Txanba Payés * / Artículos de opinión.- Se van a cumplir 29 años del asesinato de Monseñor Romero, el asesinato fue obra de un francotirador, y, fue financiado por la burguesía salvadoreña y los norteamericanos. Decir esto es fácil explicarlo es un poco complicado, pero lo intentaré. Muchas veces se me ha criticado porque soy claro al señalarlos como responsables “in-directos” del magnicidio. Mi explicación es sencilla, se dice que fueron los escuadrones de la muerte los que terminaron con la vida de monseñor Romero. Quien ordenó que lo asesinaran fue precisamente el fundador de ARENA, el partido de la extrema derecha que acaba de perder las elecciones en el salvador, sí, en él recae la responsabilidad del asesinato de Romero. Empero no solamente eso, sino que también es uno de fundadores de los escuadrones de la muerte en el país, que además, eran – ¿y son? - financiados por los gringos. La responsabilidad de Roberto D’buisson aparece también en el informe de la comisión de la verdad que se creó a raíz de los acuerdos de paz, firmados por el Gobierno y el FMLN.
Pero ¿qué le llevo a la burguesía salvadoreña, y a los gringos querer acabar con la vida del arzobispo Romero? Monseñor Romero fue nombrado arzobispo de San Salvador en febrero de 1977, él era un obispo conservador, amigo de la burguesía, cercano – y mucho – a los planteamientos teológicos del opus dei, en otras palabras un era cura tradicional. Su nombramiento se debió a que él era amigos de la oligarquía del país.
Un mes después de su nombramiento acontece un hecho trágico para él, que, como persona y obispo, le afectará, y mucho. El 12 de Marzo de 1977 es asesinado el Jesuita Rutilio Grande, con él asesinan también a un niño y a un anciano de la comunidad. Los hechos ocurren en una emboscada cuando se dirigían a la parroquia del pueblo donde Rutilio trabajaba. Sacerdotes que acudieron con Monseñor Romero al pueblo para acompañar a familiares de las víctimas y al Padre Rutilio comentan, que, cuando iban en procesión hacia la iglesia; campesinos, sacerdotes, monjas, catequistas etc. son rodeados por el ejército y a punta de fusiles, les dicen que no van a pasar. Todos, se quedaron sin saber qué hacer, quietos. En ese momento se oyó una voz de entre los curas que dijo “sigamos adelante, que no nos van hacer nada”, era Monseñor Romero el que hablaba. Rutilio Grande fue un amigo de Romero, que a pesar de sus diferencias ideológicas, coincidían en el fondo, pero no en la práctica sobre el deber de la iglesia con respecto a la evangelización, alfabetización y de la concientización que lo campesinos debían de tomar para cambiar las estructuras injustas del país. Si bien Rutilio era más cercana a la teología de la liberación, Romero, prefería tener sus reservas con dicha teología y seguir con sus círculos de estudio sobre la Biblia con las familias de la clase dominante del país.
Es a partir de la muerte de Rutilio Grande que Romero empieza a hacer una reflexión teológica diferente. Hace su aparición en sus argumentos teológicos y sin proponérselo, la teología de la liberación. De esa manera comienza en sus homilías a denunciar las torturas, los asesinatos, las desapariciones. Cambia de escenario, ya no va a los barrios ricos. Va donde la gente más sencilla, la más pobre. Se solidariza con ellos. Se confunde con ellos, participa de sus fiestas, camina en veredas, visitas chabolas, vive la experiencia de los marginados. Comparte las vicisitudes de los pobres con la monjas que trabajaban en los barrios pobres de la capital, en los suburbios etc. Escucha a los campesinos, y a sus organizaciones populares. Y en ese con-partir con su pueblo. En ese escuchar a su pueblo. En ese con-vivir con su pueblo…, él y sin que lo pretenda, lleva a la praxis la teología de la liberación. Romero da un giro de 360 grados y la burguesía empieza a distanciarse de él, le insultan, le calumnian y le endilgan toda clase de epítetos. Mientras los escuadrones de la muerte incrementan la represión, ya no sólo con el pueblo organizado, también con la Iglesia, asesinan a catequistas. En tres años, mataron a seis curas y tres religiosas gringas.
De esta manera empieza la gente más pobre del País a escuchar sus homilías en catedral o por la radio. En tres años Monseñor Romero había convertido la misa del Domingo en una herramienta más de lucha del pueblo organizado, y , en ella denunciaba las violaciones de los derechos humanos que la derecha y su gobierno cometían contra su pueblo. Tres años vivió con su pueblo, y eso tres años los gringos, la oligarquía del país y sus escuadrones de la muerte sembrarían el terror en la ciudad y en el campo etc. En ese contexto vivió Romero su arzobispado, tres años de penurias para el pueblo y su arquidiócesis.
El 23 de Marzo en su homilía del Domingo se dirige a los soldados:
”Yo quisiera hacer un llamamiento de manera especial a los hombres del ejército y en concreto a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles: hermanos, son de nuestro mismo pueblo, matan a sus mismos hermanos campesinos” (…)
Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla.(…)
Queremos que el gobierno tome en serio que e nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios; Cese la represión”.
Esta fue su última homilía. Algunos consideran que esa fue la excusa perfecta para la derecha y el alto mando del ejército para acabar con su vida. Porque lo que temían estos entecos burgueses era la influencia profética de monseñor. Si Monseñor Romero hacía un llamado al ejército, a los soldados para que no cumplieran la orden de matar a los campesinos. Los gringos, la burguesía y el ejército, creían, que los soldados, se sublevarían, y, no iban a permitir que eso sucediera. Porque el ejército y sus aparatos represores eran los que tenían los obtusos del poder, para reprimir al pueblo.
El pueblo con sus organizaciones populares y revolucionarias habían cambiado la correlación de fuerza; la lucha del pueblo y su triunfos populares eran lo suficientemente evidente que - Romero - estaba ya a favor de los pobres y ese llamamiento podía determinar el rumbo de la historia - y, en poco tiempo- las organizaciones populares podían tomar el poder.
La burguesía y el ejército de El Salvador y los gringos sabían que Romero ya ejercía una influencia en el pueblo a favor a de la lucha, porque hasta él estaba convencido de que, la lucha, era el único camino; así lo dice en una entrevista* a prensa latina el día 15 de Febrero de 1980, casi un mes antes de su asesinato, cuando el periodista le pregunta sobre la causas del conflicto en el país; ¿Cuál es a su juicio la causa de la violencia en El Salvador?, parte de su respuesta:
“la causa de todo nuestro malestar es la oligarquía, ese reducido núcleo de familias al que no importa el hambre del pueblo(…)esta oligarquía no admite la sindicalización campesina ni obrera, ya que la considera peligrosa para sus intereses económicos.
(…)Ahora bien, la absolutización de la riqueza y de la propiedad lleva consiga la absolutización del poder político, económico y social, sin el cual no es posible mantener sus niveles de ganancia, aunque sea acosta de la pobreza creciente de las clases trabajadoras. En nuestro país, ésa es la raíz de la violencia represiva y es, en último término, la causa principal de nuestro subdesarrollo económico, político y social. las fuerzas armadas son las encargadas de velar por los intereses de la oligarquía, de cuidar la estructura económica y política con el pretexto de que éste es el interés de la seguridad nacional.” para cambiar decidieron acabar con él.”
En la entrevista el periodista le dice que durante su recorrido por el país, ha tenido la impresión de que El Salvador, existía ya una guerra civil, que era cada vez menos informal e intermitente y que cada vez más despiadada y sin cuartel : ¿cuál es en su opinión al respecto? La respuesta de Monseñor Romero:
“la situación me alarma, pero la lucha de la oligarquía por defender lo indefendible no tiene perspectiva. Y menos si se tiene en consideración el espíritu de combate de nuestro pueblo. Inclusive, pudiera registrarse un triunfo efímero de las fuerzas al servicio de la oligarquía, pero la vos de la justicia de nuestro pueblo volvería a escucharse y, más temprano que tarde, vencerá. La nueva sociedad viene, y viene de prisa. La paz de los cementerios es consecuencia, mejor dicho, se debe a que en las tumbas solo hay muertos. Y esa paz no la puede obtener la oligarquía frente a un pueblo como el salvadoreño.”
La situación era ya insostenible para el pueblo organizado, los asesinatos a manos de los llamados cuerpos de seguridad iba en aumento. La burguesía, el ejército y los norteamericanos sabían que Monseñor Romero ya era la voz del pueblo organizado. Estos fragmentos de la entrevista muestra cómo Romero había ido tomando conciencia de dónde estaban los males del país, y quién era el único responsable, por eso decidieron acabar con su vida. Monseñor Romero había hecho un recorrido por el país, y sabía, que la única vía para el país, y solucionar sus problemas sociales, eran las organizaciones populares.
La responsabilidad del asesinato, como lo he dicho al inicio, está en manos de la burguesía. Ellos fueron los que con la ayuda de los gringos, y los escuadrones de la muerte, asesinaron hace 29 años. Fue Monseñor Romero quien llevó a la práctica lo que mucho teólogos latinoamericanos la han llevado a los libros; la Teología de la Liberación - con él - se hizo praxis en el pulgarcito de América. La derecha del País, el partido de ARENA y los gringos, son los verdaderos responsables.
Ni perdón ni olvido. Sé que este artículo se queda corto porque hay mucho que decir sobre Romero, sin embargo, he querido sólo señalar a los responsables in-directos de su muerte. Romero vive en las luchas del pueblo, los gringos, la oligarquía, la derecha, los escuadrones de la muerte quisieron con el magnicidio acabar con la voz del pueblo, sin embargo, sus enseñanzas, su ejemplo de justicias, y dignidad, sigue latiendo y vive en el pueblo organizado del país. A sus 29 años de su asesinato, Monseñor Romero, vive.
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La entrevista está tomada del libro. La voz de los sin voz, la palabra viva de monseñor Romero. Editorial la UCA.
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