Rubens Ascanio Gómez * / Artículos de opinión.- Siempre he creído que el que se elija a una persona para nombrar una calle, avenida o plaza es un símbolo importante, algo que va más allá de la simple placa o del acto institucional.
Ser recordado y a quien se recuerda es una buen baremo del grado de memoria y del nivel de conciencia o los sentimientos de los habitantes de un lugar. En parte lo que somos lo reflejamos en nuestras calles, avenidas o plazas.
Muchos son los países que cuidan de forma escrupulosa las personas que nombran las principales vías de pueblos o ciudades. En Israel (se que no es un modelo) incluso se da nombre de personas importantes o respetadas por su defensa del pueblo judío a algunos árboles sembrados en los parques.
En su origen el dar un nombre de una persona distinguida a una calle era un signo de admiración y respeto de un pueblo hacia ese personaje, a veces es el resultado de una deuda histórica o de los “contactos” que el famoso de turno tuviera.
Por supuesto que los políticos cada momento se han encargado de convertir esta sana costumbre en un circo, donde las calles cambian de nombre en base a quien gobierna, sin seguir el más mínimo criterio.
En los últimos años, la Ley de la Memoria Histórica ha centrado la atención de muchas personas en aquellas calles que tienen referencia directa a la Dictadura Franquista.
Es una ley fruto de una sincera demanda popular, pero nacida de la combinación de un PSOE deseoso de demostrar una tímida línea de izquierda (sabedores de los votos que puede obtener de ese caladero). Por supuesto que además conoce que es una demanda fácil de cumplir, más aún con una ley tan ambigua y sin presupuesto.
Por el otro lado tenemos un PP que sin mucho ímpetu (por aquello de las apariencias) se ha dedicado a hablar de motivos “históricos”como justificación para dejar calles y monumentos.
Espero mostrar las lagunas que esta ley ha permitido y permite en esa época histórica pero también en otras.
Por desgracia en la historia de Canarias muchos son los momentos de sombra y sus protagonistas mantienen su presencia, insultante para el que conoce quien se esconde detrás de un nombre y un apellido.
Voy a dedicar una serie de artículos a personajes que cuentan con calles, placas, monumentos o plazas en nuestra tierra intentando dar a conocer los “méritos” por los que llegaron a obtener ese premio.
Iniciaremos este recorrido con un personaje absolutamente terrorífico y uno de los creadores de los campos de concentración, tan tristemente famosos en el siglo XX.
Valeriano Weyler
Este militar español nacido en 1838 tiene una dudosa fama nacida principalmente a la sombra de su papel como jerarca militar en el ámbito colonial español y su contundente forma de entender la estrategia militar.
Santo Domingo, Cuba, Canarias y Filipinas serán los lugares donde el hijo de un médico madrileño gane su “fama” y reconocimientos, aunque en los últimos años de su vida también tendrá un papel destacado en Cataluña.
Valeriano Weyler se ganó fama pronto de ser un “duro y leal monárquico” un militar al estilo clásico, de los que cumplen las órdenes hasta el final, sean cual sean las consecuencias.
En Santo Domingo se inicia en su carrera colonial cuando un sector de los políticos insulares deciden “regresar” la Isla a manos españolas, participando en acciones bélicas contra los defensores de un país independiente.
Poco después participa en Cuba en las acciones contra la insurrección popular del año 1868 y la toma de la ciudad de Bayamo por los mambises (guerrilleros independentistas).
Weyler, después de ser derrotado en Santo Domingo es enviado a esa zona para colaborar en la represión de los independentistas.
Entre 1878 y 1883 es nombrado Capitán General de Canarias, es en este periodo cuando se gana el dudoso mérito de una plaza en el centro de la capital tinerfeña ¿Cuál es el motivo?, pues el derribo del antiguo hospital miliar y la construcción del actual edificio de Capitanía, además de la compra de cañones y fusiles nuevos (por lo cual parece que le debemos estar siempre agradecidos).
Tras estos cinco años en las Islas es nombrado Capitán General de Filipinas donde permanece entre 1883-1891. En el Archipiélago asiático dedica un gran esfuerzo en apoyar las misiones católicas en las Islas musulmanas y la asimilación de la población filipina.
Sin duda el hecho histórico por el que es más recordado en el mundo es su estancia en Cuba durante los últimos dos años del dominio colonial español.
Entre 1896 y 1898 ejerce como Capitán General de Cuba con órdenes expresas de frenar el avance de los mambises. Weyler se dispone a esta tarea sin demora inaugurando uno de los inventos españoles más tristemente famosos, los campos de concentración.
En su intento de separar a los mambises de sus redes de apoyo rural, Weyler ordena la “Reconcentración”.
En las órdenes se señala:
1. Todos los habitantes de las zonas rurales o de las áreas exteriores a la línea de ciudades fortificadas, serán concentrados dentro de las ciudades ocupadas por las tropas en el plazo de ocho días. Todo aquel que desobedezca esta orden o que sea encontrado fuera de las zonas prescritas, será considerado rebelde y juzgado como tal.
2. Queda absolutamente prohibido, sin permiso de la autoridad militar del punto de partida, sacar productos alimenticios de las ciudades y trasladarlos a otras, por mar o por tierra. Los violadores de estas normas serán juzgados y condenados en calidad de colaboradores de los rebeldes.
3. Se ordena a los propietarios de cabezas de ganado que las conduzcan a las ciudades o sus alrededores, donde pueden recibir la protección adecuada.
Varios cientos de miles de campesinos cubanos fueron forzados a abandonar sus tierras y cosechas para trasladarse a campos de concentración.
El semanario parisino L'Illustration, en su n° 2881, del 14 de mayo de 1898 dedica un amplio reportaje a los terribles efectos de esta política en la isla caribeña, mostrando hombres, niños y mujeres famélicos que apenas se pueden mantener en pie.
Se calculan que entre trescientos mil y un millón de campesinos murieron de hambre y enfermedad en esa reconcentración, muchos eran descendientes de emigrantes canarios.
Si, ese es el logro militar más “importante” de la carrera militar de Valeriano Weyler y que le hace merecedor de una Plaza en Santa Cruz de Tenerife.
Al poco tiempo, forzado por el escándalo internacional y las presiones recibidas desde Cuba, el Gobierno Español debe destituirlo en su mandato, cuando muchos huesos cubanos adornaban las vegas de la Isla.
Unos años más tarde, en su cargo de Ministro de Guerra, también tendrá el dudoso honor de colaborar en la detención y juicio del padre del nacionalismo canario, Secundino Delgado, acusado de organizar en Cuba un atentado contra su persona.
En 1909 su ministerio es responsable de la brutal represión contra los sindicalistas socialistas y anarquistas catalanes en la llamada “Semana Trágica” que dejó 75 obreros muertos y casi quinientos heridos.
Weyler queda en la historia de la humanidad como un militar colonialista e implacable, bien llamado en Cuba como “el carnicero”.
Por desgracia en Santa Cruz de Tenerife todavía tiene a Weyler como “hijo adoptivo” por decisión de su Ayuntamiento capitalino.
En el 2002 un grupo de escritores y artistas cubanos la Asociación del Centenario de la República Cubana solicitaron al Cabildo de Tenerife la retirada del nombre a la Plaza , petición que quedó sin respuesta y parece que no interesa a ninguna institución insular.
Santa Cruz de Tenerife debe cargar con la vergüenza de ser el único lugar del mundo que mantiene el recuerdo de este genocida, tal vez por ser uno de los pocos sitios donde no fue derrotado. La enemistad entre Weyler y el dictador Primo de Rivera hizo que se le retiraran todas las calles, salvo la plaza de una capital gobernada en esa época (y parece que no sólo en esa época) por una burguesía lacayuna.
Tengo la esperanza de que algún día, más pronto que tarde, “el carnicero del caribe” pierda título y plaza, sin duda, igual que Hitler o Pinochet algunos querrán recordarlo como el militar “constructor y gestor” en su cargo de Capitán General de Canarias, pero, igual que Hitler fue responsable de sembrar el terror y la muerte a decenas de miles de seres humanos... a nadie se le ocurriría poner una plaza al dictador alemán ¿porqué aquí tenemos una dedicada a un genocida español?.
* Rubens Ascanio Gómez
Miembro de Alternativa Sí se Puede por Tenerife
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