Pedro Brenes * / Artículos de opinión.- El 25 de Enero de 2006 se celebraron elecciones legislativas en Palestina con la participación de la candidatura de “Cambio y Reforma” del Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás). Pero el partido Al Fatah, del recién elegido Presidente de la Autoridad Nacional Palestina Mahmud Abbás, estaba seguro, al igual que sus patrocinadores israelíes, estadounidenses y europeos, de obtener la mayoría y mantenerse en el gobierno.
Las primeras estimaciones de voto hablaban durante todo aquel miércoles electoral de ligeras ventajas de Fatah. Sin embargo, en la mañana del Jueves se confirmaba, ante la general sorpresa, que la candidatura de Hamás no sólo aventajaba claramente a la de Fatah, sino que lo impensable había ocurrido. El pueblo palestino otorgó a “Cambio y Reforma” amplia mayoría para gobernar.
Nadie se atrevió a cuestionar los resultados. Cientos de observadores internacionales confirmaron la limpieza de las votaciones y los recuentos. Con una muy alta participación del 77 por ciento, los primeros datos oficiales en la noche del Jueves 26, dieron a Hamás 76 escaños de un total de 132 puestos en el Consejo Legislativo Palestino. Mayoría absoluta.
Ahmed Qurei, primer ministro de Abbás y destacado dirigente de Fatah, declaró abatido: “Eso fue lo que la gente decidió. Tengo que respetarlo. Cuando se confirme que Hamás obtuvo la mayoría de votos, entonces el presidente debe pedirle a Hamás que forme un nuevo gobierno. Personalmente ya envié mi renuncia al presidente, para permitirle que escoja un nuevo primer ministro”.
Saeb Erekat, principal negociador de Fatah, expresó su frustración y su sorpresa de una forma más lírica: “Nuestras vidas ya no serán las mismas; hoy nos despertamos y el cielo tenía un color diferente”.
El rechazo político y el boicot económico de los europeos, por no mencionar al gobierno israelí y a la administración norteamericana del presidente George Bush, han provocado durante los últimos tres años la profunda división de la dirigencia palestina entre los que abogan por la Resistencia popular frente al Estado sionista y sus protectores, y aquéllos que prefieren pactar la rendición palestina ante Israel.
Durante este tiempo lo han intentado todo para acabar con la Resistencia. Desde la criminalización de la defensa armada contra el sionismo (deben dejar de lanzar cohetes), la descalificación política (islamistas radicales) y la guerra civil entre Fatah y Hamás, hasta el ataque criminal israelí contra Gaza.
Y ante el fracaso de todas sus maniobras Moratinos y Barroso, Solana y Sarkozy se empeñan ahora en que es necesaria la “reconciliación palestina”. Intentan que lo que no consiguieron los tanques sionistas, es decir, desplazar a la Resistencia de Gaza y sustituirla por los colaboracionistas de Fatah, se logre por medio de sus buenos oficios diplomáticos.
Pero la única reconciliación posible, y eso deberían saberlo bien los muy democráticos (cuando les interesa) europeos, es el pleno respeto a la decisión del pueblo de Palestina, libre y democráticamente expresada en las urnas, y la inmediata convocatoria del Consejo Legislativo, previa la liberación de todos los diputados de Hamás presos en las cárceles israelíes. Sólo a partir de un claro proceso de reconciliación democrática, con la recuperación y la reconstrucción de las instituciones palestinas legítimas, será posible avanzar hacia la formación de un gobierno de unidad nacional.
(*) Pedro Brenes es miembro del Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias (PRCC)
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