Agapito de Cuz Franco / Artículos de opinión.- El 22 de enero tuvo lugar en Zamora la XXIV Cumbre hispano-lusa entre el presidente español José Luis Rodríguez Zapatero y el primer ministro portugués José Sócrates. Con ellos, todos sus ministros y secretarios de Estado, en la que ha sido la mayor de las cumbres.
Sobre la crisis económica mundial, la sintonía ha sido total entre ambos gobiernos en cuanto a su diagnóstico y soluciones. Pero más allá del hecho, la elección de la ciudad del Duero como escenario, tiene un significado especial y premonitorio de lo que puede deparar el futuro entre España y Portugal. En el presente ya es una realidad el traslado de enfermos de uno a otro país, la atención médica a ciudadanos -independientemente del Estado al que pertenezcan-, bomberos que actúan indistintamente a ambos lados de la frontera o proyectos comunes de energías renovables. Hace unos días, se presentaba además oficialmente la candidatura conjunta de España-Portugal como sede para los próximos mundiales de futbol.
Ambos territorios están formados por un conjunto de pueblos o naciones históricas. El devenir de los tiempos las ha repartido en dos administraciones estatales con sus respectivas tensiones internas, pero la sociedad es la misma. La historia es la misma.
Portugal es la nación más antigua de Europa. Surgió como tal al final del siglo XII tras la muerte del rey castellano-leonés Alfonso VI, el Emperador de las dos religiones. Aparecería por primera vez una frontera rompiendo el Río Duero. El Rei Afonso Henriques, tras la oleada borgoñona de enlaces familiares de la época con los reyes castellano-leoneses, es el que, con Guimaraes como capital, decidió dotar de personalidad política propia a las tierras al sur del Río Miño. Con el tiempo llevarían el nombre del actual Oporto, antiguamente Porto Calense o Puerto de la cal y por derivación Portugal.
Los enlaces familiares de las monarquías hispano-lusas se mezclaron siempre a uno y otro lado de la frontera. Eso sin contar la historia de casi un siglo en el que desapareció la misma, y Lisboa se convirtió en la capital del primer Imperio universal. Fue en la época de Felipe II y los dos “felipes” que le sucedieron. Luchas fratricidas históricas han tenido a Zamora como escenario. La batalla de Toro y los Reyes Católicos, con la portuguesa-castellana Isabel y el aragonés Fernando fue crucial en la posterior división política. El Tratado de Tordesillas por el que se dividirían el mundo en el siglo XVI, es otro ejemplo de estos encuentros y desencuentros.
En la actualidad no hay fronteras. La UE ha sido clave en ello. Es un auténtico placer navegar el Duero en Zamora por Los Arribes y sentir el latido de un solo pueblo en Miranda do Douro. Vinos blancos, tintos y verdes en toda la ribera desde Toro a Oporto. Viñas que crecieron desde hace milenios sin fronteras. Paisaje entrañable, y hoy día espacio natural transfronterizo protegido y gestionado por una entidad mixta supranacional. Por él transitaron desde siempre, comerciaron y navegaron, gentes de ambas orillas. No en vano Zamora, ha sido y es la ciudad donde portugueses y españoles se han encontrado siempre no sólo en la historia, sino también en el mercado y la cultura. Entre el frío y la dureza de las tierras de Sayago y Aliste. Junto a la Sanabria antesala de Galicia. A lo largo de la Sierra La Culebra donde aúllan los lobos que nunca supieron de divisiones nacionales. Viriato, el caudillo lusitano que se enfrentó a Roma está representado hoy por la estatua más querida de la “bien cercada”. Las legiones romanas vencidas formarían su enseña de tiras de colores verdes y rojo, que pasarían posteriormente al escudo de Zamora y a la bandera de Portugal. Con ella viajarían a Senegal y el Caribe a través de las Islas de la Macaronesia (Azores, Madeira, Canarias y Cabo Verde).
La Fundación hispano-lusa “Rei Afonso Henriques” (www.frah.es), es actualmente una herramienta de encuentro transfronterizo entre España y Portugal a nivel empresarial, cultural, y social. Tiene dos sedes conjuntas en las ciudades hermanas de Zamora y Bragança. Una visita a la milenaria Semuret –como se denominaba Zamora antiguamente- no debe olvidar esta fundación. En ella, se puede empezar a entender una sociedad sin fronteras, donde la jota y el fado se sienten por igual, y que los Gobiernos de ambos estados han elegido como punto de encuentro por méritos propios.
Agapito de Cruz Franco
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