David Delgado / Artículos de opinión.- Las debilidades que caracterizaron a la Segunda Internacional, anidan un siglo después en las organizaciones que se posicionan en el autodenominado campo de la izquierda nacional canaria, como si el tiempo se hubiese detenido.
En ese lugar común de la izquierda, donde se destila un anticomunismo descarado en unas ocasiones y sutil en otras, el reformismo y el revisionismo, aunque con unas características propias de nuestra época, continúan ejerciendo de dique de contención de la revolución.
Las condiciones materiales propiciadas por el imperialismo embrionario que sirvieron de base a estas corrientes contrarrevolucionarias en el siglo XIX se han transformado, pero la burguesía sigue empleando parte de sus beneficios para comprar a la aristocracia obrera del trabajo y a los oportunistas pequeño-burgueses.
Los revisionistas decimonónicos presentaron su época como una era armónica en progreso donde las contradicciones se estaban diluyendo, hecho que obligaba a llevar a cabo una revisión del marxismo por haberse quedado obsoleto.
Era el “espíritu corrupto” al que Marx aludió en 1877 en una misiva a Sorge, donde prevenía de su presencia en el partido alemán, el cual se notaba “no tanto entre los trabajadores como entre los dirigentes”. Esa “banda de estudiantes semimaduros y doctores diplomados y excepcionalmente sabios”, amenazaban -alertaba Marx- con sustituir la base científica del socialismo, por “una mitología moderna, con sus diosas de la justicia, de la libertad, de la igualdad y de la fraternidad”.
Estas advertencias definen brillantemente la estratagema urdida por los bienpensantes modernos que constantemente evidencian su total desinterés por realizar análisis serios y elaborados, para tomar en su lugar un camino sin rumbo revolucionario ninguno.
El oportunismo que Marx y Engels denunciaron en reiteradas ocasiones conllevaba al olvido de los puntos esenciales en beneficio de los intereses y éxitos efímeros. Lo verdaderamente importante no se discutía, y por lo tanto no existía una unidad real aunque perniciosamente todo se hiciera en nombre de los intereses de esa unidad artificial inexistente.
Quien lea hoy la obra “Crítica del programa de Gotha” escrita por Marx en 1875, o las críticas vertidas en 1891 por Engels al programa de Erfurt, comprobará atónito la actualidad que tienen.
Por lo tanto, quienes acusan a los marxistas-leninistas canarios de desfasados, acogiéndose a las teorías reformistas y revisionistas más descabelladas y acientíficas, no están sino emulando los cánceres ideológicos que aquejan al movimiento comunista desde hace un siglo. Y lo más patético es que lo hacen con los mismos preceptos y formulaciones de entonces.
Como ocurriese en la Segunda Internacional, los revisionistas están autorizados a permanecer en las organizaciones supuestamente socialistas aunque hayan abandonado completamente las teorías fundamentales del marxismo.
Y en cuanto a la cuestión colonial también se repite la misma historia. Los socialchauvinistas y oportunistas de ayer son los socialistas modernos de hoy. En teoría se declaran anticolonialistas pero en la práctica no quieren ni oír hablar del colonialismo en Canarias en base a la traidora idea de la “política colonial socialista”, según la cual toda política colonial puede tomar un cariz civilizador y progresista en un régimen socialista.
De este modo demuestran su debilidad ideológica y su incapacidad por comprender la naturaleza del colonialismo en Canarias.
Por supuesto es más sencillo admitir el colonialismo cuanto más lejos mejor, porque hacerlo en el propio país de uno implica una reformulación seria de la teoría revolucionaria.
Otros que sí reconocen el colonialismo y defienden la descolonización, lo hacen en base a la idea banal de que es el colono asentado en Canarias que goza de privilegios de todo tipo el máximo reflejo del colonialismo, cuando en realidad se trata de la prolongación de los poderes fácticos españoles y especializados en Canarias.
La debilidad teórica y organizativa que ocasionó el derrumbe de esta Internacional, en buena medida es la debilidad que atomiza y desmoraliza al movimiento político independentista y de izquierda en Canarias.
Por ello el PRCC defiende firmemente la formación teórica y práctica de su militancia, y lo demuestra recuperando una práctica desconocida en Canarias como es la formación de cuadros en la Escuela Nacional de Cuadros Guillermo Ascanio.
Por eso elaboramos una línea política y un programa revolucionario consecuente que se construye día a día con disciplina y estudio. Porque como vanguardia organizada de la clase obrera, nos importa alcanzar el objetivo de la independencia y el socialismo no sólo en teoría, sino en la práctica. Y eso se demuestra tomando una actitud revolucionaria en todo momento sin vacilaciones ni desviaciones de ningún tipo.
(*) David Delgado es militante del Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias (PRCC)
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