Michel Balivo / Artículos de opinión.- Estas leyes que regulan el libre mercado siempre me han maravillado, son una entelequia difícil de discernir. Porque hasta donde yo logro ver y experimentar cotidianamente, siempre son los intereses solidarios o egoístas de alguien, y la fuerza o algún tipo de poder para imponérselos a otros, los que regulan las medidas de todo intercambio o negocio.
Si todos tenemos más o menos las mismas capacidades de producción, ¿cómo es entonces que mágicamente van apareciendo por allí algunos de nosotros que disponen de miles o millones de veces lo que disponemos la gran mayoría? ¿Por cual divino proceso los que tienen se van reduciendo, concentrándose en cada vez menos manos la mayor riqueza, y los que no tienen, ya al punto de no poder siquiera comer, somos cada vez más?
No se por qué los dioses bendicen a unos y maldicen a otros, no se que tipo de magia harán estas leyes del libre mercado. Pero que yo sepa los billetes, monedas, las materias primas y los productos de su procesamiento, en fin todo lo que es visible, medible y palpable, no se transmuta, no se transforma en otras cosas ni se esfuma. Por lo tanto eso de la crisis económica de un sistema o un grupo humano me parece un eufemismo.
Desde que las cosas no desaparecen hasta donde sabemos, creo que la forma correcta de describirlo sería que Pedrito perdió, se le vaciaron la chequera y los bolsillos porque Juanito amparado en trucos legales ganó, logró transferirlos y llenar su chequera y bolsillos. Lo cual implica que las leyes están diseñadas para perpetuar estas marramucias y forma de vida. Es casi como la ley física de la gravedad, solo que aplicada intencionalmente a los bolsillos.
Digamos mejor entonces como la canción, que las vaquitas y las ganancias son ajenas, se elitizan, mientras que las penas y pérdidas son de nosotros, se socializan, y para completar se criminaliza y castiga la pobreza. Allí donde vayamos veremos formas de vida de exuberante y lujurioso consumo. Mientras que a pocos pasos se invisibiliza su contracara gris.
Gente que sobrevive a duras penas, resultante del parasitismo y la transferencia de esfuerzos y costos de los que se alimentan y crecen a su costa. Por allí no pasean los turistas ni las cámaras de TV. Eso no vende, salvo cuando el mercado demanda un poco de morbosidad ocasional para distraer el aburrimiento de las rutinas.
Claro que con esto de la prestidigitación y la magia, con estas maravillosas leyes que regulan el mercado hay muchos modos de explicar y justificar estas injustas circunstancias. Lo que si no hay es modo de explicar, es la anestesia de la sensibilidad de quienes podemos pasar al lado de los menesterosos sin pestañear siquiera.
Sin avergonzarnos ni conmovernos de la miseria humana, sin tener siquiera la curiosidad morbosa de preguntarnos como es que la degradación del ser humano es posible y si hay algún modo de evitarlo, remediarlo o revertirlo. Alguna vez leí en alguna parte que cuando el ser humano pierde su deseo de cambiar y mejorar la sociedad en que vive, es porque su espíritu lo ha abandonado, entonces sobrevienen tiempos de profundos cambios.
Pero volviendo al tema, también me preguntaba como es que las leyes del mercado se las arreglaban para llevar los precios del petróleo hasta 150 dólares y luego bajarlos hasta $30. ¿Por qué no bajan los precios de los alimentos en lugar de los del petróleo por ejemplo?
Como mi única neurona que funciona no me da para comprender complejidades mágicas, siguiendo el caminito de bajo perfil de que nada desaparece, todo sirve a los intereses de alguien y va a parar a sus bolsillos o arcas, me pregunto a quien sirve la baja de los hidrocarburos. ¿Quién se está quedando sin petróleo, está en situación económica crítica y lo necesita como el aire que respira para poder mantener su forma de vida privilegiada?
¿No ha sido el petróleo en el siglo pasado, el que a velocidad del rayo le dio a nuestra sociedad la posibilidad de revolucionarse económica y culturalmente luego de miles de años de cíclica vida campesina? ¿No es el petróleo el componente esencial y por ahora insustituible para sostener nuestro ritmo y calidad de vida? ¿No es algo muy particular el que la crisis económica global coincida con su agotamiento y la exagerada alza y baja de sus precios?
Como las alzas y bajas de precios, acompañan inevitablemente los valores del petróleo cual componente imprescindible de todo proceso tecnológico de transformación, yo creo que no sería exagerado verlo como uno de los motivos esenciales de las alternancias en la calidad de vida de un pueblo, incluso de una civilización global donde la banca quiebra cual leños secos.
Podría haber entonces países o corporaciones transnacionales, que transfirieran sus costos y dificultades económicas a otros que son los que disponen de ese preciado líquido negro. Y como esas trasnacionales ya no disponen de reservas suficientes en petróleo para respaldar sus acciones que caen en picada en las bolsas, no sería extraño que ahora presionaran a los que si lo tienen, para negociar el alza de los precios a cambio de nuevas reservas.
Y hablando de sensibilidad y compasión, les cuento que soy tan sensible que no puedo evitar sentir pena ajena con esta gente desconforme con los proyectos y medidas del gobierno revolucionario en Venezuela, que enamorados miraban hacia los dioses de dorados cabellos del norte con la esperanza de que los salvaran.
Pero resulta que los dioses se suicidaron auto recetándose las mismas medidas que el FMI aplicaba y aún lo hace donde puede, a los subdesarrollados. Salvar la banca sin importar que pase con los que producen y consumen. Que lo sufriéramos y toleráramos los ignorantes infra desarrollados vaya y pase. Pero que se lo auto apliquen ellos mismos luego de haber observado sus resultados en estos laboratorios, eso ya es demasiado. Es desilusionante.
Ahora para colmo el pobre pueblo usamericano duerme en estacionamientos, plazas y parques, y tiene que recurrir a trabajos que antes no aceptaba. Así que los latinos que para ese paraíso emigraban para servir de mano de obra barata, ya no consiguen sustento y tienen que volver a estos infiernos. ¡Vaya desilusión! ¡Pobre gente!
Es difícil imaginarse que drama vivirá esta pobre gente atrapada sin salida en su mente, bombardeada por los medios de comunicación, que sin darse cuenta hace diez años que vive el Apocalipsis pese a que el país lleva cinco años consecutivos de crecimiento, y gracias a todas las medidas tomadas no ha sido aún tocado por la crisis.
Por el contrario, mientras que en el mundo desarrollado se pierden millones de empleos, en Venezuela se han creado ciento cincuenta mil en este año y el desempleo, la pobreza y miseria crítica siguen bajando marcando record históricos. Porque no solo no se le quita presupuesto a la inversión social, sino que se la aumenta recortando lo superfluo.
Pero más allá de las medidas económicas, que incluyen fondos de inversiones con varios países desarrollados, China, Irán y Rusia entre ellos. Más allá de la ayuda solidaria a los países más débiles, lo que realmente nos salva es que la prioridad es el ser humano mientras que el sistema económico es solo para su bienestar, a su servicio.
Esa es la pequeña gran diferencia de dirección, que los acontecimientos comienzan a poner en evidencia a la mirada colectiva ensoñada y dormida en sus hábitos y creencias. Y si la razón no resulta suficiente para hacernos caer en cuenta, entonces será la fuerza de los hechos desencadenados por ese tropismo histórico, lo que nos golpee hasta abrirnos los ojos del sentido común.
En todo caso, como soy irremediable y estúpidamente optimista y confiado en la vida y el ser humano, pese a compadecerme del drama general no puedo dejar de sentir que lo que sucede es bueno. Porque nos habla de igualdad ante las leyes de vida, nos dice que desnuditos venimos y nos vamos en este viaje temporal. Poniendo en evidencia la desproporción e inutilidad de las imágenes de superioridad e inferioridad, que creamos y nos ponemos cual vestidos de moda.
¿Cuál es la prioridad en esta época virtual de vacas flacas, donde en medio de escandalosas riquezas un manto de miseria, incluyendo las posibles e imprevisibles consecuencias climáticas que galopan en estampida hacia nosotros, ya se puede avizorar? Supongo que antes que nada nosotros, los que la sentimos, nos lo preguntamos y estamos en capacidad de tomar alguna medida de libre albedrío contra esos determinismos.
Y para nosotros lo imprescindible ha de ser la alimentación, el agua, el aire no contaminado, y en los países templados y fríos el hogar y las ropas que conserven la temperatura necesaria a los procesos orgánicos. Más allá de ello, en estos momentos críticos todo puede ser tranquilamente evaluado como superfluo, en lo que a inversión y ahorro de recursos se refiere.
Los que deseen la libertad de elegir matarse disipando sus recursos aceleradamente en lo que les plazca, están en todo su derecho de hacerlo, pero no de atentar contra la misma libertad de elegir de los demás. En momentos como este, el modo de superar la crisis desencadenada con el menor daño posible, es antes que nada tener claro qué y cómo la generó.
Y para quien observe con atenta sinceridad, no puede quedar duda de que fue y es el parasitar, el explotar desconsideradamente al ecosistema humano y natural, para alimentar a no se que dioses o locos sueños. El medio ambiente no puede ya procesar las materias primas al ritmo que las consumen 6 mil millones de habitantes, aunque el 10% consuma el 90% y el 90% restante el 10%. Consumo es consumo. Cuando hablamos de desarrollo y productividad, olvidamos mencionar que no producimos materias primas ni elementos esenciales a la vida. Todo eso sigue en manos de procesos y leyes naturales, cuyo ritmo ya fue desbordado por la velocidad y voracidad del proceso histórico humano. Mientras que la energía que aprendimos a producir con esas fuerzas y materias primas naturales, la derrochamos, la usamos ineficientemente.
Si no somos sus generadores, entonces somos organismos parásitos que dependen de esos procesos para existir. No hay punto intermedio, no hay tercera posibilidad. Si no generamos no nos queda sino adaptarnos, ajustarnos a ese ritmo, cuando menos hasta que encontremos otras posibilidades.
Estos son razonamientos sencillos, si bien no estamos familiarizados con el pensamiento orgánico tanto como con el mecánico. Un organismo genera y dispone de una energía dada, no puede utilizar más que lo que genera. Si una de las funciones de ese organismo o ecosistema global parasita la energía de otras funciones, atenta contra todo el organismo y por tanto contra si misma.
En el caso humano, si desarrollamos exageradamente el intelecto sobre las motricidades, sobre el movimiento del cuerpo, no podremos llevar a cabo satisfactoriamente nuestras ideas, no podremos actuar eficientemente para satisfacer nuestras necesidades. Por lo tanto cuando las clases educadas, desarrolladas intelectualmente, explotan a los trabajadores que usan como un apéndice de su intención y cuerpo, se están parasitando a si mismas.
Pero lo mismo sucede con cualquier función del ecosistema. Si talamos los bosques disminuye el oxígeno que procesa el reino vegetal y se hace difícil respirar, si contaminamos el agua comenzamos a padecer sed y enfermar. Si atacamos cualquier eslabón de la cadena animal llegará el momento en que la alteración del mismo nos haga difícil alimentarnos.
Si contaminamos y alteramos más allá de umbrales de tolerancia el delicado equilibrio climático, este se vuelve imprevisible como marco para las labores agrícolas. Sin contar con deshielos que inundan tierras habitables y productivas, tsunamis, terremotos, volcanes, huracanes, inundaciones y sequías, plagas y enfermedades, etc.
Allí tenemos el ejemplo de Colombia rociando la vegetación con glicofosfato, afectando la salud, matando los cultivos, produciendo éxodos masivos hacia Venezuela y Ecuador de campesinos que ven alteradas sus formas de vida.
Si aún pensamos que los derechos humanos son abstracciones ideales, pronto comenzaremos a sentir en carne propia a que se referían. En principio son las condiciones mínimas para la existencia, para evitar el dolor resultante de no satisfacer las necesidades, sufriendo agonía, enfermando y muriendo. Pero parece que aún la gran mayoría no hemos decidido si los seres humanos merecen o no ese derecho a existir. Todavía encontramos toda suerte de argumentos legales, técnicos o simplemente viscerales, para justificar nuestros intereses egoístas, cortos de vista. Bueno, ahora llega ya la hora de comprobarlo directamente.
No hará falta estudiar ni disponer de diplomas de erudición para entenderlo, alcanzará con sufrirlo y escuchar los gritos y llantos propios o ajenos. Hay amigos que me dicen que mis artículos se han vuelto muy crudos e irónicos, a ver si lo creo realmente necesario y útil. Yo les respondo preguntando si son más crudos e irónicos que la insensibilidad general y sus frutos.
O que la inevitabilidad de las leyes a cuyo determinismo estamos sometidos. ¿Es mejor morir con los ojos cerrados o abrirlos a tiempo para poder evitar el desbarrancarnos por el abismo hacia el cual corremos? No se la respuesta. Yo solo hago lo que siento es casi inevitable para mi, en un mundo donde cada cual hemos de elegir nuestra función social y ambiental.
Este abismo o desequilibro funcional biológico se abre en todo ser o grupo humano, cuando por acumulación de experiencia de sus motricidades, de su arte, se hace capaz de extraer de ello conocimiento intelectual, abstracto, ciencia. Cuando pasa de su inteligencia motriz a la inteligencia intelectual.
¿O acaso creías tu que las motricidades y las emociones no disponen de inteligencia? ¡No me digas que tu razonas cuando tienes hambre, tu cuerpo se levanta y se orienta hacia el refrigerador! ¿Acaso los locos y tarados no se las ingenian para comer? ¿Y los animales? ¿No saben relacionarse, darse afecto y cuidarse mutuamente, no saben reproducirse?
Cuando ganas entonces la posibilidad de dar dirección intelectual a tu movimiento, cuerpo, acciones hacia el mundo, ganas la libertad de elegir los movimientos más apropiados. ¿Qué crees tu que quiera decir movimientos apropiados? ¿Qué movimientos elegirías tu? Sin duda los mismos que todos. Los más eficientes para resolver tus necesidades, para ahorrar esfuerzo y sudor, para reproducirte. ¿No crees tu que experimentar la capacidad de elegir direcciones para aliviar esfuerzos, te haría soñar con un futuro libre de dolor y sufrimiento mental? ¿No es la tecnología producto de ese deseo? ¿No es eso parte del sueño revolucionario de libertad, justicia, igualdad? ¿No es el mismo móvil para concebir e implementar el dinero y soñarse rico, dueño del tiempo y el espacio para sí mismo, de la ingravidez inesforzada por toda la eternidad? ¿Somos moralmente malos por ingenuos e ignorantes como para no darnos cuenta del alcance de nuestras acciones al multiplicarse en grandes números?
La vida es una escuela y una íntima maestra a la vez. Cuando ganamos la capacidad ingenua de elegir y dirigir nuestras respuestas, nuestras acciones o cuerpos en el espacio, entra en escena la posibilidad de desequilibrar el ecosistema, el biosiquismo personal y social, parasitando las funciones corporales, vegetativas, motrices. Somos como niños ilusionados con nuevos y poderosos juguetes. Cuando comprendemos nuestro drama vital en su raíz, en su justa medida, comienza a quedarnos claro que el único modo de atacar esta crisis es volver al equilibrio y simplicidad inicial, trascendiendo toda la exagerada, elefanteasea e inoperante superestructura intelectual, resultante de la inercia acumulativa de su desarrollo ingenuo, no conciente de sí.
Porque de otro modo nos seguiremos parasitando y fagocitando a nosotros mismos como funciones de la estructura existencial que somos. Así que para restablecer el equilibrio inicial es necesario que el conocimiento deje de ser privilegio horizontal elitesco y fluya verticalmente hacia las bases de la organización piramidal social con todos los beneficios resultantes.
Que una u otra función tenga el rol principal del guión transitoriamente, no quiere decir que sea mejor ni peor, ni que merezca privilegios. Necesita la energía imprescindible para desarrollarse, sí. Pero del resto es la necesidad y equilibrio del organismo estructural lo que ha de regir a las funciones a él supeditadas.
Porque el bienestar o malestar del organismo es también el de sus funciones. Somos una unidad, una estructuralidad de funciones, un solo organismo. Es estúpido, ignorante e imposible ese sueño de la realización personal, ya es hora de que nos entre en la cabeza que solo nos ha traído innecesario sufrimiento y violencia.
Para un pensamiento orgánico yo me realizo cuando tu te realizas, yo soy feliz cuando tu eres feliz, yo existo porque tu existes. Tanto la felicidad como el sufrimiento son procesos colectivos acumulativos, son direcciones o tropismos de pensamiento que se conductualizan y dan fruto. Cuando cosechas los frutos es que puedes probarlos. ¿Cómo sabe nuestra presente cosecha?
Algunos frutos saben muy mal e indigestan. Un organismo sano los rechaza y vomita, porque de lo contrario se intoxica, envenena, aumenta su tensión y violencia interna alertándolo del peligro que corre su vida de continuar intensificándose esa señal. Son reglas de sencilla higiene mental y corporal. Son matemáticas elementales para un ser con la libertad de elegir.
Frente a los nuevos espejitos de colores, agua y palos de fuego que nos volverá a ofrecer el mundo desarrollado en las venideras reuniones para “salvar el mundo”, llámense Alcas, Alquitas o como se quiera. Por muy complejo y urgido que parezca el panorama, por muy confusas que se sientan nuestras mentes y sentimientos, la fórmula es tan simple como para que la entienda un niño.
O multiplicamos nuestro esfuerzo personal y cargamos cada uno con el mundo sobre sus espaldas, jalando cada uno para su lado hasta que nuestras tensiones exploten o imploten cual bombas atómicas de violencia haciendo añicos el ecosistema. O compartimos y aliviamos el esfuerzo solidariamente retornando a la calma de la sencillez, a la confianza de la sensatez, a la suave alegría de la justa y recíproca igualdad. Calavera avisado no chilla dicen en el sur.
Michel Balivo
Comentarios