Agapito de Cruz Franco / Artículos de opinión.- Soledad Perera Pérez va a ser juzgada por segunda vez en el Tribunal de lo Penal nº1 de Las Palmas de Gran Canaria, acusada de obstrucción y desobediencia a la justicia. Todo por reivindicar el derecho de una menor, “Piedad”, a ser escuchada, y hacer valer informes técnicos y profesionales contrarios a la separación de la menor de la única familia que había tenido en sus 6 años de vida. Como las diferentes providencias emitidas en su momento por la Jueza no fueron unificadas en el mismo procedimiento, algo fuera de toda lógica, resulta que ahora, la acumulación de sentencias negativas puede dar con ella en la cárcel. Es harto conocido el caso “Piedad”, esa niña que desde los primeros meses de vida pasó por diferentes casas de acogida hasta llegar a su familia adoptiva en La Orotava, y a los 6 años devuelta por orden judicial a la madre biológica. Luego, y tras unos meses, ha terminado de nuevo en otra casa de acogida. Es vox populi, como manifiesta la Asociación Pro Derechos del Niño y la Niña (PRODENI), que “la Consejería de Bienestar Social del Gobierno de Canarias ha reconocido el fracaso de la inserción de la niña con la parte biológica y que aquella, ha sido utilizada como un conejillo de indias hasta límites inaceptables desde el punto de vista de la convención de los derechos del niño y del ordenamiento jurídico”. En ese sentido las iniciativas políticas no se han hecho esperar y aparte de los apoyos del Ayuntamiento de La Orotava o del Cabildo de Gran Canaria, el senador por Valladolid Mario Bedera (PSOE) ha puesto sobre la mesa el caso “Piedad” en la Comisión del Senado que debate la Reforma de la Ley del Menor y la adopción.
A Sole la conocí en mi etapa de concejal en el Ayuntamiento de La Orotava, cuando llegó un día a la Comisión de Asuntos Sociales a exponer su caso, al que luego el Ayuntamiento daría unánimemente su apoyo. Ví en ella a una mujer vitalista, y un discurso, el suyo, afectivo y bien argumentado. Y a alguien que, ante tanto descalabro, creía, de momento, en la justicia.
Comprometida, luchadora, honesta. Siente lo que dice y dice lo que siente. Piensa lo que dice y dice lo que piensa. Consecuente hasta el final. Y en el caso de “Piedad” sintiéndola ante todo como madre, y, como tal, defendiendo sus derechos, los de la menor, no los suyos (que es lo que nunca ha entendido la burocracia legal).
Seria, valiente, lúcida, y con una capacidad lírica especial –no sólo en diferentes publicaciones suyas- sino en las diversas convocatorias públicas donde la sociedad se ha volcado con ella, contra la incompetencia de la Administración y en desacuerdo con la Justicia.
Entre sus publicaciones se cuentan: “En el desván del silencio” poemario para recaudar fondos para ANDENI o “La niña de las 20 lunas” relacionado con la adopción. Además ha participado en la publicación: “1ª Bienal de Artes Plásticas” y tiene en su haber premios de poesía, relatos y publicaciones sobre temas sociales y de investigación. Tiene en preparación “Marfil y Ébano” una colección de aforismos e imágenes al alimón con su hermana Mari Carmen Perera, en relación con el caso Aday y dedicado a los niños con leucodistrofia cerebral.
He tenido la oportunidad además, de leer el manuscrito de un futuro libro sobre “Piedad” bajo el título “Peregrina mía”, a punto de ser publicado por Anaya y la Editorial Algaida. Al leer el periplo de esta pequeña, Soledad, en su enfrentamiento con el poder, hace honor a su nombre. Porque, aunque tenga el respaldo de la sociedad, lo hace sola junto a su familia.
Una persona así no es para juzgarla. Es para hacerle un homenaje. Una persona que adopta, que sufre las incompetencias de la Dirección General del Menor, que defiende a la criatura incluso jurídicamente, y que encima el tiempo le ha dado la razón, no es para juzgarla. La Justicia lo que tiene que hacer es darle las gracias y devolverle a la niña. Y ese triángulo del poder del Estado dejar aparte su orgullo y reconocer su error.
En una democracia teóricamente representativa como la nuestra, la división de poderes entre el legislativo, el ejecutivo y el judicial es fundamental. Desde Montesquieu, el equilibrio entre ellos se considera esencial en un Estado de derecho. Para que este funcione, aquellos deben contrarrestarse mutuamente. Soledad Perera, como ciudadana y no súbdita, tiene derecho a que así sea. Y más en este carnaval, en el que la Consejería de Bienestar Social se ha quitado definitivamente la máscara…
Agapito de Cruz Franco
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