humo, como lo demuestra la brutal actuación policial en Barcelona contra estudiantes, fotógrafos, niños y todo bicho viviente que pasara por allí. El Gobierno reconoce que los jóvenes con escasa formación (y con mucha, añado yo, porque aquí sólo se salva el hijo del millonario) van a ser excluidos de la sociedad, y una cantidad enorme no conseguirán trabajo. Sucederá entonces que, mientras unos irán a parar al lumpen, otros se unirán, en principio por cuestiones subjetivas, a las filas de los grupos anticapitalistas y eso sí será un problema. En consecuencia el régimen toca a arrebato y presenta una oferta de Empleo Público donde policías, jueces y carceleros, se llevan la parte del león.
Hace pocos meses, un editorial de El País mostraba su preocupación ante los disturbios de Grecia y clamaba por un reforzamiento policial, que justificaba con la defensa de la democracia (eludió decir “su” democracia). Pero el hambre y las necesidades no entienden de democracias, y mucho menos si éstas son exclusivas para millonarios; si una vanguardia por pequeña que sea (lo importante no es el número), es capaz de canalizar el descontento social, el plato estará servido. Por eso, Premios Nobel, ex presidentes de guerras sucias, medios de información y jueces, todos servidores de la burguesía, no cesan de enviarnos advertencias y mensajes oscuros.
Evidentemente esas amenazas (que no son otra cosa), ocultan su temor a un cambio total de sistema. La estrategia represiva, aderezada con términos eruditos para engañar a la gente, carece de futuro. No se puede apagar un volcán, echándole más candela; por tanto les recomiendo que se resignen. La sociedad que viene no volverá a ser como la de antes.
J.M. Álvarez
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