David Delgado * / Artículos de opinión.- El Gobierno de Canarias, el Cabildo de Fuerteventura y representantes de diferentes ayuntamientos de la isla majorera presentes en la Feria Internacional de Turismo (FITUR), transmitieron al unísono a Luis Chillida, el apoyo total al Proyecto de Tindaya obra de su padre el escultor vasco Eduardo Chillida.
Mario Cabrera, presidente del Cabildo de Fuerteventura recordó que el proyecto se encuentra en una “fase determinante”, pues actualmente está sometido a información pública previa a su aprobación definitiva y la consiguiente contratación de las obras.
La consejera insular de Turismo, Águeda Montelongo, defendió la obra afirmando que ” marcará un antes y un después para la isla, para el mundo cultural y para la actividad turística en Canarias”.
La Montaña de Tindaya, también conocida popularmente como “La Montaña de las Brujas”, se sitúa a 400 metros sobre el nivel del mar a 4 kilómetros de la costa en el municipio de La Oliva, en la isla de Fuerteventura. Es un pitón traquítico surgido en la superficie con forma de pirámide tras erosionar el volcań que lo incluía.
Alberga aproximadamente 300 grabados podomorfos que se extienden por su cima y sus laderas, lo que la convierte en una de las mayores estaciones de grabados de este tipo de todo el planeta. Continúan apareciendo y a la vez desapareciendo. De hecho se han denunciado la desaparición de unos 30 grabados en piedras sueltas.
En varios puntos de sus laderas hay estructuras de piedra donde abunda el material arqueológico presumiblemente precolonial y en la base de la montaña hay tres poblados.
Pues bien, en 1993 Eduardo Chillida, escultor vasco ya fallecido, visitó la montaña y deliró al afirmar que esta le habló e ideó que perforarla con un agujero de 50 x 50 x 50 en su corazón, dos tragaluces y un túnel de entrada de unos 200 metros sería la mejor respuesta.
Promocionar la “genial” idea de Chillida costó al erario público unos 80 millones de pesetas (480.000 euros).
A pesar de que una comisión de seis expertos contratados por el Cabildo majorero declaró inviable la obra por la protección jurídica de la que gozaba la Montaña, los políticos que se la ingenian de cualquier forma para que no se interrumpan sus pelotazos, elaboraron unas Normas de Conservación al uso de sus interés. No está de más recordar que uno de los autores de los estudios geotécnicos que se realizaron aseguró que la extracción de la piedra supondría el desplome de la Montaña.
El quid de la cuestión lo encontramos en la piedra volcánica denominada traquita presente en Tindaya, que está muy valorada y se usa en la construcción, pavimentación y como grava. Ya entonces la venían explotando la Compañía Artesanal de Canterías de Arucas S.L., y Cabo Verde S.A.
Entre 1996 y 1999, el Gobierno de Canarias compró a un precio desorbitado los derechos de explotación de la cantera a Cabo Verde S.A. que había constituido previo pacto con el gobierno la sociedad “Proyecto Monumental Montaña de Tindaya S.A.” con un capital social de unos 900 millones de pesetas. La deuda de la empresa era por su parte de 800 millones, y la empresa propiedad de un capitalista amigo de miembros del Ejecutivo.
A día de hoy en FITUR los políticos apoyan la obra aduciendo la mentira de que será un revulsivo de cara al turismo. Ocultan el gran negocio que hubo y hay detrás de la destructora obra que fue rechazada en otros lugares y el gran interés que despierta la traquita.
Políticos de renombre y capitalistas varios están implicados en una trama que pone en serio peligro la conservación de un Monumento Natural de innumerables atractivos por la codicia que despierta un negocio suculento como este.
Y de fondo, un problema que junto a la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Canarias (TSJC) que condenó al gobierno a pagar 92 millones de euros por la cancelación en 1993 del permiso de investigación a la sociedad Canteras Cabo Verde S.A., al no reconocer el derecho de explotación minera en la montaña de Tebeto, en la misma isla de Fuerteventura, ya ha provocado cuantiosas pérdidas de dinero a las arcas públicas por la incompetencia y las corruptelas de un puñado de mafiosos.
Las instituciones han dejado bien claro que ante obras de esta envergadura no valen la recogida de firmas por muchos miles que sean los canarios que lo hagan ni las manifestaciones de protestas, porque en cualquier caso las obras siempre continúan adelante. Es la democracia y libertad de la que se vanagloria el sistema capitalista colonial. Puedes protestar pero no servirá para nada, pues en última instancia lo importante son las decisiones e intereses que tomen los mandatarios políticos en contubernio con sus colegas capitalistas.
Este atentado económico, ecológico, paisajístico y cultural tiene que ser detenido. Ya se han llenado bastante los bolsillos quienes andan detrás del megalómano proyecto, y si de verdad se quiere ofrecer Tindaya como un lugar atractivo para el turista deben tomarse medidas encaminadas a su conservación, a una investigación multidisciplinar, a su cuidado, limpieza y mantenimiento de todo el entorno y a la interpretación científica con carácter pedagógico y divulgativo de toda la riqueza arqueológica, cultural e histórica presente no sólo en la Montaña de Tindaya, sino de toda la zona.
La medida que no es aceptable es la que se quiere llevar a cabo. No beneficiará a nadie más que a sus ejecutores que, insisto, conocen muy bien las ganancias que produce la extracción de traquita y su venta tanto como bloques en bruto sin transformar como tratados en fábrica.
En nuestra mano está prohibir que se perpetre este crimen contra nuestro patrimonio y se forren una vez más a nuestra cuenta los señores de siempre.
Chillida calificó a los opositores de su obra como “unos cuantos gamberros incultos que no saben nada de arte”. Los canarios desgraciadamente sabemos demasiado sobre el arte de hacer negocios multimillonarios de muchos tramposos. Son un puñado de políticos y empresarios de renombre que todos conocemos.
(*) David Delgado es militante del Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias (PRCC)
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